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“La cabaña del tío Tom”: ¿Por qué un libro contra la esclavitud se considera racista?

Igual que la muerte de George Floyd ha desatado una ola de protestas en contra del racismo, la novela de Stowe produjo un ambiente abolicionista que derivó en la Guerra de Secesión de 1861 y en la posterior supresión de la esclavitud.

La Cabaña de Tom
La Cabaña de TomLibrary of CongressLa Razón

Apenas medía metro y medio, pero hizo bueno eso de que el perfume y el veneno vienen en tarros pequeños. La estatura de Harriet Beecher Stowe fue lo suficientemente grande como para poner patas arribas un país en el que la esclavitud era un pilar más del engranaje laboral y en el que las mujeres no tenían voz en asuntos de Estado. Lo que la autora plasmó en «La cabaña del tío Tom» supuso tal impacto que, en menos de una década, Estados Unidos se veía inmersa en toda una guerra civil que se extendería de 1861 a 1865. Se le atribuye a Abraham Lincoln un acercamiento a Stowe al poco de haber comenzado el conflicto: «Así que es usted la pequeña mujer que escribió el libro que ha desatado esta gran guerra», le dijo.

Abolicionista reconocida, la escritora había convertido su novela en un auténtico «best-seller» del siglo XIX. Una herramienta perfecta para levantar los ánimos antiesclavistas. Desde su publicación en junio de 1851, «La cabaña del tío Tom» fue una historia de masas. El periódico «The National Era» había previsto una serie corta, pero la aceptación del público obligó a Jewett, el editor, a ampliar, primero, el papel y, luego, a convertirlo en el libro que tenemos hoy. El día del lanzamiento se compraron 3.000 copias y cada nueva jornada subía su cotización. Hasta el punto de lanzar una edición «gourmet» un año más tarde, cuando ya se habían vendido 300.000 ejemplares y comenzaba su expansión por el Viejo Continente. Dicen las malas lenguas que en Reino Unido gustó por el hecho de comprobar que los todopoderosos Estados Unidos no eran tan libres como presumían. A pesar del éxito, Jewett se vio obligado a cerrar poco antes de la Guerra de Secesión y la producción se detuvo hasta que una nueva editorial recuperó su impresión en 1862. Solo la Biblia vendía más que Stowe.

En el centro del bullicio, una trama que comienza «a mediados de una fría tarde de febrero»: el matrimonio granjero de los Shelby decide vender a dos de sus esclavos para hacer frente a las deudas. Uno es el tío Tom, y el otro Harry, el hijo de la criada, que cuando se entera de las intenciones de sus amos decide huir junto a su vástago. Por su parte, Tom sí es vendido al señor Haley, un comerciante de esclavos, que lo monta en un bote para venderlo más tarde en el mercado. Durante el traslado, Tom salva a una niña blanca que había caído al agua, lo que le vale para ser comprado por el padre de la muchacha, Augustine St. Clare, como forma de agradecimiento. A partir de ahí se sucederán las peripecias de Tom con los diferentes personajes del libro, esclavos y amos, a través de los cuales se irán viendo las diferentes caras del Sur norteamericano.

A pesar de que el tío Tom sea el personaje principal, el esclavo a través del cual Stowe quiso denunciar la situación de ese Estados Unidos de mediados del XIX, la revisión del libro en años posteriores le ha llevado a ser acusado de «venderse a los blancos». La gran parte de los abolicionistas vieron el libro como una ayuda para la causa, sin embargo, también los hubo que se opusieron por esa «sumisión» de Tom y por la migración de los personajes negros «más fuertes», entre otras. Todo ello, sabiendo que la intención de la escritora, como recuerda Debra J. Rosenthal en «Harriet Beecher Stowe’s Uncle Tom’s Cabin» (2003), fue la de construir a un «héroe noble», alguien al que admirasen sus lectores. El acercamiento del protagonista hacia sus contrarios le hizo ganarse las críticas de una parte de «su» público. A medida que avanza la novela, el tío Tom se va alejando del sentimiento de explotación y va logrando el «cariño blanco», a la vez que los ayuda a ver el mal de sus acciones.

Ni por esas. Ya en tiempos modernos, los lectores han vuelto a poner en duda el impacto histórico de «La cabaña» como una herramienta antiesclavista. Descripciones racistas condescendientes, el habla y el comportamiento de los personajes negros (además de la citada pasividad del tío Tom al aceptar su destino) son algunos de los puntos que han vuelto a rebatir la novela. En los 60 y 70 llegaron acusaciones de «traición racial» por parte del «Black Power», que consideró que Tom hizo que los esclavos fueran «peores que los dueños de esclavos». Años antes, en 1949, James Baldwin había dedicado todo un ensayo a calificar la obra de Stowe de ser «muy mala» y arruinada por el «sentimentalismo». Todo lo contrario a las afirmaciones que más recientemente ha pronunciado Henry Louis Gates Jr., que habla de un «documento central en las relaciones raciales estadounidenses y una exploración moral y política significativa del carácter de esas relaciones».

Es curioso comprobar cómo novelas que se escribieron con una intención determinada terminan dándose la vuelta hacia un lado y otro con el paso de los años. Lo hemos podido comprobar hace pocos días con «Lo que el viento se llevó» (1936), una obra original en la que Margaret Mitchell, con el telón de la Guerra de Secesión de fondo, narra las bondades de la vida en las plantaciones de Georgia. Y aunque la historia se hubiera escrito por una partidaria del Sur, la película de Victor Fleming del 39 significó el primer Oscar para una actriz negra, Hattie McDaniel. Un hito para la inclusión en Hollywood que 80 años después vive una nueva etapa tras las revueltas a causa de la muerte de George Floyd, que han obligado a revisar una cinta que ahora acusada de «racista».

De vuelta a mediados del siglo XIX, y mientras el público devoraba el libro por la historia que contaba y por la empatía que sentían, las gentes del Sur no estaban nada contentos con la novela, que, como era de esperar, fue atacada por los partidarios de la esclavitud. Para el escritor William Gilmore Simms, la obra era totalmente falsa y su crítica se acercaba a la de otros que la calificaron de «criminal». Incluso un librero de Alabama tuvo que escapar de su ciudad, Mobile, por vender copias de «La cabaña». Por descontado que el enfado derivó en amenazas, vía carta, para la propia Stowe, pero también los hubo que decidieron dar un paso más y enviar un paquete con una sorpresa dentro: la oreja de un esclavo negro. Hasta se desarrolló una literatura anti-Tom para hacer de contrapeso.

La falta de experiencia de Stowe, nacida en Litchfield (Connecticut), en la vida sureña fue aprovechada por algunos para atacar su falta de exactitud. La autora no ocultó que nunca había estado en una plantación, pero que sí se había inspirado en los esclavos fugitivos que habían llegado hasta su tierra: «Las escenas que observó en el río Ohio, incluyendo ver a un esposo y una esposa siendo vendidos por separado, así como también periódicos y revistas y entrevistas, contribuyeron con material a la trama emergente. La familia compartió su sentimiento abolicionista y fue activa en la ocultación de esclavos fugitivos», recoge la biblioteca de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee. No se iba a quedar Stowe de brazos cruzados y dos años después de comenzar con su novela, en 1853, publicaba un texto en el que documentaba cada uno de las dudas que sobrevolaban su obra. Pero quiso ir un paso más allá y ya no solo atacó a la propia esclavitud, sino que quiso mostrar cómo el sistema legal era el que permitía dicha actividad, así como el maltrato de los propietarios a los esclavos. Ampliaba los temas a tratar dentro de una novela que, además del sometimiento, también pivota sobre la maternidad y el cristianismo, principalmente en el humilde tío Tom.