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Maldita curva mortal

La aplaudida compañía gallega Chévere vuelve a Madrid con un espectáculo que parte de un desconocido hecho real e ironiza sobre el propio formato documental que utiliza para narrar la trama
José Vicente
La Razón

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En 1927, en una curva de la antigua carretera que va de La Gudiña a Verín, en la provincia de Orense, un hombre falleció al caer de su coche por un barranco. Se llamaba José Fernández España, y era un ingeniero que realizaba el diseño del trazado de la variante sur –también llamada Variante André– de la línea ferroviaria Puebla de Sanabria-Orense. Después de su muerte, esta opción de que el tren pasase por las poblaciones de Verín, Ginzo de Limia o Allariz quedó descartada, y la empresa concesionaria de las obras resolvió acometer el trazado atravesando el Macizo Central orensano.
La decisión supuso un gasto económico enorme y una pérdida de numerosas vidas humanas, así como un varapalo para esas zonas de Galicia que tal vez hubieran salido del aislamiento geográfico y del atraso social gracias al ferrocarril. A aquella curva que para algunos cambió el destino de estos pueblos y de sus gentes, la llaman todavía los lugareños Curva del Ingeniero o Curva España.
Y así precisamente, «Curva España», es como también ha llamado la compañía Chévere a un espectáculo teatral que parte de aquellos hechos históricos de carácter local para reflexionar sobre dos asuntos mucho más generales, según explica su director Xesús Ron: «Por un lado, queríamos hablar sobre algo que nos tocó mucho cuando empezamos a conocer este episodio real y a indagar en él, que es el hecho de cómo la memoria colectiva genera narrativas que son totalmente autónomas de la historia oficial; por otro lado, esta historia del ferrocarril nos conectaba con algo muy del presente, que es el tema de la España vaciada, y esto a su vez nos conectaba con otro asunto muy actual que es ese debate, para nosotros bastante intoxicado, entre una España única y una España plural».
El primero de los dos temas que cita el director, el de la memoria colectiva, captó enseguida la atención de la compañía porque, en palabras de Ron, «se trata de una historia desconocida fuera de esa zona concreta de la comarca de Verín y sobre la que no hay prácticamente documentos escritos; sin embargo, todo el mundo la conoce allí porque se ha transmitido por vía oral de padres a hijos; es sorprendente que hayan pasado ya casi 100 años y que, al nombrar la Curva España, todos sepan allí de qué estás hablando».
Pero, además, desde el punto de vista dramatúrgico, esa memoria colectiva es especialmente suculenta y atractiva en este caso porque los habitantes de aquellos lugares siguen poniendo en duda, como ya hicieran sus padres o sus abuelos cuando ocurrieron los hechos, que la muerte del ingeniero ferroviario fuese fruto realmente de un accidente. «Ellos creen que se quedaron sin tren porque alguien, motivado por oscuros intereses, ordenó asesinar al ingeniero que debía dar el visto bueno a ese trazado», explica Ron. Y tal vez, según las pesquisas de la propia compañía en su labor de documentación, no estén del todo descaminados.
«Lo único cierto es que la muerte del ingeniero ocurre en el momento en que se está decidiendo por dónde debe pasar el tren, y que con esa muerta se da carpetazo a la posibilidad de que pase por Verín. Son dos sucesos que allí la gente vincula, pero nosotros, evidentemente, no podemos atrevernos a relacionarlos. Es verdad que hay muchas incógnitas, lagunas, pruebas perdidas, expedientes extraviados y puertas abiertas para hacer que la duda sea razonable.
La hipótesis que baraja la gente de allí es que lo mandaron matar los caciques del pueblo, que se dedicaban principalmente al vino y que veían en el tren una doble amenaza: por un lado, posibilitaba la llegada a esas tierras del vino procedente de Castilla, que era más abundante y más barato; por otro lado, la propia construcción del ferrocarril podía provocar que los trabajadores abandonasen el campo para probar suerte en una industria que pagaba a sus obreros muchísimo más dinero».
Por si fueran ya pocas, hay muchas otras ramificaciones argumentales sobre los distintos intereses que pudieron converger en la decisión de llevar el ferrocarril por un sitio u otro, en la adjudicación de las obras que se acometieron finalmente y en el papel real que podría estar desempeñando allí el ingeniero Fernández España; pero son detalles que la compañía nos pide, como es lógico, que no desvelemos al lector antes de que ver la función.
Con un material que parte de hechos reales y que ya tiene todo en sí mismo de auténtico thriller, la compañía Chévere –que contará esta vez en el escenario con los actores Patricia de Lorenzo, Miguel de Lira, Lucía Estévez y Leticia T. Blanco– ha visto muy oportuno aventurarse, al menos de forma tangencial o aparente, en el género policial y, al mismo tiempo, en el teatro documental. «En realidad hay una ironía muy sutil –aclara Ron– sobre el propio teatro documental y sobre el propio género policial; hacemos una mezcla de teatro y cine en directo e incluso “ fabricamos” algún documento como si fuese real; pero, ojo, sin tratar de engañar a nadie. ¡Es evidente que no es real!».
Dónde: Teatros del Canal, Negra (calle de Cea Bermúdez, 1. Madrid).
Cuándo: del 4 al 15 de marzo.
Cuánto: desde 15 euros.