“N.E.V.E.R.M.O.R.E.”: La memoria del Prestige ★★☆☆☆
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Autor: Chévere. Director: Xesús Ron. Intérpretes: Manuel Cortés, Borja Fernández, Mónica García, Miguel de Lira, Patricia de Lorenzo y Arantza Villar. Teatro María Guerrero, Madrid. Hasta el 10 de octubre.
Ha quedado menos sugerente, y un poco más aburrido que otros, este último trabajo de Chévere, que trata el tema de la catástrofe medioambiental del Prestige. Y es una pena que, precisamente esta vez, la compañía gallega no haya dado en la tecla, porque no todos los días tiene un creador la oportunidad de subir una historia a las tablas en una coproducción con el Centro Dramático Nacional, institución que en cierto modo garantiza cierta holgura económica y de recursos para acometer los proyectos debidamente. Desde luego, tampoco se puede achacar a la troupe que lideran el director Xesús Ron y los actores Patricia de Lorenzo y Miguel de Lira que no lo hayan intentado, porque es evidente que han explorado con valentía las distintas posibilidades escénicas y han cuidado artística y técnicamente todos los detalles. El problema es que el resultado, sin menoscabo de su profesionalidad, es algo soso en el trasfondo, irregular en la estructura y un poco lento en su narratividad.
La obra, que se titula “N.E.V.E.R.M.O.R.E.” en alusión al grito del cuervo del poema de Edgar Allan Poe y, al mismo tiempo, al nombre traducido al inglés de la plataforma cívica Nunca Máis, se divide en dos partes: la primera, basada en los testimonios de las personas que estuvieron colaborando en las tareas de limpieza, tiene que ver con el impacto que tuvo la tragedia desde el punto de vista personal y emocional en la gente que vio, de la noche a la mañana, sus playas infestadas de chapapote; la segunda parte reconstruye, a partir de las pruebas presentadas en el juicio, las conversaciones –más propias de un sainete que de un operativo de salvamento– entre la tripulación del barco, los armadores, los equipos de rescate y los responsables gubernamentales cuando el buque comunicó por radio su avería, y las decisiones que se fueron adoptando en virtud de ellas. La transición entre ambas partes se plantea con una escena cómica que serviría como alegoría, aunque no está muy lograda, de la verdad que esconde una caja negra del barco que no se pudo recuperar y sigue hoy en el fondo del mar.
Como todo el material documental es de naturaleza sonora, la compañía hace un simpático guiño, en la ambientación, a la forma tradicional de crear efectos; de manera que son los propios actores, cuando no intervienen en la acción, quienes los generan en directo sobre el escenario, igual que se hacía antes en los espacios dramáticos de la radio. Sin embargo, más allá de esta originalidad formal, la posición crítica que adopta la compañía sobre la historia que está contando, tan reveladora en otras ocasiones, y tan aguda para mostrar ángulos diferentes que no se advierten a primera vista, es esta vez bastante estática, cómoda; e incluye algunas proclamas, en forma de pancartas y proyecciones, un tanto facilonas en el plano puramente artístico. En resumen, puede decirse que, a pesar de la corrección en el planteamiento, no hay nada de fondo en el desarrollo que el espectador no sepa ya y que no tenga perfectamente asumido desde que ocurrió aquella tragedia.