“Hasta el alba”: un amanecer creativo en la Compañía Nacional de Danza
Horacio Alcalá cuela su cámara en los preparativos de “Giselle”, el espectáculo de Joaquín de Luz y la Compañía Nacional de Danza que ahora encuentra un preciosista “making of” documental
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Por cuestiones de elitismo, a veces impostado y a veces estrictamente causal, la danza y el ballet no parecen casar con las ideas de cultura cercana y terrenal de lo contemporáneo. Hay, por ello, en los esfuerzos públicos por acercar este arte a nuevas y distintas generaciones, una especie de labor hercúlea, como si al león de la distancia cultural le crecieran, por momentos, las fauces. En esa pelea, una batalla que estamentos como el cinematográfico dieron hace años por perdida en España (no así en la tradición noratlántica, donde este tipo de producciones florecen por momentos), se inserta “Hasta el alba”, el nuevo trabajo documental de Horacio Alcalá que pudo verse en la pasada Semana Internacional del Cine de Valladolid. El director y guionista mexicano, que ya había trabajado en una labor similar junto al Circo del Sol, acerca en su nuevo filme la cámara a los lugares más recónditos de la Compañía Nacional de Danza, mientras Joaquín de Luz preparaba su adaptación de “Giselle”.
A través de la más alta tecnología de imagen, y una pulsión artística que trasciende el mero “making of” en clave preciosista, Alcalá consigue que la danza vaya más allá de lo estético y que los poemas de Bécquer, editorializados por De Luz, sumen a las dos producciones: a la real y a la que estamos viendo. Ese juego, entre la “Giselle” que están preparando bailarines y equipo técnico y la que plantea también Alcalá, sirviéndose de planos filmados en las diferentes estancias de la Biblioteca Nacional, dan como resultado un filme extremadamente bello y delicado que, sin embargo, no deja de ser didáctico con la labor de los profesionales de la danza que organizan el espectáculo. “Hasta el alba”, rara avis en nuestro tejido documental tan tendente a lo argumental, no deja de lado la narración, y se apoya en los bustos parlantes del propio De Luz o Nacho Duato, pero no los usa como puntos y aparte, si no como pequeños paréntesis en el amanecer que resulta todo el documental.
La nitidez de lo didáctico
En Valladolid, donde la película tuvo su puesta de gala en la sección DOC de la Seminci, Alcalá se sentó junto a su productora, Silvia Martínez, y junto a LA RAZÓN, para intentar desgranar el sentido de un documental nítido: “Gracias a mis trabajos anteriores se acercaron a mí, y me plantearon un documental sobre la puesta en escena de “Giselle”, pero no tenían nada concreto en mente. A partir de ahí, tuve completa libertad para hacer mi película y, sobre todo, hacerla como yo la quería hacer”, explica el realizador. Y sigue: “Tuve acceso total, pero el rodaje en la Biblioteca Nacional fue técnicamente muy complicado. El suelo no está preparado para ese tipo de coreografías. Lo que hicimos fue adaptar la intensidad del baile y hacerlo más teatral, más expresivo. Ahí fue tremendamente útil la labor de la narradora, haciendo que el espectador pueda seguir el hilo”.
“Lo diferente es que nunca quisimos hacer un documental contemplativo”, explica Martínez, antes de que intervenga el director: “Había momentos en los que la belleza lírica de la danza te aplastaba, y tenías que luchar para poder decir hasta aquí y llevarte la pieza a montaje. Es complicado filmar algo tan precioso y, en cierto modo, acabar interrumpiéndolo”, remata un Alcalá que este mismo año debutará en la ficción con “Finlandia”, tras su periplo documental.