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“Rhythm 0”: la performance más perturbadora de Marina Abramović

Junto a una mesa con 72 utensilios, la performer permaneció de pie e inmóvil durante 6 horas: “Pueden usarse sobre mí como se quiera. Yo soy el objeto”
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Un látigo, un libro, unos zapatos, vino, pan, un peine, uvas, clavos, azúcar, agua, un abrigo, un sombrero, una vela, cadenas, flores, alcohol, jabón, un hacha, una sierra, un plato, un vaso, pintura... “En la mesa hay 72 utensilios que pueden usarse sobre mí como se quiera. Yo soy el objeto”. Con esta exposición y este texto, Marina Abramović realizó la que quizá sea su performance más explosiva y perturbadora. Bajo el título “Rhythm 0″ (1974), la artista se posicionó junto a la mesa y, de pie, quedó inmóvil durante seis horas. La actuación se prolongó entre las 20:00 y las 2:00 horas. Asumió la plena responsabilidad en cuanto a lo que le podían hacer con dichos objetos, y lo que ocurrió fue escalofriante.
Abramović acaba de ser distinguida con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2021, galardón dotado con 50.000 euros y que destaca “la valentía de Abramović en la entrega al arte absoluto y su adhesión a la vanguardia”, reza el acta del jurado. Y es este firme compromiso por la expresión artística lo le ha llevado a experimentar situaciones de lo más impactantes como fue la de “Rhythm 0″.
Siendo la última pieza de la serie de acciones artísticas llamada “Rhythm” que realizó entre 1973 y 1974, esta fue la última, y de las más conocidas. De hecho, Abramović aún tiene cicatrices en su cuerpo de aquella experiencia que llevó a cabo en Nápoles.
Las tres primeras horas de “Rhythm 0″ transcurrieron sin sobresaltos. El público actuó tímido, cordial, incluso cariñoso. Le besaron, le regalaron una rosa. Hasta que, de entregarle los pétalos, comenzaron a clavarle las espinas. Una vez sobrepasadas las tres primeras horas, el público se tornó violento. Sus acciones, ante la inmovilidad de Abramović que fingía no sentir ni padecer ante ningún movimiento, comenzaron a ser cada vez más duras.
Un hombre le cortó el cuello y bebió la sangre que manaba de la raja. Uno le colocó el sombrero mientras otro le escribió con barra de labios en la frente “END”. Pusieron su cuerpo con las piernas abiertas y pusieron un cuchillo entre ellas. Cargaron un revólver, también disponible en la mesa, y pusieron su mano en él mientras apuntaba a su cuello. Comenzó la locura.
El público se dividió: parte quería protegerla y otra solo quería “divertirse”. Le desnudaron por completo, entrelazaron las espinas de un tallo de una flor en su cuello, esparcieron los pétalos por su rostro, incluso la mancharon de sangre. Mientras ella se llenaba de lágrimas: una de las visitantes intervino para secarle las lágrimas.
Cuando todo, por fin, terminó, Abramović, tal y como prometió, dejó de ser una persona inmóvil y pasó a ser activa. Inmediatamente, todos los que estaban en la sala huyeron rápidamente.
A través de esta performance, la artista dio una auténtica lección hacia lo que la humanidad es capaz de hacer si les das ciertas herramientas. “Lo que aprendí fue que, si dejas que el público decida, te pueden matar. Me sentí verdaderamente atacada: me cortaron la ropa, me clavaron las espinas de las rosas en el estómago, una persona me apuntó a la cabeza con la pistola y otra se la quitó”, explicó Abramović. “Después de exactamente seis horas, según el plan, empecé a moverme, porque estaba ahí como una marioneta para ellos. Y en ese momento, todos escaparon, evitando un enfrentamiento real”.
Un ejemplo, por tanto, de la cobardía ante la verdad y de la maldad que una mayoría puede llegar a tener si tiene la ocasión. Nadie animó a ese público a humillarla, tampoco tenían motivos para hacerle daño físico y mental. Tan solo disponían de esos 72 objetos y, en lugar de escoger el perfume, prefirieron el hacha. “Recuerdo que al volver al hotel y mirarme al espejo, encontré un gran mechón de pelo blanco en mi pelo”, dijo Abramović.

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