Arrabal: «El escritor es, aunque suene indecente, el gran beneficiario de este encierro»
Vive en París en la calle que honra al marqués De Jouffroy d’Abbans, inventor de barcos de vapor. Para el genio su confinamiento es no parar de escribir y estar atado a las redes. Echa de menos a sus nietos gemelos y cocina tortilla española. A sus 88 años su peculiar universo depara siempre, al menos, una sorpresa
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Varios correos, mail interminables, caóticos. Preguntas sin respuesta y respuestas repletas de interrogantes y puntos suspensivos. Fernando Arrabal, a sus 88 años, sigue conservando esa lucidez tan peculiar y única, una locura bendita que es necesario padecer para formar parte de su «leonera-cafarnaún», como él llama a ese mundo construido en su inmueble de París, un piso tan abigarrado de vida como él. Espejos, objetos que se arraciman, unos casi encima de otros, y literatura, cientos de libros con los que se ha construido. O deconstruido, quién sabe. Lo que empezó con una correspondencia desvaída devino en una conversación arrabaliana. Juzguen ustedes si el genio está más lúcido de nunca.
Habla de su confinamiento y ofrece detalles de cada día: se levanta temprano porque también se acuesta a pronto. Vive con la misma mujer desde hace un montón de años. Recibe con alegría la visita de su hijo, se perfume y se viste con traje, pajarita y una flor de tela y echa de menos no tener cerca a sus nietos gemelos. Cuando quiere sol y el día lo ha previsto así sale a la terraza y de inunda con sus pares de gafas, dos o tres, unas encima de otros. ¿Qué hace un día de encierro? «Una semana más de intensa actividad y de reflexión también intensa como escritor, cosa que desgraciadamente mi vida trotante y moliente no me lo permitía», responde.
No para de trabajar y no abandona sus partidas diarias de ajedrez. Cada día, a la misma hora: «Todas las noches juego diez partidas de ajedrez de 10 minutos casi siempre contra indios, ucranianos o norteamericanos». Se emplea en la cocina y cada vez que puede le da la vuelta a una tortilla española.
Ha parido un poema, y dice: «Quiero agradecer a las decenas de traductores de ‘‘Lamento por la calle solitaria’’ y a las voces más escuchadas de hoy por el honor inmerecido de felicitarme». Está reproducido en estas páginas. Confiesa que escribe «con un ritmo superior al de siempre; soy hacedor. de escritos, glosas, poemas plásticos, ‘‘selfies’’ casi cotidianos...» y no abandona las redes sociales, donde su presencia es constante.
–¿Confinado y dichoso?
–El escritor es el gran beneficiario del confinamiento o por lo menos yo lo soy totalmente. He evitado todos los viajes o pejigueras más o menos habituales. Nada me distrae de mi dicha (quizás infantil) de escribir. Mi confinamiento no tiene nada que ver con el de Tomás Campanella que duro 22 años permitiéndole de imaginar la utópica Civitas Solis. Me pregunto a veces ¿en qué dragones alpinos seguimos creyendo como Newton que casi hace exactamente 400 años creía que zascandileaban por las faldas de los Alpes? Es posible que emplee (y quizás empleemos) la palabra confinamiento y cuarentena excesivamente. Pero quizás hubiera sido peor nombrarlo con otras palabras tentadoras como reclusión, internamiento, incomunicación, ostracismo. La veleta egocéntrica está convencida de hacer girar al viento. Es posible que intente victimizarme (¡vaya otra palabrita!) en un momento en que, como Heráclito, Diógenes o Jorge Manrique, todos vemos y sentimos que los que verdaderamente sufren y se mueren son y serán siempre aquellos que Fortuna ha decidido que lo sean con el matemático rigor de la confusión.
–No es su primer encierro. ¿En qué se diferencia éste de los otros que ha padecido, tanto hospitalarios como cuando ha estado preso?
–Son incomparable con las verdaderas sesiones de martirio-a-pelo (broncoscopia) que sufría un tuberculoso o la mazmorra (armario de piedra ) en que pudo pasar noches en la Dirección General de Seguridad (de la Puerta del Sol de Madrid) el disidente del antiguo régimen. No creo que hoy en día sea totalmente indoloro hacer respirar a un moribundo o encarar ciertos protocolos de cáncer. Aquellos a los que se les prescribe simplemente tres meses de cama (hoy como ayer y seguramente mañana) se percatarán que al salir de ellas tendrán que volver a aprender a andar.¡Cuántos pasaban horas amarrados al antiguo gota a gota que hoy calificaríamos de monstruoso! Las moscas tsé-tsé de Hollywood ¿sueñan en tecnicolor?
–Por tanto, le inspira este periodo para escribir ¿Alguna pieza relacionada con el encierro? «Lamento por la calle solitaria» es una de ellas...
–Obvia e indecentemente, subrayo, el poeta es el gran beneficiario del momento, por eso el desdichado Johann Wolfgang von Goethe escribe precisamente «Las penas del joven Werther», su obra maestra. Por eso el genio de Echegaray va a gozar hasta el último suspiro del odio irracional y masoquista de sus compatriotas. Por eso Antón Chejov escribió sus obras-magnas en un pasillo, sin oír el griterío de la chiquillería. Por eso Santa Teresa fregando arrodillada en el suelo de su cocina, y refunfuñando, tiene que redactar por orden superior la historia de su vida (su incomparable y genial autobiografía) . Por eso Tirso de Molina inventa su mito sin darle ninguna importancia con la mano izquierda. ¡Ni se llamaba Tirso De Molina sino José López, el hijo de «criados»!
–¿Cree que esta pandemia cambiará la manera de expresarnos artísticamente, tanto la literatura como el cine, el teatro o el mundo del arte visual?
–No parece que nada pueda cambiar el concepto de escribir desde Tales de Mileto, Pedro Muñoz Seca o Safo de Lesbos ... Borges y Calvino (este, el «aborrecido» de su adolescencia ginebrina) nutren el mismo árbol (un tejo) en el cementerio de las víctimas de la pandemia: el cementerio-de-reyes... «¿para la insondable divinidad los dos forman ya un solo y único ser ?»
–¿Se habrán acabado para siempre los besos de película?
–¿Es que pone el punto final (como intuyó Tirso con su esencial mito) a los pretendidos seductores y seductoras? ¡Esa mentira que dice la verdad! La seducción ¿es un mito tan nuestro? ¿Es un cero que espera su hora ¿Es un infundio masculino? ¿Una trola exponencial? ¿Salvo el vicio, nada más excitante que la virtud? Por cierto personalmente no he cesado de recibir mensajes para calmar mis posibles deseos de follar con una escoba con faldas. No citaré los puticlubs u otros clubs de masaje que no han dejado en plena pandemia de hacerme proposiciones de lo más deslenguadas y colectivas... para mayor emoción . Cuando los colmenas se vuelven agnósticas ¿las abejas crean un dios?
–¿Y cómo nos vamos a relacionar con los demás, señor Arrabal?
–Desde Eva, Adán y Pan las cosas no parece que hayan cambiado demasiado. Es normal que un joven me pregunte por mi amigo Franz Kafka o García Lorca ... los elefantes andando sobre el agua ¿no impresionan a las ballenas cortas de vista?
–¿Echa de menos esas reuniones con sus amigos que ahora no puede celebrar?
–Siempre fueron bienquistos anacronismos, como los cenáculos con Nathalie Sarraute, los diarios encuentros en el El Paseo de Venus con el grupo surrealista, las casi bisemanales tertulias con mis amigos en mi leonera-cafarnaúm, mis esporádicas charlas con Kundera, mis talleres matemáticos con los hermanos Kahn...
–Volverán, seguro ¿De qué habla cuando habla con Houellebecq?
–¿De qué hablé con Marcel Duchamp? ¿De qué hablé con André Breton? ¿De qué hablé con Samuel Beckett? ¿De que hablé con Azorín? ¿De que hablé con la Madre Mercedes, mi maestra de párvulos? ¿De qué hablé con mi maestro de solfeo de Tolosa ? ¿cuando nada lo resolvía todo?
–¿Qué va a pasar el día que podamos abandonar el encierro y salir a la calle?
–Me parece que un día importante será aquel en que todos los que sufren dejen de sufrir o sufran menos y haya menos ríos que van a dar a la mar. En lo profundo ¿el buzo miope es visionario?
–¿Cuánto duran sus partidas nocturnas de ajedrez?
–Siempre 10 minutos y suelo jugar diez por tarde-noche. Me encanta que el tohu-bohu decida que juegue con un adversario de Tegucigalpa o de Tatanarive. Los chistes de fakir ¿solo hacen reír a su cama de clavos?
–¿Es un provocador, señor Arrabal? ¿Se considera así?
–La provocación es imprevisible repetí siempre con Euclides, Gödel y Mandelbrot. No soporto ni la provocación ni la ironía; siempre imprevisibles y funestos.
–Breton, Duchamp, Beckett, Warhol... ¿A quién devolvería a la vida?
–¡Pobres poetas malditos que acaban de subir al sol!... ¡de ocultarse!...
–¿Qué recoge quien siembra agitación, señor Arrabal?
–Hay arrabalescos que tienen la suerte inmerecida de ser citados e incluso deformados.
–La mujer más importante de su vida, ¿Quién ha sido?
–Todas lo fueron y todas lo son, sin merecimiento alguno por parte mío.