El Teatro Real mira al futuro en clave de ecología, juventud y memoria
La institución operística madrileña presentó su plan estratégico para el próximo lustro (2022-2027), condicionado por la pandemia
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Entre variantes, brotes y alegrías, ya ha pasado año y medio desde que, el 1 de julio de 2020, el Teatro Real decidiera reabrir sus puertas poniendo fin a una sequía de varios meses causada por la pandemia. Desde entonces, como institución pionera en la adopción de medidas de “nueva normalidad” o, al menos, con las que convivir mientras sigue el virus en nuestra vida diaria, el coliseo operístico no ha cesado de programar nuevas e interesantes versiones de óperas clásicas, conciertos y recitales para animar la vida de una ciudad que, por la razón que más case con su signo político, vuelve a ser epicentro del turismo.
«No fue fácil reabrir, pero con el tiempo se ha demostrado que fue la decisión más acertada», explicó en rueda de prensa el Presidente del Teatro Real, Gregorio Marañón, como preámbulo a la presentación de la nueva estrategia de la institución para el plazo 2022-2027. Pese a que la validez del último guion de lustro estaba recién inaugurada, según Marañón, «tenía poco sentido teniendo en cuenta los condicionantes del coronavirus». Así, y flanqueado por los recién renovados Director General, Ignacio García Belenguer, y Director Artístico, Joan Matabosch, Marañón explicó los planes del Real para los próximos cinco años a través de cinco objetivos claros: el establecimiento y mantenimiento de la ópera madrileña como una referencia mundial; la construcción de una red de colaboración con otras instituciones españolas para afianzar el tejido artístico patrio; la inclusión de la sociedad civil, atendiendo a las «nuevas sensibilidades» del público; la modernización de los Recursos Humanos del Real; la transformación digital; y la sostenibilidad.
En verde y en sepia
Las novedades más importantes del plan de lustro están en estos dos últimos puntos, puesto que García Belenguer anunció la intención del Real de convertirse en un «edificio 4.0», no solo reduciendo su huella de carbono al mínimo, sino además compensándola y haciéndola incluso negativa. Del mismo modo, y a través de la digitalización de las operaciones de mantenimiento y la implementación de energías renovables, el coliseo quiere encontrarse con los objetivos marcados por los fondos de recuperación europeos «Next Generation».
Esta pátina de verde, de un Real comprometido, también se dará junto a la del sepia de su archivo histórico, que por fin se enfrentará a la restauración y digitalización que se venía pidiendo desde su reapertura oficial. Así, y en consonancia con los tesoros del Real que guarda la Biblioteca Nacional, casi dos siglos de planos, documentos y fotografías pasarán a estar disponibles a golpe de clic para curiosos e investigadores.
Sin perder de vista su objetivo más ambicioso, el de bajar la media de edad de los espectadores y de-sacralizar de una vez por todas el espectáculo, Marañón y Belenguer también quisieron hacer referencia a lo más coyuntural, que pasa por los 25 casos de COVID que obligaron a cancelar una de las sesiones de «La Bohème» a principio de año: «No podemos seguir actuando igual que hace un año. Nuestra relación con la pandemia no es la misma y 25 casos, no coincidentes en el tiempo, en un elenco de 450 personas no puede ser catalogado como brote», explicaron los responsables del Real aludiendo a los informes de su equipo médico y aclarando que la falta de test entre el Coro se debe a su externalización como empresa y «no a una falta de responsabilidad» de la institución operística.