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La lucha sin interrupción de Tardi en viñetas

El veterano dibujante francés convierte en cómic la biografía política y social de su compañera Dominique Grange
Joan Mateu Parra / Shooting
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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A veces la Historia tiende a olvidar aquellos episodios que avergüenzan a un país, los que demuestran que las cosas no se hicieron bien y que las heridas no han cicatrizado como debería ser. Jacques Tardi, una de las mejores cosas que le han pasado al cómic francés de todos los tiempos, es muy consciente de eso, como lo ha demostrado en trabajos tan amargos como fascinantes. Ahí está, por ejemplo, su ambicioso proyecto «¡Puta guerra!», que nos invitaba a ver las trincheras de la Primera Mundial desde otra perspectiva más dura y, de alguna manera, más humana, a partir de las vivencias del abuelo materno del artista.
La historia olvidada y el compromiso social son dos de los grandes hilos argumentales del nuevo trabajo de Tardi, en esta ocasión escrito por su esposa Dominique Grange. Eso es lo que encontramos en las páginas de «Elise y los nuevos partisanos», que acaba de publicar Salamandra en nuestro país. El álbum es la historia de Grange, una reconocida cantante y actriz, como militante de la Gauche Prolétarienne, grupo de extrema izquierda nacido a partir del excesivamente mitificado Mayo del 68.
Tanto Tardi como Grange estuvieron la semana pasada en el certamen Comic Barcelona para presentar un trabajo que se inicia con un episodio tan trágico como desconocido: una masacre sucedida en el París de 1961 y que acabó con la vida de unas doscientas personas a manos de la policía durante las protestas contra la guerra de Argelia. En una de las viñetas de Tardi puede verse cómo un agente lanza a un bebé a las gélidas orillas del Sena. «Yo lo vi», dice Tardi a este periódico, «eso es algo que no se puede olvidar y lo presencié. Por eso he querido incluirlo aquí. No puede permanecer oculto un hecho como ese. Me parecía importante mostrar algo que ha sido visto por muchos testigos pero que no llegó a ser filmado. Es algo que tiene mucha similitud con la represión que sufrieron los judíos en 1942. El método represivo es el mismo veinte años más tarde. El dibujo te permite rescatar todo eso», reconoce el veterano artista.
Ese espíritu combativo también lo conserva Dominique Grange, quien reconoce que «en este tiempo que estamos viviendo se está perdiendo la memoria. Lo que hemos querido, lo que más nos interesaba, era poder narrar algo que vivimos nosotros en un tiempo en el que la lucha de clases era mucho más evidente que ahora».
¿De eso queda algo? Los dos artistas creen que, por ejemplo, de todo lo que decía Mao solamente se puede conservar una máxima: «Tenemos motivos para rebelarnos». «El espíritu de Mao era atreverse a luchar y vencer. El maoísmo era fácil, una herramienta que todos podían usar, aunque nosotros no militábamos en batallones maoístas. Sí pensábamos que la revolución iba a llegar. Nos parece que es sano poder transmitir ese patrimonio», reconocen los autores de «Elise y los nuevos partisanos». Todo ello es una referencia a un pasado que «no está olvidado, está borrado. Es un poco como lo que les pasa a ustedes con la herencia de la Guerra Civil. No se le da importancia. En Francia es igual, como demuestra el hecho de que no se resolvieron todos los problemas con la independencia de Argelia, pero no se quiere hablar de eso», dice Grange.
Precisamente Grange hacía tiempo que quería contar lo mucho vivido, las detenciones, las torturas, el paso por la cárcel, en un tiempo que ha quedado de alguna manera disfrazado por la imagen de postal de la capital francesa. «Tardi me repetía: “Cuenta, cuenta esta historia y te la dibujo”. Los dos compartimos la misma mirada hacia la sociedad, aunque la experiencia sobre ese tiempo para mí es diferente que la que tiene él», explica la coautora del cómic.
Todo documentado
Tardi ha intentado ser lo más preciso posible en este trabajo hasta el punto de documentar cada uno de los escenarios que aparecen en sus páginas. «Para mí era muy importante la documentación, fuimos recorriendo cada fábrica que aparece en el libro. Si ya no existía, como la de Renault, buscaba documentación gráfica. He intentado ser riguroso con la representación, por ejemplo, de las máquinas que dibujo y que estaban en esos talleres. El problema es que en cuarenta años desaparece el paisaje y todo es más difícil», explica Jacques Tardi. Y ambos coinciden en querer «restituir la realidad» en las viñetas del álbum, hasta el punto de querer ofrecer al lector «el lado oculto de Mayo del 68, un momento en el que había gran esperanza». Lo que pasó en París en ese momento «desapareció con esa imagen de flores y “hippies”. No, no era eso porque hablamos de un tiempo en el que seguía la guerra en Vietnam, en el que había un movimiento antimilitarista y pacífico. No era casualidad que 20 millones de trabajadores pararan y quisieran combatir».
Tardi sigue en las luchas de tinta china y prepara en estos días una nueva entrega de la escritora de novelas policiacas Adèle Blanc-Sec, una de las grandes heroínas del cómic.