Rulo, la verdad sobre sus canciones y La Fuga
El músico reedita “Basado en hechos reales” y publica un libro de memorias en formato entrevista en el que habla por primera vez de la disolución de La Fuga
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Lo de la verdad del título es literal. “Con cariño y con respeto, he contado todo lo que me pasó”, dice Raúl Gutiérrez, Rulo, el líder de la Fuga y ahora de Rulo y la Contrabanda. Viniendo de un músico que escribe casi todo en primera persona, a lo que se refiere Rulo es a lo único de lo que no ha querido hablar en el pasado, es decir, los hechos que antecedieron a la disolución de La Fuga, una de las bandas más exitosas del rock nacional de principios de siglo. Se separaron en lo mejor de su carrera, cuando el grupo acababa de llenar dos Palacios de los Deportes en Madrid. Y, como dice la estadística, los problemas de los grupos son de dos naturalezas: o bien las drogas o bien la ecuación egos / dinero. En La Fuga sucedió lo segundo, como cuenta su principal compositor en “Rulo. Tres acordes y la verdad”, un libro que acaba de publicar y que viene acompañado también de la reedición de “Basado en hechos reales”, su último disco. Todo muy confesional.
Además de abundantes y muy divertidas anécdotas escatológicas, en el volumen de memorias en formato entrevista que firma junto a África Egido, Rulo admite que el problema empezó “con los cheques”. Como principal compositor del grupo, percibía el 70 por ciento de los derechos de autor, mientras que sus compañeros de la banda recibían un diez cada uno. Cuando el grupo no daba ni un duro, esa situación nunca fue un problema. Cuando la banda llenaba pabellones y vendía muchos discos, empezaron los desencuentros. “Nadie en la banda me había dicho que le gustaría componer”, explica Rulo. Pero de repente sí lo deseaban. “Si otra persona lleva diez años componiendo y a ti nunca se te ha despertado esa vocación, ¿por qué lo hace ahora? Por los cheques. Y porque también les molestaba que en las entrevistas te pregunten a ti o que hables tú”, explica el músico sobre una tensión creciente que terminó por romper la banda. “Lo más bonito que puede pasarte a los 20 o los 25 es tener un grupo. Por otro lado, no hay nada más difícil a partir de los 35 años que estar en uno, porque la gente evoluciona de distinta manera. Quizá uno anda cambiando pañales y otro está metiéndose rayas cada noche”. El cantante decide salir de la formación, pero sus tres excompañeros anuncian que siguen adelante con La Fuga. Llegaron a lanzar un disco con otro vocalista, pero sin éxito, lo cual, para Rulo, impedirá que haya una posible reunión en el futuro. “Eso es imposible. Si no hubieran seguido con el nombre, podría haber ocurrido para cerrar alguna cicatriz”, zanja en el libro.
Franqueza norteña
Preguntado por ello, Rulo le quita hierro: “Fue el dinero, el desgaste, las giras fuera... las bandas nacen con vocación de eternidad, pero la mayoría de ellas, si no se van a la mierda, por lo menos se acaba la magia. Las hay que siguen sin magia”, explica. “Le sucede igual a amor. El tema pasional, lo desmedido, tiene fecha de caducidad. Y al principio no quería hablar de eso, solo de lo artístico. Pero ahora, después de diez años, sin acritud y con cariño y respeto, se puede hablar. Lo que sucedió es una mezcla no solo de dinero, sino ego, caminos diferentes, que uno evoluciona de una manera y otros de otra. Woody Allen dice: ''vive todos los días como si fuera el último, porque un día acertarás''. Y tiene razón”. En el libro, habla de todo con franqueza norteña. “No me he cortado. Con cariño y con respeto, es lo que me pasó. Un amigo me ha dicho una frase mía por Whatsapp después de leerlo. Ponía: “Cabrón, tienes p’a todos y patadas”. Como diciendo: tienes amor, pero también las sueltas, ¿eh? Y puede que sí, pero es que eso ha sucedido”.
En 2010, comenzó su “baja por reinvención” en la que trató de dotarse de nueva identidad artística. Rulo restringía las preguntas de las entrevistas, rechazaba hablar de la disolución de La Fuga, contestar a las provocaciones incluso que había recibido desde el otro lado. Había abandonado su creación. “Mi familia me decía que no me podía ir, que las canciones eran mías, las había escrito yo. Algunos dirían que me iba para ganar dinero, pero la realidad es que lo perdí. Y tiras de estadísticas y te das cuenta de que proyectos en solitario son la excepción. Rosendo Mercado, Enrique Bunbury, Fito Cabrales y poco más. La mayoría ha vuelto a su banda madre o han visto su carrera diluirse. Si entiendes un poco sabes que asumes un riesgo que te cagas”, explica por videollamada.
El hijo del fontanero
El ego siempre ha tratado de controlarlo aunque no ha necesitado una vacuna. “Es difícil ser una rockstar si vienes de Reinosa (Cantabria). El origen lo marca casi todo. Hay cosas que no te puedes permitir hacer porque en el bar de abajo te pegan una colleja. Adónde vas, si eres el hijo de Tomás, el fontanero. En una ciudad grande igual te rodeas de los que te adulan o de un entorno... pero el mío era el bar de abajo. Un pueblo humilde, pequeño, y de gente noble”, explica.
En el libro aborda algunas de las constantes creativas del grupo: las noches, la luna, el alcohol. “Sí, a ver. Cuento que con 18 años, el alcohol te ayuda a salir a un escenario ante una situación de nervios e inseguridad. Pero pasamos un proceso de darnos cuenta de que llegas a beber demasiado y establecimos que antes de los conciertos ya no se bebe. Pero era como la válvula de escape, del miedo... que llega un momento que justificas el alcohol y es un error. Has tocado delante de 3.000 personas pero no lo has vivido. Si no cambias, terminas bebiendo cada vez más y tocando cada vez peor... y se va todo a la mierda”, explica. Hay algunas canciones, “cuatro”, aclara, que ya no toca por no verse representado en ellas. “Son de las primeras, y creo que han envejecido muy bien, pero me resultan infantiles y etílicas. Están escritas con 17 años”.
A La Fuga y a Rulo le han reprochado también ser unos “moñas”. “Bueno, es que cuando algo cuando algo funciona, te lo reprochan todo. Si eres un grupo fiestero, porque haces pachanga, si haces esto o lo otro... todo te lo reprochan. Nos decían que éramos un grupo para chicas como si fuera un insulto, que hay que ser machista. Es un macromachismo y el que lo diga que se lo haga mirar, porque se califica así mismo”. También les achacaban no ser suficientemente rockeros. “Ya nos lo decían con La Fuga, porque cada disco iba sonando mejor y se ve que molestaba a una parte de los fans que nos escuchase cada vez más gente. Querían el grupo para ellos. Como dice Santi (Balmes) de Love Of Lesbian, hay que sacar discos nuevos para que el anterior mole. ''Es que no sois rock'', me decían. ¿Y qué he hecho a partir de entonces? Que jamás voy a llevar la bandera de nada para poder hacer lo que yo quiera”.
El libro no ha sido un ejercicio perfecto para entenderse a sí mismo. “No, no me entiendo. Pero me respeto. Siempre digo “respeto máximo”. No estoy en guerra conmigo mismo ni con mi pasado. Más o menos me tolero y me llevo bien. Hay cosas que no me gustan de mí como la impaciencia, pero bueno, me comprendo”. Y lo bueno es el futuro. “Soy libre para hacer lo que quiera. Ante mi compañía, mi público y mis haters. Me mantengo en paz con el pasado, que siempre lo miro superguay. Yo estoy en paz con mi pasado”.