Cuando los blancos también fueron esclavos
El escritor y militar José Antonio Crespo-Francés ha publicado “Los esclavos blancos”, sobre el desconocido comercio de esclavos en Europa y la actual colonización del islam en occidente
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«Veo a la Iglesia del tercer milenio afligida por una plaga mortal, se llama islamismo e invadirá Europa». Estas impactantes y proféticas palabras de san Juan Pablo II en 1993, son recogidas por José Antonio Crespo-Francés en su libro “Los esclavos blancos” (ACTAS), porque “anticipaban algo que vivimos actualmente, la conquista silenciosa del islamismo que pide a gritos la caída de las democracias europeas y la imposición de la “sharia” como ley en la misma Europa”. Crespo-Francés comienza analizando el gran comercio esclavista berberisco sobre Europa, “uno de los grandes desconocidos y olvidados por la historia y que -afirma- debe de ser conocido y estudiado”. Desde la Edad Media existió floreciente mercado musulmán de esclavos que se establecieron en las costas del norte de África, las actuales Argelia, Túnez y Libia, sometidos al poder y protección del imperio otomano. Según el profesor Robert Davis, más de un millón de europeos cristianos blancos fueron sometidos a esclavitud en estas comarcas africanas entre los siglos XVI y XVIII.
La piratería berberisca llevó más europeos a los mercados de esclavos del Magreb entre 1500 a 1650, que africanos por los europeos a América durante la misma época. Y esto siguió sucediendo hasta el siglo XIX en que las potencias europeas contraatacaron y ocuparon por la fuerza los puntos de origen de las incursiones piratas. “Los marines americanos lo pararon definitivamente desembarcando en Trípoli al sufrir EE.UU una serie de ataques en el Mediterráneo. De esta forma -explica el autor-, tocaba a su fin el esclavismo puesto en marcha desde el nacimiento del islam en Arabia en cuatro direcciones: al sur, hacia África; al oeste, hacia Europa en su totalidad, desde Hispania hasta Rusia por medio del Mediterráneo; hacia el este, en dirección a la India; y al norte, hasta las estepas de Asia Central”.
“El sur de las penínsulas ibérica e itálica estaban abandonados desde hacía siglos porque los piratas entraban a saco a llevarse esclavos que eran empleados como galeotes o carne de cañón para cualquier trabajo y si tenían algo de formación los empleaban en servicios personales. Las mujeres eran llevadas a los mercados de trata de blancas, fundamentalmente Constantinopla, convertidas en esclavas sexuales (cuanto más blancas mejor, las del norte de Europa eran las que más les gustaban) y a los niños los convertían en jenízaros o en “köçek”, esclavos vestidos de mujer usados como entretenimiento”, explica Pérez-Francés.
“Fue una esclavitud brutal la que se sometió a Occidente, igual que hicieron en Oriente. En la India se dice que la historia se divide en dos partes, antes y después de esa esclavitud”. Dentro de la lucha contra los piratas berberiscos está la batalla de Lepanto, “donde la corona española consiguió agrupar a las desperdigadas fuerzas cristianas contra el islam y, aunque luego se disgregó, al menos consiguió parar su acción en el Mediterráneo -asegura-. Miguel de Cervantes fue uno de los que sufrió ese esclavismo, preso en Argel cinco años y liberado por monjes trinitarios, que como los mercedarios, se dedicaban a la liberación de esclavos en poder de los piratas berberiscos recaudando dinero en los templos”.
“También ocurrió –explica el autor- que a veces teníamos al enemigo dentro de la propia Europa cristiana, como el “cristianísimo” rey francés aliado de ellos que ofreció sus puertos mediterráneos al imperio turco; los barcos holandeses, que enarbolaban banderas turcas o los protestantes que combatían contra los españoles en los Países Bajos con un medallón en forma de media luna que decía, “antes turcos que papistas”. En Semana Santa había la costumbre de salir encadenados -recuerda el autor-, rememorando esa esclavitud, enseñaban los grillos y cadenas con las que eran esclavizados, como se ve en San Juan de los Reyes en Toledo. Una vez liberados por las órdenes mendicantes, ofrecían ese acto penitencial y recogían dinero para liberar a otros esclavos”.
El problema -dice Pérez-Francés-, ha revivido en los siglos XX y XXI, donde se está produciendo un asentamiento silencioso del islam en Europa. “Es algo progresivo que no se quiere ver y es curioso que las mismas ideologías que reniegan del cristianismo hablan de hermanos musulmanes, sin ver el trato de la mujer, considerada un objeto, algo indefendible desde una ideología progresista de izquierdas y feminista, ni el trato a los homosexuales, a los que ahorcan, o con los disminuidos físicos, a los que tienen tirados como animales”. Algún líder africano dijo que conquistarían Europa a través del vientre de las mujeres, es decir, multiplicando el número de hijos.
“Vienen a una cultura nueva, pero no se integran, hay gentes en Europa de segunda y tercera generación completamente aislados que reniegan de cultura que los acoge y les habla de la libertad, porque ellos esa idea la interpretan como debilidad”, asegura. Actualmente, es la única religión o grupo cultural enfrentado o en conflicto permanente contra las demás civilizaciones o religiones e incluso entre ellos mismos. “Los ataques más brutales los hacen dentro de la propia religión islámica, auténticas masacres porque consideran infiel a personas más moderadas que acepten gustos occidentales”.
“Su objetivo es dominar al mundo entero bajo el islam, por las buenas o por las malas, porque no es una religión de paz, sino de guerra -afirma el autor-. El Corán alude a ella y al combate para acabar con el enemigo, cosa que no hacen otras religiones”. Pero Europa y occidente no dan respuesta, no reaccionan, “nos han tomado la medida, los toleramos, pero tolerancia y reciprocidad son palabras que desconoce el islam, para ellos son un signo de debilidad, nos exigen y consiguen sacar de nosotros ayudas y prebendas que ellos jamás nos darían. Hay un “buenismo” tolerante de una izquierda totalmente intolerante contra el cristianismo, que hace burla y falta al respeto a la religión católica, como meter un crucifijo en un microondas, pero se escandaliza si es al contrario. El islam se ríe de eso que llaman multiculturalismo y “Alianza de Civilizaciones”, una ridiculez inventada por un memo”, concluye.