Sección patrocinada por sección patrocinada
Camioneta de Guardias de Asalto donde se realizo el asesinato de Calvo Sotelo

Autopsia de la «Camioneta 17» en la que mataron a Calvo Sotelo

La inspección del vehículo se inició a las cuatro de la tarde del mismo 13 de julio de 1936 en la calle del Marqués de la Ensenada

El crimen que desató la Guerra Civil española tuvo lugar a bordo de la camioneta número 17 de la Dirección General de Seguridad, donde dispararon a Calvo Sotelo a bocajarro y en la nuca. La inspección técnica del vehículo, con capota de lona y asientos transversales de cuero, se inició a las cuatro de la tarde del mismo 13 de julio de 1936 en la calle del Marqués de la Ensenada, muy cerca del local que tenía asignado el Juzgado de Guardia en el Palacio de Justicia. Los forenses no pudieron tomar una sola fotografía de la camioneta como consecuencia de la palpable animadversión y suspicacia que sus pesquisas despertaron enseguida entre los vigilantes. «Ante tales circunstancias de ambiente hostil –advertía el doctor Aznar en su relato titulado “Problemas de la investigación criminal en el asesinato de Calvo Sotelo”, publicado en 1956–, con testigos armados, que evidentemente no deseaban que tal investigación se realizara, hube de adoptar, para estudiar las huellas e indicios in situ y recoger los datos que interesaban, una actitud que más revelara la rutina de un trámite judicial que no la significación e importancia técnica de hallazgos en un lugar en el que tan cuidadosamente se había intentado hacer desaparecer cuantas huellas pudieran delatar al crimen y a los criminales».

Minucioso examen

Pese a todo, se procedió a un minucioso examen del vehículo empleando cuantos medios ópticos consideraron necesarios, entre ellos un microscopio binocular y diversos filtros cromáticos. Para su decepción, comprobaron que el coche había sido lavado minuciosamente, lo cual dificultaba mucho su investigación, ya que el agua disolvía las manchas de sangre, sobre todo si eran recientes, y arrastraba otras huellas o indicios, como partículas de barro y pelos, que podían resultar decisivos para la misión pericial.

Aun así, los doctores pudieron comprobar, tras su denodado esfuerzo y paciencia, la existencia de las huellas del crimen. Antes de nada, examinaron la parte exterior de la carrocería. Entre el estribo derecho y el chasis, hallaron varias partículas de tierra impregnadas de una sustancia de un tono rojo oscuro, la cual identificaron luego como restos de sangre desecada recientemente y arrastrada hasta allí probablemente por el agua con que alguien había lavado la camioneta para hacer desaparecer cualquier vestigio del crimen. Pero ninguna otra huella pudieron detectar en el exterior del vehículo, por más que la buscaron con ahínco.

Procedieron entonces a inspeccionar el interior del coche. En el departamento delantero del conductor hallaron restos de sangre sobre la superficie de latón que cubría habitualmente el piso de esa parte del vehículo, localizados en el centro y a unos dos centímetros del borde posterior, cerca del asiento. Poco después, recogieron tres pelos situados a unos cinco centímetros de las manchas de sangre. Para no desperdiciar la más mínima porción de las huellas de sangre, dado que éstas se hallaban en óptimas condiciones para ser analizadas con técnicas químico-biológicas en el laboratorio, el doctor Aznar recortó el trozo de latón que servía de soporte.

En el departamento central, encontraron partículas de arena impregnadas de sangre, así como pequeñas salpicaduras, un papel de fumar ensangrentado y hecho una pelotilla incrustada entre las tablas del suelo; y finalmente, otros dos pelos adheridos también al piso con diminutas costras sanguinolentas. Aznar recogió con sumo cuidado todas esas huellas e indicios, y los empaquetó y precintó para trasladarlos al laboratorio de la Escuela de Medicina Legal donde debían ser analizados.

Las conclusiones definitivas a las que llegaron los forenses Piga y Aznar sobre el modo y las circunstancias en que asesinaron a Calvo Sotelo se recogen en el desconocido informe pericial aportado a la «Causa General» con el sello de la Escuela de Medicina Legal, perteneciente a la Facultad de Medicina de la Universidad Central, cuyas cinco primeras son las siguientes: «1ª.- La muerte del señor Calvo Sotelo fue debida a las lesiones encefálicas ocasionadas por dos disparos de arma de fuego en la región de la nuca, y a boca de jarro. 2ª.- La muerte fue instantánea y sin que el agredido pudiera defenderse ni suponer acaso el momento de la agresión. 3ª.- La posición del agresor era en un plano posterior y a nivel del agredido. 4ª.- Las lesiones de la nariz y de la pierna se produjeron en el momento de la caída, la primera, y como consecuencia de un espasmo convulsivo y choque con un cuerpo duro, la segunda. 5ª.- Las manchas rojo oscuras encontradas en la camioneta número 17 eran de sangre humana». La sangre inocente de Calvo Sotelo.

Pelos ensangrentados

El informe de los forenses Antonio Piga y Blas Aznar añadía otras conclusiones, como que «todas las manchas eran recientes y pertenecían al mismo grupo serológico, el ABMN», de Calvo Sotelo. «Los pelos hallados en la camioneta eran cabellos masculinos de adulto con idénticos caracteres micrográficos y micrométricos que los de la víctima y estaban ensangrentados y fueron arrancados violentamente». Por si fuera poco, afirmaban que «el cadáver estuvo en contacto con el piso de la zona “b” de la camioneta número 17, manchándola de sangre y dejando en él pelos aglutinados. El agresor no tuvo que mancharse de sangre al hacer los disparos. Los que sacaron el cadáver de la camioneta o cuando menos uno de ellos dejó huellas en la zona “a”. Y uno de los que tocaron el cadáver con la mano ensangrentada manchó un papel de fumar que tiró al suelo».