Erling Kagge, el aventurero que se convirtió en un experto en arte
El también editor llega a Madrid con una historia de novela y 188 piezas de su colección de arte contemporáneo
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Erling Kagge (Noruega, 1963) lo es todo. Aventurero, editor, escritor, abogado, coleccionista... Uno de esos tipos que no se sabe muy bien cómo definir de primeras cuál de todas sus profesiones/aficiones es la predominante. Viendo el cartelón de la Sala de Arte del Santander, en la ciudad financiera que el banco tiene en Boadilla del Monte (Madrid), se podría decir fácilmente que es un entendido de arte, un coleccionista, por tanto. Pero no pesa menos su faceta de explorador: fue el primer hombre en alcanzar el Polo Sur caminando en solitario y también pionero en pisar los tres polos: Norte, Sur y Everest. Hitos indispensables para entender a este hombre y todo lo que viene detrás. De hecho, él mismo cuenta que lo que ahora expone (por primera vez fuera de Noruega), su serie de arte contemporáneo, es su propia «historia de amor», su propia «aventura».
Del amor (o ausencia de éste) precisamente surgió su primera compra. Le abandonó su pareja y buscó refugio en el arte. En una litografía en la que se veían a tres hombres y una mujer. Una imagen en la que se representaban los celos y en la que Kagge se vio reflejado. Suficiente para hacerse con la obra por dos botellas de vino. «Después ya progresé en mis gustos», reconocía ayer, en Madrid. La escuela de «prueba-error» ha sido la que ha ido formando al noruego en el mundo del arte «sin asesores», reconoce. «Sigo una regla de oro parecida a cuando voy caminando a los polos o subo al Everest: sé previsor, viaja ligero de equipaje y deja atrás tus temores». También se desprendió de lo que entiende como uno de los males fundamentales en el mundo del arte, la cegadora arrogancia: «Cuando conseguí evitarla, accedí a mejores obras».
Ningún español
Es la carta de presentación de las 188 piezas que presenta en «My cartography. The Erling Kagge Collection», una muestra que su comisaria, Bice Curiger, presenta como «un camino propio, el de la condición de explorador» de su protagonista y como «la voluntad de conocerse a sí mismo a través del coleccionismo». «Cuando Kagge compra un desafío intelectual se aprecia la obstinación con que se deja fascinar por visiones del arte muy distintas y la avidez con que se expone al asombro –apuntaba Curiger–, impulsado en todo momento por la curiosidad y la disposición a abrirse, no solo a lo nuevo, sino a lo incómodo». Es el «asombro», cuentan, lo que marca el espíritu de una exposición en la que se podrán ver artistas como Darren Almond, Diane Arbus, Tauba Auerbach, Ian Cheng, Urs Fischer... Pero ninguno español, hasta el momento, pues afirmó que pretende visitar ARCO y que «quizá» amplíe un patrimonio que expone en casa. Porque Kagge compra «para convivir con el arte. Es absurdo, como coleccionista, comprar más de lo que entra en una casa, casi tanto como escalar el Everest».