Bécquer en la época de los “instapoetas”
Cuando se cumplen 150 años desde su muerte, su legado parece haber quedado deformado y las redes sociales han devaluado su poesía hasta casi convertirla en un producto pop
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Sobre Gustavo Adolfo Bécquer se ha dicho y se ha fabulado tanto que hoy, cuando se cumple el 150 aniversario de su muerte, parece harto complicado aportar algo más a su amplia y densa exégesis. La sombra de Bécquer es larga, y su influencia recorre gran parte de la poesía española del siglo XX. Afirmaba Aquilino Duque, en «La sombra de Bécquer», que «hay poetas que se nos acercan más o menos en distintas épocas de nuestras vidas. Bécquer en cambio, ha estado siempre a nuestro lado como un perenne ángel de la guarda. Si Lorca ha sido nuestro duende, nuestra danzante sombra oscura, Bécquer ha sido nuestro ángel, nuestra sombra luminosa». El eco de su poesía se advierte, de hecho, en la obra de autores como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Cernuda o, incluso más cercanos en el tiempo, Fernando Ruiz y José Salvago.
La savia renovadora que introdujo Bécquer en su poesía no ha dejado de alimentar a las generaciones posteriores. Y he aquí donde surge la gran cuestión desde la que testar la vigencia del poeta sevillano en las postrimerías de 2020: ¿qué lugar ocupa su legado en la actualidad? ¿Cabe la poesía de Bécquer en un contexto cultural como el presente, forjado a golpe de tuit o de «stories», esas efímeras publicaciones de 24 horas, de Instagram? El panorama de la nueva generación de poetas españoles, más cómodos en las redes que en el papel, es lo suficientemente complejo como para que ninguna respuesta a las interrogantes ahora abiertas resulten inmediatamente satisfactorias, sencillas o unívocas. Por lo pronto, el paisaje actual de la poesía en castellano supera probablemente en calidad, talento y diversidad al de otros géneros literarios y lenguajes artísticos.
Para rastrear, en medio de esta apasionante topografía de casos, la pervivencia de Bécquer, hay que diferenciar entre las dos imágenes que, del autor de «Rimas y Leyendas», han trascendido: la del personaje tardo romántico, que cose su biografía a través de tópicos como el recuento de amantes (la gran mayoría de ellas apócrifas), el ambiente bohemio y una vida tristísima marcada por al pérdida, la enfermedad y las penurias económicas; y la del poeta renovador, con una escritura aparentemente sencilla, pero de un complejo simbolismo.
Bécquer a través del espejo
La primera de estas imágenes (trufada de variopintos estereotipos de apetecible consumo para adolescentes inadaptados y demás fauna a la caza de referentes) es la que ha convertido a Bécquer en uno de los poetas más citados en Twitter. Su poesía ha sido devaluada hasta convertirse en un producto pop, revestido con un aura de malditismo transmoderno que tan bien vale para ilustrar ese neorromanticismo un tanto pegajoso que bulle de retuit en retuit. Bécquer ha sido interpretado en términos de una musicalidad resultona, que ha llevado a cantautores como Marwan a convertirse en los iconos absolutos de la poesía contemporánea. Este tipo de poesía se urde en torno a uno de los falsos mitos sobre los que se ha construido la imagen histórica de Bécquer: el entreveramiento perfecto de versos y biografía, como si cada poema escrito por el sevillano fuera un jirón de su piel tornado en literatura.
Como han demostrado recientes estudios, la hipóstasis de vida y obra no fue tal en Bécquer. Un hiato se abría entre ambas. Pero la reactualización que el «marwanismo» ha realizado del «universo Bécquer» ha conservado este mito de la poesía biográfica, implementándole un seductor malditismo, un triste aire nocturno con olor a perfume y alcohol y un irresistible aire urbano. De alguna manera, el «marwanismo» ha «warholizado» a Bécquer y lo ha convertido en el precedente máximo e inmediato de la poesía 2.0., aparentemente sencilla, pero de un complejo simbolismo. Hay, sin embargo, una interpretación y una visión de Bécquer más allá del pop: el de aquellos jóvenes poetas españoles que, consciente o inconscientemente, han incorporado una escritura límpida, sin artefactos sintácticos algunos, pero con una simbología plena de imágenes y de indagaciones intelectuales.
La dualidad de un genio
Nombres como los de Ben Clark (ganador del Premio Loewe) o el de las últimas revelaciones de la joven poesía española como Rosa Berbel o Raquel Vázquez ejemplifican perfectamente esta interiorización del Bécquer más rompedor, del poeta despojado de estereotipos tardo románticos y asimilado en la magnitud y rigor de su inmensa labor literaria. Entre el Bécquer «pop-cult» y el Bécquer «experimental», existe un notable registro de actitudes que otorgan una enorme amplitud al territorio que abarca su producción y su personaje en la actualidad.
Para una gran parte de la sociedad española, la poesía de Bécquer es como la pintura impresionista: un ideal estético con el que se cree empatizar, cuando, en realidad, su recepción es producto de una lectura epidérmica y aterciopelada. Bécquer es, para mucha gente, lo que tiene que ser la poesía: lirismo, romanticismo, dolor, pasión, sentimientos exaltados. Como si se tratara de una especie de escaparate de la ignorancia o de un espejo donde todo aquel que se asome solo verá proyectadas sus ambiciones, la utilización de la figura del poeta andaluz vuelve a ahondar en su grandeza. Bécquer tiene tantas lecturas como lectores se enfrenten a su producción literaria.
Su relectura a través del filtro deforme de Twitter, ese lugar lleno de odio en el que sin embargo algunos encuentran un remanso de paz para la escritura, lo ha tornado en un autor evidente, encapsulable en 240 caracteres, divisible en píldoras de belleza que curan el corazón o le dan alas. Todo lo que no es evidente en Twitter pasa desapercibido. Y he aquí el problema: que a fin de que la poesía de Bécquer se convirtiera en materia fungible por las redes sociales, se ha descafeinado a veces hasta tornarla en una evidencia que no es. Si reinterpretamos hasta la saciedad, sin acudir a la fuente original, la imagen que devuelve el espejo se deforma. 150 años después de su nacimiento, Bécquer es, al mismo tiempo, laboratorio de la más interesante poesía española y repositorio de citas de Twitter. Unas veces, referente indispensable para comprender las nuevas poéticas; y, otras, souvenir empaquetado para el consumo de adolescentes acuciados por una crisis existencial.