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Cuando la ignorancia derriba estatuas y quiere cambiar la historia

Irene Montero propone hacer «una revisión crítica de nuestra historia» mientras no condena los ataques a una figura como la de fray Junípero Serra, defensor de los indígenas y cuya estatua fue atacada en Palma

Irene Montero, ministra de Igualdad, asegura que hay que revisar de «manera crítica» la Historia, lo que en el fondo quiere decir que hay que revisarla bajo su punto de vista y a su manera. ¿O alguien es todavía tan ingenuo para pensar que un político aspira a la neutralidad de criterios? ¿Que lo que realmente desea es que la Historia quede en manos de los profesionales, o sea, los historiadores, y que ellos van a aceptar su dictamen y su juicio aunque vayan contra sus ideas? Rotundamente, no. Una oleada iconoclasta recorre el mundo. Todas las figuras que poseen una estatua en una plaza pública y que no se ajuste, en teoría, a la moralidad del hombre del siglo XXI está en peligro de ser arrancada de su pedestal. Sin mayores distinciones.

El historiador José Luis Corral, autor de un ciclo de novelas sobre los Austrias, comenta que este fenómeno no es nuevo. Ya en la antigüedad se recurría a la «damnatio memoriae» para eliminar las imágenes de emperadores romanos o faraones: «Lo que está pasando ahora es que estamos mezclando muchas cuestiones por políticas malentendidas. Hay que diferenciar entre hacer un homenaje a un dictador, que es totalmente censurable, y otra destruir una escultura. Alemania resolvió bien este punto después de la Segunda Guerra Mundial y todas las estatuas polémicas las metieron en un museo. Ahí están las efigies de personajes sin méritos históricos para recibir homenajes. Pero yo no rompería esas imágenes, porque, en este caso, ¿qué hacemos con las de los emperadores romanos, que muy pocos fueron recomendables? Estas esculturas son también documentos de nuestro pasado».

En esta misma línea está el hispanista Henry Kamen: «Hay que mirarlo con ojos del pasado, no del presente». Reconoce que es «muy complicado» porque qué revisamos: «¿La historiografía? ¿Retocamos el pasado? Hoy en día se confunde todo. Lo estamos viendo con las estatuas. Fray Junípero Serra era más o menos español, pero se habla de Colón como si fuera, y no. Todo el mundo está confundido». Pero Kamen tiene claro a la culpable del problema, «la ignorancia». Y señala la ineptitud «de los que atacan las estatuas, que se piensan que están derribando una figura problemática, pero son ellos mismos los que no lo entienden. En Estados Unidos muchos no saben ni quién es Colón, no digamos Juan de Oñate... Es un sinfín de confusiones. Pero pasa igual en España, que presume de estar libre de estas acusaciones y luego en Barcelona no saben qué hacer con la efigie de Colón».

José Luis Corral comenta que «cada época tiene una mirada diferente sobre el pasado» y pone un ejemplo muy claro: «En los años cuarenta, nadie hablaba de la historia de la mujer. Sin embargo, a partir de la década de los setenta, está trufada de historia de ellas. Lo peligroso es examinar con los ojos del presente el pasado. Yo no acepto la Inquisición española –continúa–, pero tampoco a los anglicanos que con Isabel I atacaban a los católicos ni tampoco las cacerías de brujas en los Estados Unidos durante el siglo XVII. La perspectiva del pasado, con cada siglo que pasa, es más amplia. Ahora, conforme nos acercamos al presente, esa situación cambia, porque Leopoldo II era perfectamente consciente de lo que estaba haciendo en Bélgica».

En cambio, la situación es diferente si se mira a una figura como la de Gengis Kan, que «no conocía derechos humanos y cuando avanzaba por los territorios no tenía una percepción de estar cometiendo tropelías contra la humanidad, entre otras cosas, porque no se sabían lo que eran los derechos humanos ni existía la noción de crímenes contra la humanidad». Sin embargo, «Franco, Stalin y Pol Pot sí lo tienen, ya conocen esa concepción de los derechos de las personas que surgen en el XVIII», apunta un Corral que también afirma que un buen historiador tiene todo esto presente: «Yo no puedo llamar machista a Fernando el Católico, porque el machismo no existía. Es como decir que Colón era un fascista. ¡Si no existía el fascismo! Ahora se aplican los modelos del siglo XXI al XII. Esto está fuera de lugar y, además, desenfoca la realidad».

Henry Kamen suscribe estos puntos y asegura que «no me quiero meter mucho porque todo el mundo está dentro de una ignorancia total, porque lo que le han hecho a Churchill es otro absurdo. No es un fenómeno de uno o dos países. Está ocurriendo en muchos lugares». En cuanto a las palabras de Irene Montero, es claro: «Seguro que tanto ella como otros ministros tienen un enorme desconocimiento del contexto histórico de todo el problema. Por lo que saber lo que quiere decir esa política es complejo».

Mal asunto, pues, si en un tema de rigor histórico se meten los mandatarios. Así lo deja claro Javier Sierra, que invita a que «no seamos ingenuos, los políticos viven de la polarización, da igual que sea por un virus o un partido de fútbol. Su manera de justificar es tener un enemigo siempre enfrente y vivir de crear enfermedades, por desgracia». Tampoco pasa de largo Corral cuando tiene que hablar de los políticos actuales, «desde Podemos hasta Vox, pasando por los demás, son de una ignorancia total. Todos los políticos que tienen entre treinta y sesenta años son de una ignorancia supina. Cuando la concejala de Barcelona piensa en quitar la estatua de Colón, independientemente de que lo haga o no lo haga, lo dice con un desconocimiento de la Historia que es una verdadera vergüenza. Y los conmilitones los siguen. Parece que la consigna es la ignorancia».

Vuelve Sierra al tema de la «ignorancia», «el peor virus», afirma. Para el escritor, el ataque a la figura de fray Junípero Serra es «demencial»: «Cualquiera que haya estudiado o visto la Wikipedia, descubre que era un defensor de los indígenas: lo último que él tenía en mente era convertir a nadie en esclavo», asegura a Ep. Del mismo modo, recuerda que «se enfrentó a los poderosos para defender a los nativos americanos» y hace una crítica: «Es más fácil manejar con consignas a un rebaño acrítico que a gente formada que reflexione. Eso es lo que están pasando en América y lo que empieza a pasar en España».

Por su parte, el historiador Xosé Manoel Núñez Seixas y Premio Nacional de Ensayo 2019 señala que «en el proceso de furia y rabia contra el pasado colonial y europeizante pagamos justos por pecadores», en referencia al ataque de estatuas y símbolos que se ha extendido por varios países, entre ellos, Estados Unidos y España, una raíz de las protestas antirracistas que se han desarrollado en todo el mundo tras la muerte de George Floyd. Para Núñez Seixas, los ataques son «un síntoma de un descontento social que busca golpear donde duele y en la dimensión simbólica de muchas sociedades» aunque ha señalado que «desde el punto de vista conmemorativo, cada sociedad establece sus patrones y decide qué recuerda y qué olvida».

«Colón era esclavista como lo fue el 99,5 por ciento de los europeos en ese momento», apunta, a la vez que considera «absurdo» revisar con categorías del presente aquellos hechos o «juzgarlos moralmente». Aunque, por el contrario, también asegura que otra cosa es que «ese tipo de protestas sirvan para poner sobre el tapete cuestiones que no se tienen en cuenta, como la existencia de esclavos en muchas de esas nuevas colonias; el uso del trabajo forzado; el sufrimiento que supuso la expansión de Europa por otros continentes, o la esclavización de pueblos enteros...».

Condena de la RAH

La Real Academia de Historia no se podía quedar callada. Con gran parte de su actividad parada desde el inicio de la pandemia, ayer emitió un comunicado en el que condena los atentados a las estatuas: «Solo una interpretación anacrónica y descontextualizada de los hechos históricos puede explicar estos ataques injustificados», firma en un texto en el que se aportan las biografías de estas figuras históricas.
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