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Pasar el coronavirus con... “Ama”

larazon
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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El título del libro escrito por José Ignacio Carnero alude a la tercera persona del verbo amar. También a la palabra “madre” en euskera. El primer significado es indisoluble, en el fondo, del segundo. En esta historia familiar, en este “álbum de recuerdos en donde algo se muere”, el autor desgrana el inicio y el presente de su peripecia vital y se centra en los pormenores de su trabajo como abogado, la complejidad del vínculo afectivo con su madre y la forja de una memoria construida en las piedras de una villa que mira al mar ubicada en la Margen Derecha, en la ría de Bilbao.
La historia que se abre entre las páginas de esta novela establece un repaso generacional por las diferentes caras de un tiempo en el que el futuro parecía prometedor pero la realidad -con sus miedos, su parca, su disfraz y su ligereza- se va encargando poco a poco de demostrar de forma despiadada lo contrario. Carnero descubre a través de una narración llevadera y cargada de belleza los sacrificios que su familia tuvo que hacer para asegurarle unos estudios y procurarle una vida llena de facilidades, que, lejos de ser caprichos, se convirtieron en auténticos salvoconductos.
La evolución de la memoria es uno de los puntos fuertes de este bautizo literario (se trata de la primera novela del autor), pero también la longitud del olvido. Aunque sus raíces tienen aroma de norte, la vida actual del protagonista sucede entre el humo de los coches que atascan Barcelona y habita en una dualidad difusa entre la sofisticación y el snobismo de la ciudad y el provincianismo de los pueblos. No hay sin embargo en las descripciones ningún atisbo de clasismo.
Muy por el contrario, Carnero se cuestiona con cierta condena sobre el ascenso social que él mismo ha experimentado y sobre la validez del éxito. Un éxito impulsado por una familia humilde, de esas que tienen la mirada limpia y las manos sucias. El autor la describe de la siguiente manera en uno de los fragmentos iniciales: “No es que todas las familias felices se parezcan las unas a las otras, sino que, como han estado tan ocupadas siendo felices, no han encontrado el momento de ponerse a escribir sobre sí mismas. Es el olvido, no la felicidad, el que hace a esas familias iguales. Cuando la memoria se abandona, todos nos comenzamos a parecer mucho”. Algo que resulta oportuno extrapolar a una situación como la actual en la que más que nunca conviene pensar que será el recuerdo de esta crisis sanitaria y no su alarmante presente, lo que nos una en un futuro. Porque la memoria nos funde, nos agrega, nos regala pertenencia, nos infunde colectividad y esta novela es un ejemplo muy ilustrativo para aprender a identificar cómo lo hace.