Bienvenido, «Mr. Sánchez»
El mundo del cine celebra la presencia del presidente del Gobierno en una cita que no acostumbraba a verlo desde tiempos de Zapatero. Con Málaga volcada en la gala y, principalmente, en la estrella local, Antonio Banderas, la lluvia fue la otra gran protagonista de una edición sin reivindicaciones
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En las bodas se dice eso de «novia mojada, novia afortunada», pero no hay nada escrito al respecto para las galas de los Goya. Vamos, lo de siempre: bien para los que se van a casa con las manos llenas y algo peor para los que no, que suelen ser mayoría. Pero en cuestiones meteorológicas mejor no entrar porque, de momento, no están en poder de nadie al que apretar para que ponga un sol perenne en los días clave. Con este pobre razonamiento se tuvieron que conformar los malagueños en su cita con el cine español. Resignarse a los deseos de Gloria y entregarse a la causa, a los propios Goya, que en su 34 aniversario abandonaban de nuevo la capital del reino. Y ya van tres: Barcelona (2000) y Sevilla y Málaga en las dos últimas ediciones.
A sabiendas de ello, de que la cita es prácticamente única –salvo que seas de Madrid– y que no hay agua que no se seque, la muchachada se acercaba al mediodía a la María Zambrano. Llegaba el tren de turno y unas docenas de curiosos, móvil en mano, se agolpaba a la salida de los ilustres pasajeros con la intención de cazar una instantánea o rozar a algún ídolo. Ya en la puerta de la estación, eran los taxistas los que se convertían en los mejores embajadores de la ciudad: «No os vayáis a pensar que esto de la lluvia es normal aquí. No os asustéis, que mañana mismo llegaremos a los 18 grados y esto se habrá acabado», comentaban de un temporal que ha dejado huella.
Hasta aquí la autopromoción local de unos Goya que se presentaban en el Martín Carpena, quizá algo alejado del centro y de esa calle Larios por la que bien hubieran lucido los modelitos de la noche –tampoco es fácil encontrar un lugar que sirva para alojar a 3.000 asistentes y a todo lo que estos arrastran–. Pero no fue la distancia un problema para que el gentío de Málaga se acercara hasta la larguísma alfombra roja que comenzaba en el exterior, abarrotado, y que se perdía en el laberinto del pabellón de deportes. «Más de 30 minutos», decían los paseantes que, entre canutazos, fotos, y demás, tardaban en superarla. Mientras, fuera eran los «guapo» y «guapa» de los mirones los que se imponían a un chirimiri constante e incapaz de callar, ni mover, a la gente.
De los primeros en llegar a la cita fueron los conductores del evento, dos viejos conocidos del cabezón, Silvia Abril y Andreu Buenafuente. Será la experiencia acumulada por la que la pareja se presentaba «sin nervios», comentaban. Sobre la gala, lo mismo a lo que nos han acostumbrado: «Mucha autocrítica y cariño. Riámonos, pero no nos destruyamos a nosotros mismos», anticipaban de un «show» en el que la música iba a tener mucho protagonismo. Con el pabellón alto, como de costumbre, que dejó Rosalía en Sevilla, los encargados de coger el testigo en esta ocasión fueron Rayden y Ana Mena –en la obertura–, el malagueño Pablo Alborán, Amaia y Celia Flores, en el homenaje a Pepa Flores, su madre. Fue precisamente Celia, junto a su hermana –María Esteve–, la que al mediodía de ayer zanjaba vía Instagram una de las grandes dudas de la cita: la deseada Marisol no iba a estar en la gala e iban a ser sus dos hijas las encargadas de recibir el Goya de Honor. «Mi madre está muy contenta y honrada por el premio y por todos los mensajes que le han llegado», comentaban ya vestidas de gala.
Despejada la incógnita, merece punto y aparte uno de los nombres propios de la noche, don Antonio Banderas, siempre profeta en su tierra y coreado como nadie a las puertas del pabellón. En esta ocasión, su participación, más allá de premios, también iba a ser como intérprete de «A Chorus Line», la pieza con la que ha ocupado su Teatro del Soho durante los últimos meses y con la que anoche se subió al escenario del Martín Carpena. El actor no dudaba en pararse en la alfombra, casi como por casa, para, primero, lamentarse del tiempo y, luego, para hablar de «justicia» por la celebración de los Goya en su ciudad: «Lleva años apostando fuerte por el cine y era un gesto que tenía que llegar». El hombre que dirigió a Banderas en «Dolor y gloria», Almodóvar también se paró a atender a los medios y loshizo junto a Penélope Cruz para soltar que será la intérprete de Alcobendas la encargada de entregar el Oscar a la película de habla no inglesa, a la que opta la cinta del manchego. Se queda así abierta la puerta a escuchar dentro de unas semanas el ya mítico «Peeeedro» con el que se reconoció «Todo sobre mi madre» hace dos décadas.
Alfombra descafeinada
Otro de los que ejerció de anfitrión en el Carpena fue Mariano Barroso. El presidente de la Academia no dudó en mirar a los políticos para pedir por el cine español. Dirigiéndose directamente a Pedro Sánchez reclamó un «estatus que no tiene reconocido, el de industria estratégica y colectivo fundamental para el presente, la memoria y el futuro del país. Lo que es valorado a nivel mundial que se haga a nivel interno y que eso se traduzca en medidas», pedía Barroso. Fue esta una de las pocas menciones políticas durante una alfombra algo descafeinada en lo que a reivindicaciones se refiere. Ni rastro siquiera de los abanicos rojos contra la violencia de género que, bajo el lema «Ni una más» se repartieron en las ediciones de 2018 y 2019. Por su parte, la presencia del presidente del Gobierno, inédita desde tiempos de Zapatero, sí fue celebrada por los presentadores de la gala: «Está muy bien que haga acto de presencia. Eso que vemos como algo extraordinario, debería ser algo normal todos los años, gobierne quien gobierne», reconocían. Además del presidente, Alberto Garzón, Juan Manuel Moreno, Marta Bosquet y José Manuel Rodríguez Uribes fueron otras de los dirigentes que se dejaron ver bajo el aguacero.
Todo lo demás ocurriría en tiempo de una gala que comenzó a ritmo de «Bienvenido Mr. Marshall» y se presentaba con tres claras favoritas, –ciñéndonos al número de nominaciones–: «Mientras dure la guerra», «Dolor y gloria» y «La trinchera infinita», pero eso ya es cosa de otra crónica.