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Raúl del Pozo, días de periodismo y whisky

Jesús F. Úbeda y Julio Valdeón publican «No le des más whisky a la perrita», una biografía no canónica sobre la vida, obra y milagros de Raúl del Pozo
La RazónLa Razón

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Raúl del Pozo (Mariana, Cuenca, 1936), no quería escribir sus memorias. “Dos veces devolví el dinero que me habían dado para contarlas, porque si cuentas toda la verdad, te cuelgan y si no se cuenta, aburren”. Además, Del Pozo detesta el género: “Las mejores biografías las hizo Plutarco en el siglo I, las de después son mediocres”, afirma. Sin embargo, los periodistas Jesús F. Úbeda y Julio Valdeón han logrado lo que parecía un imposible, contar su vida obras y milagros. Al final cedió, “porque son dos grandes escritores y me fío de ellos, Úbeda entró como novillero y ha salido como matador y el gran Valdeón, que es un magnífico escritor y un tipo estupendo”. Aunque eso sí, con alguna consiga. “Que no dijeran nada de conquistas porque lo que yo he tenido con las mujeres no han sido conquista sino derrotas, que dijeran lo que quisieran pero que fuera verdad, que no cayeran en la hagiografía y no usaran tópicos y frases hechas”.
Ambos periodistas acaban de publicar “No le des más whisky a la perrita” (La esfera de los libros), una biografía no canónica escrita a cuatro manos, que incluye, no sólo la voz de Del Pozo, sino la de muchos amigos a los que han recurrido para que les cuente lo que él no quería contar. Jesús Quintero (del que fue guionista), Pérez-Reverte, Jiménez Losantos, Manuel Vicent, Antonio Lucas, Carmen Rigalt, José María García, Félix Sanz Roldán o Ramón Tamames son algunos de ellos, aunque por sus páginas también desfilan otros tan cercanos como Paco Rabal, Cela, Umbral o Jaime Campmany.
“Aunque él nos dijo: “No digáis que esto es un homenaje, que no vendemos un puto libro”, lo cierto que es que ese era nuestro objetivo, hacerle un homenaje en vida”, dice Jesús Úbeda. “Siempre me he fijado en él como periodista, es mi gran referente. Desde que sustituyo a Umbral me enganché a él porque, aparte de escribir muy bien, en su columna ves ese nervio de reportero y ese afán por encontrar la noticia, por decir que ha hablado con una fuente. Opinión y análisis, pero con un plus informativo, además de ser una persona extraordinaria, generoso, divertido y noble”.
Julio Valdeón barajaba hace tiempo la idea de hacerle una biografía “porque creo que su peripecia vital no sólo es interesante por sí misma, sino que además por su profesión ha estado en el centro de la noticia y eso permite hablar, no solo de él, sino del último medio siglo de España y del mundo, está con Allende en Chile, en Cabo Cañaveral cuando salió el Apolo hacia la Luna, en la isla de Wight con Jimi Hendrix o Leonard Cohen, en la Junta democrática en París, como corresponsal en Moscú, Buenos Aires, Roma Londres y Lisboa".
"Se trataba -prosigue Valdeón- de transmitir por qué nos enamoramos de este periodista. Lo hicimos por aquellas crónicas incendiarias fabulosas en el Parlamento, por sus fastosas series de artículos sobre Roldán y Mario Conde, por sus novelas. La edad hace que ahora sea columnista, pero sigue en la brecha buscando la noticia, nunca ha abandonado la vocación de reportero, la curiosidad de poner la oreja en la pared, de hacer llamadas y hablar con unos y otros, eso lo diferencia del resto y le hace mantener muy vivas sus columnas, que no se quedan en meros juegos retóricos, en ellas siempre está el ruido de la calle, el periodismo aprendido en las casas de socorro, en las clínicas y en los aeropuertos, y eso sigue muy presente en su escritura. Y algo que no puedo dejar de señalar -apostilla-, Del pozo es un caso raro en el que escritura y obra van de la mano, es tan rutilante la obra como la persona y viceversa y eso no es normal, el personaje es tan fascinante como el arte que factura”.
A pesar de su admiración los autores han evitado conscientemente hacer una hagiografía o hacer una biografía cronológica. "Cuando me planté con un cuestionario sobre su infancia me dijo: “¡Pero que ordinariez es esa comenzar un libro por la infancia! Sin ese orden, aparentemente es un libro caótico, pero está muy organizado” -resalta Úbeda, que ha hecho las entrevistas en el patio de su casa con la perrita Dana como testigo- Él se ha encargado del aspecto más personal e íntimo y Valdeón, que tenía la dificultad de la distancia al vivir en Nueva York, de la parte profesional como periodista y escritor.
“Cuando tenía 3 o 4 capítulos se sumó Julio, si yo pongo el esqueleto, él pone órganos vitales, su participación es clave porque escribe los capítulos dedicados al Raúl escritor, a su obra bibliográfica”, señala Úbeda. “Hacía falta una cercanía personal y la clave para eso eran sus entrevistas, que son la columna vertebral del libro -explica Valdeón-. Por el contrario, lo más apropiado es que yo me dedicara a la disección de la obra. Además, queríamos evitar que el libro fuera una mera acumulación de anécdotas porque corres el peligro de caer en una especie de novela picaresca que te aparte del interés primordial por el que lo hemos hecho, que es el Raúl escritor, por el valor de sus artículos, sus crónicas y sus libros y eso queríamos ponerlo en valor”.
A lo largo de sus capítulos se repasa su infancia serrana, la muerte de su madre, sus inicios como maestro de escuela, la salida de Cuenca para ir primero a Barcelona y después a París, su entrada en el diario Pueblo, los años de corresponsal, sus vínculos con el PCE, las noches de juerga, amoríos y juego, las tertulias en el Gijón y su relación con Cela y Umbral y, sobre todo, su pasión por el periodismo que ejerció con plena libertad en una época tan crucial para España como fue la Transición. “La democracia es el oxígeno para un periodista –afirma Del Pozo-, hemos vivido un época de libertad grandiosa, como muy pocas veces en la historia de España. En la época de Larra o de la Restauración, las épocas de libertad duraban 10 minutos y esto ha durado casi 40 años. Sin periodismo no hay democracia, aunque ahora hay más coacciones, otro tipo de mordazas. Y sin libertad de expresión no hay periodismo”.
Del Pozo tiene claro que no quiere ajustar cuentas con nadie. “Yo estoy feliz con lo que he hecho en mi vida y cada día tengo más ilusión. Lo único que quiero ahora es sobrevivir porque es espantoso lo que está ocurriendo, estamos rodeados como en una guerra nuclear. No es la hora de ser fanfarrones, sino de ser humildes y arrimar el hombro y ver qué hacer para sacar a este país de la terrible ruina en la que está sumido”, asevera. “Mi vida ha sido la pasión absoluta por el periodismo, que es la mejor profesión del mundo, cada día me pongo en el ordenador como si fuera la primera vez. Esta profesión me ha dado lo que tengo y momentos de felicidad y de delirio”.
Aunque las redacciones han cambiado mucho, “éramos unos golfos y unos bohemios. En aquella redacción prodigiosa de Pueblo estaba lo peor de cada casa (risas), allí he conocido a los mejores, nada que ver con las redacciones de ahora. Aquello era un garito, pero con una pasión por buscar la noticia y por inundar la primera página sin precedentes, por una noticia se mataba. Pérez-Reverte, Manuel Vicent, Carmen Rigalt, Antonio Casado, José María García…Ganábamos poco, pero hicimos un periódico dentro del franquismo que llegó a vender cientos de miles de ejemplares, era fascinante porque es como si fuéramos caballeros andantes con mucha picaresca, porque para sobrevivir en el periodismo había que tener cierta dosis de picardía”, afirma.
En el libro, Vicent recuerda a del Pozo como “un pistolero amigo de la suerte que había estado a punto de morir mil veces pero que siempre, en el último momento, aprovechaba el balazo que rasgaba la soga que lo tenía atado al árbol para escapar cabalgando hacia el Gijón, donde, si triunfaba, prefería hinchar el pecho y emular a John Wayne que dárselas de Ulises”. “Como es un periodista tan grande, hemos intentado hacerle justicia -señala Úbeda-, aunque no es un libro rosa. Sé que hay cosas que le han molestado o incomodado, no es blanco, pero tampoco de trapos sucios, hay algunos grises”. Termina con el capítulo más difícil, el dedicado a su mujer, Natalia Ferraccioli, al dolor por su enfermedad y a su muerte en 2018. “El de su mujer era el gran límite que nos había impuesto, por eso apenas aparece su voz, son terceros los que hablan, pero el libro tenía que terminar en Natalia porque ha sido la persona más importante en su vida -nos dice Úbeda-. Para mucha gente fue un descubrimiento comprobar lo importante que era ella para Raúl”.