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Premios Primavera, entre la austeridad del mundo de ayer y el hedonismo de la sociedad de hoy

Pedro Simón y Dimas Prychysly, ganadores de este reconocimiento con las novelas «Los ingratos» y «No hay gacelas en Finlandia», reflexionan sobre sus novelas y el proceso creativo durante su presentación en Madrid
Jesus G. FeriaLa razon
La Razón

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Esta es una historia de 1975, de los pueblos de antes, de coches sin cinturones de seguridad y de niños que deambulaban descubriendo la realidad de su entorno. Pedro Simón ganó el Premio Primavera de Novela con una obra que mira hacia atrás, pero rehuyendo de los lugares comunes y los tópicos del sentimentalismo y la nostalgia. Su novela, «Los ingratos», es un homenaje a aquella generación que se empeñó en salir hacia adelante sorteando las dificultades.
El escritor y periodista ha presentado su obra en Madrid junto a Dimas Prychysly, que con «No hay gacelas en Finlandia» obtuvo el Premio 25 Primaveras, un galardón que se concede de manera excepcional debido al cuarto de siglo que cumple este prestigioso galardón. Fue en un acto que contó con la participación de la escritora Elvira Lindo y del ex político Eduardo Madina. «Toda ficción es autoficción. Escribir es salvar del olvido lo que hay en el trastero, lo que está cerca de ser tirado a la basura. Mi libro es la historia de una maestra rural en los años 70 que viaja por España. Es una familia condenada a terminar en la ciudad. Es un recorrido que va desde el fin del franquismo al inicio de la democracia, de la España rural a la urbana. En este espacio surge una cuidadora que no sabe escribir ni leer», comentó Pedro Simón.
El escritor reconoció que habla de una España que afecta a todos. «Es un homenaje a esas mujeres que hicieron posible que otras mujeres se empoderasen, a esas mujeres catapulta». Si hago periodismo, dijo, es por la gente que estaba con él, por su hermana que leía, por las mujeres que le han ayudado y que «con una muleta iban al bibliobús para pedir libros con letras grandes». Pedro Simón contó que su madre era maestra rural y que hasta los diez años creció en aldeas. «El pueblo es el lugar donde vas a ser más feliz que nunca, aunque luego viajes a Nueva York. Volver a los pueblos es doloroso por eso. Es el lugar donde has gozado más, pero también es un cementerio de momentos».
Después comentó una de las lecciones que ha extraído de esos años: «Nuestros padres iban siempre de ida, y hoy, nosotros, de una manera muy solemne, de vuelta. Ellos nos enseñaron la austeridad, es decir, vivir mejor con menos. Esto es maravilloso. Es lo más importante que me han enseñado mis padres. Nuestra ingratitud tiene que ver con el hedonismo y la autoimagen, con el tema de las redes... siempre decimos que la gente de las aldeas está preocupada por el qué dirán, pues cualquier moderno de Malasaña está mirando hoy qué dicen de él las redes. Aquellos padres sabían qué era lo importante y qué lo accesorio. Nosotros no lo sabemos ahora».

«No sé bien cómo he acabado en esto»

Dimas Prychysly, que recordó Elvira Lindo, es un escritor que ha llegado para quedarse, ha tejido una novela contemporánea sobre la soledad de los individuos. «Ha sido osado, sobre todo para ser la primera novela, introducir tantos personajes. He contado más de veinte. Son muchos. No quería describirlos en tercera persona y sí que se fueran presentando ellos mismos. Les he dotado de un lenguaje particular para que no se confundieran». Esta obra está trufada de seres marginales, una predilección que el novelista explicó por la atracción que siempre han ejercido en él las personas que permanecen aparte, explicó, no sin cierta carga de ironía, que «profesionalizar la escritura es muy complicado. Hay cierto paternalismo cuando dices que te quieres dedicar a la literatura. No sé bien cómo he acabado en esto. Uno va dando bastonazos de ciego y hay un momento en que rompes la idea romántica que tienes sobre este mundo. Es un trabajo que consiste en escribir y borrar. Y cuando añades el punto final en ocasiones piensas que no vale nada lo que has hecho».
Dimas Prychysly reconoció que algunas personas le han llamado porque se han reconocido en los personajes de su libro y, después de reírse, admitió que «hablar de una señora pija que tiene una vida oculta era peligroso porque puedes caer en el cliché. Siempre partes de algo real y tamizas y surge la ficción. Pero los personajes tienen un detonación real». El novelista, que admitió que «Contra Natura» de Álvaro Pombo le marcó, comentó que «leer es discernir» y distinguir «qué lectura aporta y cuál, no». Y precisó que él no es una persona dada al descanso, una voluntad que tiende al barbecho después de un logro o un éxito, y que ya está embarcado en otra aventura literaria. «Cuando una novela se emancipa, no la quiero leer, porque todo me parecen fallos, errores y la quiero reescribir. A mí, lo que publico, luego, me da vergüenza...».
Dimas Prychysly ha hecho en este libro una reflexión sobre la sociedad actual: el narcisismo, el egocentrismo y el yoísmo de muchos millennials. «Ahora vivimos en una hegemonía del presente y este presente quería que estuviera aquí», dijo. Y después criticó algunas actitudes y comportamientos que muchos jóvenes tienen en las redes. «Hay una cosa que no me gusta y es verme. Yo no hago autopromoción en las redes, no sirvo. Lo que me gusta es escribir y nada más».