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Pedro Baños: «Vivimos en un totalitarismo democrático»

El militar, analista y escritor advierte en su nuevo libro, «El dominio mental», sobre los riesgos de la «geopolítica de la mente»
Pedro Baños
Jesús G. Feria

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La ventaja digital también puede ser la esclavitud digital. Pedro Baños en «El dominio mental» (Ariel) va alertándonos de peligros y amenazas, como la paulatina instauración de un pensamiento único. «Las personas nos autocensuramos ante el peligro de ser estigmatizados si tenemos una idea discordante. Eso va contra cualquier valor democrático». Las redes, los móviles, el entretenimiento, la multiplicación de cámaras. Baños, coronel del Ejército, ex jefe de Contrainteligencia, asegura que «se trata de un aplanamiento de la sociedad para que no haya opiniones discordantes que puedan perjudicar al poder establecido».
–Describe casi una dictadura
–Es un totalitarismo democrático, un autoritarismo disfrazado de democracia. La democracia consiste en que cualquier pueda expresarse con libertad. Pero es muy sencillo manipularnos.
–¿Se influye en las elecciones de nuestras democracias?
–Las elecciones están muy condicionadas hoy. Con los perfiles de las redes sociales se puede anticipar a quién se va a votar en las siguientes elecciones. Y cada vez van a estar más condicionadas.
–Las redes nos perjudican.
–Están manipuladas. Y hay que tener en cuenta que en ellas actúan los servicios de inteligencia, que lanzan mensajes. Estos espacios de libertad están censurados ahora y manipulados. Por ejemplo, durante la campaña electoral norteamericana, las redes se han puesto a favor de Biden y omitieron aspectos negativos de su vida. Las informaciones relativas a estos asuntos estaban censuradas en Facebook y Twitter. Se está alcanzando una perversión absoluta.
–¿Juega un papel lo políticamente correcto?
–Por supuesto. Amordaza la libertad de expresión y censura a la sociedad. En democracia, cualquiera tiene derecho a expresar su pensamiento. Si alguien dice una barbaridad, en vez de constreñir o censurar, lo que hay que tener es una narrativa serena que permita contradecir efectivamente ese discurso con raciocinio y sin imposiciones caprichosas de los que ejercen el poder.
–¿El ocio también sirve a ese propósito?
–Si estamos tan inmersos en él que no pensamos, que estamos abstraídos, hipnotizados, todo el rato, desde luego. Esto no significa que las personas cansadas que regresan del trabajo no necesiten una distracción, sino cuando se magnifica. Me refiero a quienes pasan el día entero con entretenimientos y le dedican más horas a ese ocio que a dormir. Esto es peligroso, porque al no pensar eres presa de mensajes subliminales.
–¿Cuáles?
–Hay muchos. Y te influyen en la manera de vestir, en el comportamiento, en la relaciones de parejas que establecemos, en cómo nos alimentamos. Porque cuando una persona ve en los medios de comunicación que existe una forma de comportarse y está universalmente aceptada, lo copiamos por imitación, se trata de una característica del ser humano. Nos sucede en el consumo y en la política.
–Nos reducen a objetos de consumo.
–Una vez que conocen nuestro perfil nos dan consignas con finalidades económicas, sociales y políticas. Lo que se obtiene es uno individual y colectivo. Una vez que conozcan nuestros gustos, es fácil controlar las sociedades a través de mensajes.
–¿Y la libertad?
–Cada vez habrá menos. El libre albedrío, la esencia de las personas, estará más limitada. Si estamos, además, entretenidos, nos influirán en la política y en nuestras decisiones.
–¿Qué hacer, entonces?
–Se requiere cierta rebeldía social, siempre pacífica, claro. Y, por supuesto, no podemos seguir permitiendo mentiras descaradas, cambios de opinión de la noche a la mañana de los ministros. Esta situación es inaceptable. ¿Cómo nos pueden haber llevado a esta pasividad? ¿A que nos dé igual el sistema en que estamos inmersos? La sociedad debe reaccionar para ejercer una reforma de la democracia y recuperar valores que la caracteriza y para que los que tienen las riendas, aunque resulte evidente, ejerzan unas políticas que nos conduzcan hacia adelante, porque de eso depende nuestro destino.