Por qué tienes que ver... “Hightown”: Cape Cod, capital del vicio
Funciona como una clase magistral de creación de un clima sostenido de tensión creciente hasta su recta final
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Como en muchos otros thrillers, en «Hightown» todo empieza con el hallazgo del cuerpo sin vida de una adolescente; en las idílicas playas de la bahía de Cape Cod, Massachusetts. Una guarda costera que no pasa por su mejor momento encuentra accidentalmente el cadáver de una muchacha que fue brutalmente asesinada la noche anterior. No tardará en aliarse con el cuerpo policial estatal para hallar a los culpables y, de paso, para desmantelar una peligrosa red de narcotráfico responsable de muchos de los males enquistados en la comunidad.
Un paraíso infernal
«Hightown» tiene el don de la oportunidad. De manera certera aunque involuntaria –la serie empezó a producirse tres años atrás– nos habla del momento de desescalada que estamos viviendo tras el confinamiento a causa del virus, y construye una atmósfera de desenfreno y desinhibición que inevitablemente recuerda la que se vive en nuestro territorio después tras de encierro domiciliario. De hecho, la localidad en la que la acción transcurre es como una reproducción a pequeña escala de epicentros de ocio como Las Vegas o Nueva Orleans; mucha gente acude a ella para emborracharse como si el mundo fuera a acabar, a drogarse como si las sustancias que se mete en el cuerpo estuvieran legalmente permitidas, a acostarse con cualquier persona mínimamente capaz de activar la química corporal. Por supuesto, no hay fiesta sin resaca; en «Hightown», como en la vida real, cada noche celestial puede ser el prólogo a una mañana infernal.
Un duelo de altura
A lo largo de su metraje, «Hightown» saca buen partido dramático de la tensión que genera el conflicto entre los dos extremos de la ley, encarnada en dos figuras antagonistas, pero similarmente magnéticas. A un lado se encuentra la agente Jackie Quiñones (Monica Raymund, sin duda cabeza visible de la serie), que luce con orgullo su identidad hispana y utiliza su sexualidad como un arma que usar para comerse el mundo –y de paso dejar que el mundo la coma a ella–; al otro está un capo mafioso apodado «Osito», que exhibe una amenazante personalidad de raíces haitianas y a quien el actor Atkins Estimond dota de una mirada, una verborrea y una presencia suficientes para dejarnos una cosa muy clara: mientras él está en pantalla, cualquier atrocidad puede suceder.
Humanización y adicción
Pese a mostrar una disposición permanente a abandonarse a los excesos típicos de la ficción televisiva –algunos de ellos personificados en el agente de policía interpretado por James Badge Dale, perfecta representación del macho alfa y siempre dispuesto a impregnar al prójimo con sus feromonas–, «Hightown» dedica un admirable esfuerzo a humanizar a todos sus personajes y hacerlos del todo creíbles. Cuando no escenifica persecuciones imposibles, interrogatorios en los que la tensión se puede cortar con un cuchillo y tiroteos explosivos, la serie difumina los contornos tanto de los héroes como de los villanos dotando a unos y a otros de una inconfundible vulnerabilidad a la hora de enfrentarse con las tentaciones que el destino les pone enfrente.
Cómo cocinar un clímax
Las ocho horas de metraje aproximado que componen la primera tanda de episodios de «Hightown» funcionan como una clase magistral de creación de un clima sostenido de tensión creciente, o al menos eso es así hasta su recta final, en la que tiene lugar un devastador estallido dramático; y, en el proceso, el equipo de guionistas de la serie –entre quienes se encuentra su creadora, Rebecca Perry Cutter, cuyos créditos previos incluyen títulos como «El mentalista» y «Gotham»– hacen gala no solo de un dominio absoluto de la narración serializada sino también de una gran habilidad para combinar una sucesión rápida de acontecimientos para hacer avanzar la trama, por un lado, con una cocción a fuego lento de líneas argumentales más complejas, por el otro. ¿Repetirán estrategia en la segunda temporada, cuya producción fue confirmada hace unas semanas? Lo hagan o no, es legítimo suponer que será al menos igual de adictiva que la primera.