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Vallejo-Nájera y el “gen comunista” de los torpes, incultos e imbéciles

El psiquiatra trabajó al servicio del régimen de Franco para dar con la tecla que explicase la “inferioridad” de marxistas y republicanos
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Sin que hubiera terminado la Guerra Civil, había una cosa que volvía loco a Francisco Franco: de dónde salía la “tara” del bando que tenía enfrente. Cómo era posible que aquellos individuos pensaran de una forma tan distinta a él y que eso no tuviera una explicación científica. Así que el 23 de agosto de 1938 se aprobó la creación de un gabinete dirigido por el psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera (1989-1960) con un objetivo claro, el de dar con el origen genético y mental de la “inferioridad” de los “rojos”. Algo similar a las teorías nazis sobre la excelencia aria. Era la única manera de justificar un posicionamiento marxista e irracional a sus ojos.
Se trataba de unas ideas desarrolladas anteriormente por el médico (inspirado en el “Instituto para la Investigación y Estudio de la Herencia” creado por Heinrich Himmler) en las que llegaba a intuir un “gen rojo”. La base sobre la que se apoyaba el jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares hablaba de una deformación que conducía a la “perversión moral, sexual e ideológica”.
Para dar con la tecla de aquel horror, a finales de 1938 el Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos) serviría de escenario para un experimento que desembocaría en la publicación de “Biopsiquismo del fanatismo marxista”. Criminólogos y asesores alemanes sirvieron de ayuda a un Vallejo-Nájera que comenzó a probar sus tesis en prisioneros de guerra republicanos y voluntarios de las Brigadas Internacionales.
Estaba convencido de que “la perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los fracasados sociales”. Era una manera de justificar la represión a través de mediciones antropomórficas, encuestas y preguntas sobre sexualidad y religión. Un “modus operandi” que encontró en la tendencia comunista al alcoholismo y al libertinaje la justificación a su “carácter degenerativo”. Así, el marxismo tenía un alimento básico para desarrollar sus ideas: las personas menos inteligentes de la sociedad.
Lo dejó claro Vallejo-Nájera en su libro “La locura en la guerra. Psicopatología de la guerra española” (1939): “La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos. La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia político social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible (…) El imbécil social incluye a esa multitud de seres incultos, torpes, sugestionables, carentes de espontaneidad e iniciativa, que contribuyen a formar parte de la masa gregaria de las gentes anónimas”, firmaba en el libro.
Entre las conclusiones del médico también se encuentra la definición de la raza o espíritu español, el cual se resumía en el “militarismo social, que quiere decir orden, disciplina, sacrificio personal, puntualidad en el servicio, porque la redoma militar encierra esencias puras de virtudes sociales, fortaleza corporal y espiritual”.
Pero en todo este estudio existía un vacío en la parte femenina. No se había estudiado a ninguna mujer, por lo que el doctor se fijó en la prisión femenina de Málaga para subsanar el error. Así, junto al director de la clínica psiquiatra de la cárcel, Eduardo Martínez, se dispuso a analizar a medio centenar de reclusas. Eso sí, rechazando exámenes físicos por considerar “impuros” aquellos cuerpos.
El informe final confirmó que la promiscuidad comprobada en los varones, aquí también se repetía; y, además, sus comportamientos “primarios”, similares a los animales, los habían llevado a una temprana “desfloración”, a comportamientos esquizofrénicos y a cierta debilidad mental.
Según el informe, estas mujeres no tenían otra meta en sus quehaceres políticos que satisfacer sus propias necesidades sexuales, lo que requería de inmediato la actuación de las rigurosas normas de la fe católica. Esas que la Sección Femenina sí sabía transmitir entre sus adeptas: “Si tienes alguna afición, intenta no aburrirle [a tu marido] hablándole de ella. Si debes aplicarte crema facial o rulos para el cabello, espera hasta que esté dormido. Si siente la necesidad de dormir, que así sea. Si sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo en cuenta que su satisfacción es más importante que la tuya”.

Cinco grupos para el estudio

  • Presos políticos: fundamental para dar con el gen que daba origen a todo.
  • Prisioneros de las Brigadas Internacionales: un sector que no aportó demasiadas conclusiones al psicólogo.
  • Presas españolas: grupo sobre el que se estudió si las mujeres republicanas se movían por sus impulsos sexuales.
  • Presos catalanes: sujetos en los que se entrelazaban el fanatismo marxista y el antiespañolismo.
  • Presos vascos: importantes para estudiar el caso en individuos católicos con elementos revolucionarios.