Santiago Isla: «Últimamente se denosta mucho la imaginación»
Narra en «Los juegos florales» (Espasa) la historia de Ignacio Benavides, un joven madrileño y frustrado que busca su salvación a través de la literatura
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Madrid, ese frenético paisaje del que tanto se ha escrito y, aún así, no es suficiente. Para aportar una nueva visión de sus prisas y vermús, Santiago Isla ha presionado el «pause» y enfocado la mirada hacia sus jóvenes. Tan abundantes y diferentes en la capital, el escritor, de 26 años, plasma en su nueva y segunda novela algo que la mayoría comparten: la frustración, el desencanto y, a pesar de ello, la fiesta, la música, las ganas de vivir. En «Los juegos florales» y a través de su protagonista, Ignacio Benavides, el autor se sirve de la ironía para plasmar realidades, todo ello a través de la elegancia, la frescura y, cómo no, el amor por la literatura.
–¿Dónde surge esta historia?
–Quería hablar sobre la frustración, la artística o literaria, pero aplicable a cualquier ámbito de la vida. Mi idea era contraponer a dos personajes: Ignacio Benavides, el protagonista, que es un tipo que se pone las zancadillas a sí mismo todo el rato, y Julio Gasset, que es un tío divino, que tiene la vida resuelta, que no pega ni sello, que, si se cae, tiene una red debajo.
–¿Se siente identificado con alguno?
–Con ninguno. Ni con el protagonista, que se frustra tanto tan rápido y de manera absurda, ni con alguien que trata el arte o las aspiraciones de cada uno de una manera tan frívola, superficial.
–¿Impera la frustración entre la juventud actual?
–Relativamente. Los jóvenes tenemos cierta obligación o deber de intentar mirar al futuro con optimismo. Porque si con 20 años no lo haces, ¿cómo vas a mirarlo con 60? Te conviertes en un cínico muy pronto. Más que una generación frustrada, es una con poca tolerancia a la frustración.
–¿A qué se refiere?
–Eso está encarnado en Ignacio Benavides. En cuanto algo le sale mal se desespera, se frustra y se obsceca mucho. Nuestros abuelos, a nuestros padres les hicieron un caso relativo cuando eran pequeños. Sin embargo nuestros padres, por lo general, al revés, nos han apuntado desde a judo hasta ballet, pasando por pintura. Entonces, si estás mal acostumbrado a que siempre te hagan caso, empiezas a creer que te lo mereces todo. En la vida las cosas importantes exigen un camino de sacrificio, y puede que en mi generación nos cueste más recorrerlo.
–¿Cuál es la mayor carencia de su generación?
–La pérdida casi absoluta de capacidad de atención. Estamos distraídos todo el rato, tiene mucho que ver con los móviles, las redes sociales... Eso te lleva a ser menos capaz de esforzarte, con lo cual te frustras más rápido. Si ahora tienes un romance de verano te escribes por whatsapp, pero en la generación de nuestros abuelos te hubieras tenido que cartear. Las cosas, no solo por ser más escasas, sino por ser menos inmediatas, tienen más valor.
–¿Y la mayor virtud?
–Ahora somos más líquidos, nos movemos más, y eso implica que tenemos mayor capacidad de adaptación, de estar en ambientes diferentes, en trabajos diversos, con todo tipo de gente.
–El protagonista escapa de la frustración con la literatura, ¿hay algo de Santiago en Ignacio?
–No. Esta obra es completamente ficción. Últimamente, o esa es mi percepción, se denosta mucho la imaginación. Es algo curioso. Parece que si los personajes o las tramas tienen un tinte autobiográfico son más válidos. Hay incluso exhibicionismo. Más allá de que vive en la misma ciudad que yo y con una edad similar a la mía, Benavides no tiene nada que ver conmigo. Esa es la magia de escribir: poder meterte en la piel de otra persona.
–El libro, ¿es un retrato generacional?
–No lo creo. Las generaciones son muy amplias y caben muchas cosas. El libro es tragicómico, en el sentido de que ves el mundo a través de una persona con mucha tendencia a la frustración y desencantada con todo y, a la vez, se vislumbra un halo de esperanza. Hay sentido del humor también y gente optimista, que mira al futuro con buenos ojos, y creo que eso es importante.
- «Los juegos florales», de Santiago Isla. Espasa. 304 páginas, 19,90 euros.