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El 18 de julio: el fracaso del golpe militar de 1936

El plan era conseguir el poder y orientar la república hacia políticas alejadas de la revolución
larazon
La Razón

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El general Sanjurjo, como consecuencia de su fracasado golpe de estado el 10 de agosto de 1932 fue internado en un penal y luego desterrado a Portugal. La subida al poder del Frente Popular en las elecciones amañadas de 1936 llevaron a los militares y a mucho españoles a plantearse terminar con el estado de cosas existentes en España mediante una sublevación. El llamado a liderar la rebelión era Sanjurjo y el encargado de organizarla, “el Director”, el general Mola.
Los planes de los militares, con apoyo de la milicias políticas de los alfonsinos de Renovación Española, los requetés de la Comunión Tradicionalista y los falangistas no se cumplieron. El plan era hacerse con el poder y reconducir la república hacia posiciones políticas más conservadoras alejadas de la revolución, ahora alentada desde arriba, que había comenzado con la llegada al poder de los frentepopulistas.
El 17 de julio comenzó el alzamiento militar en Melilla. En todas las guarniciones importantes de España unidades militares y de la Guardia Civil se alzaron en armas contra el Gobierno. El golpe triunfó en Sevilla, Cádiz y Granada gracias a la determinación entre otros del general republicano Queipo de Llano, lo que permitió que buena parte de Andalucía quedase en manos de los sublevados. En Castilla la Vieja, Galicia, parte de Aragón y en Navarra se hicieron con el control de la situación los sublevados.
Papel secundario
El Ejército de África se sumó masivamente al alzamiento aunque su papel estaba llamado a ser muy secundario, más moral que material, pues, si los rebeldes se hacían con el control de Madrid y de la grandes ciudades peninsulares las tropas de guarnición en Marruecos no deberían tener mucha importancia. Franco, Yagüe, Asensio y otro militares relacionados con las tropas del Protectorado, si el golpe hubiese discurrido como pensaba Mola, habrían quedado relegados a un papel secundario y muy alejado de protagonismo que les dio la guerra.
El golpe de estado fue un fracaso. En el norte, en Bilbao, Santander, Oviedo, los sublevados no pudieron hacerse con el control de la situación. En Madrid, Barcelona, Valencia, Cartagena, Málaga... el Gobierno hizo fracasar la sublevación. España quedó dividida en cuatro zonas, dos y dos, que terminaron por arrastrar a los españoles a tres años de guerra. En el tórrido verano de 1936 la mitad de España se lanzó contra la otra mitad.
Con el fracaso del golpe de estado murió toda posibilidad, muy remota desde febrero del 36, de la implantación en España de un régimen democrático y republicano como el que se había intentado durante el bienio conservador y que el pro revolucionario Frente Popular sumado al golpe militar terminó por impedir.
Las milicias obreras se hicieron dueñas de la calle. Los arsenales fueron vaciados de armas y entregados a los obreros que se hicieron con el control de las grandes ciudades con el apoyo de un sector del Ejército y de las Fuerzas de Orden Público que se mantuvieron fieles al Gobierno. En toda España, uno y otro bando, comenzaron a pasar facturas políticas y personales a los enemigos reales o ficticios de su causa.
Africanistas y anarquistas
El comienzo de la guerra cambió, radicalmente, la suerte de los españoles. Los militares se hicieron con el control en el bando rebelde, construyendo un estado “campamental”, en el que los africanitas, apoyados por la unidades profesionales del Protectorado, cobraron la mayor relevancia. En el lado contrario, en el Frente Popular, los anarquistas lograron un enorme protagonismo al tiempo que Largo Caballero y el PSOE se veían de forma lenta, pero constante, desplazados, del poder por un Partido Comunista que gracias al apoyo soviéticos, a las armas rusas, se terminó haciendo con el control político, económico y militar de la guerra en el bando republicano.
El 18 de julio sin saberlo España, de forma inconsciente, se dejó arrastrar a una guerra que cambiaría el futuro de los españoles hasta el 20 de noviembre de 1975. Una guerra de la que Franco sería la figura más destacada, el vencedor de la guerra, y en la que un minoritario partido, Fe de las Jons, parecía estar llamado a gobernar a España dentro de la corriente política que en aquellos años triunfaba en toda Europa, el fascismo, para finalmente hacerse con el control del futuro de los españoles una incipiente clase media que terminó, guste o no, por imponer en la sociedad española de la segunda mitad del siglo XX su modelo pequeño burgués de vida, muy semejante al de otras naciones de su entorno, y que ha perdurado, sin muchos sobresaltos, hasta hace meses.