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Un “Trovatore” de voces poderosas

La Razón

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Coro de la Ópera de Málaga y Orquesta Filarmónica de Málaga. Directores: Arnaud Bernard (escena) y Carlos Aragón (música). Málaga, 29-V- 2022.
Tras “Rigoletto” llegó al Teatro Cervantes de Málaga otro de los títulos verdianos más populares, “Il Trovatore, inspirado en el drama del español García Gutierrez, sobre el que Salvatore Cammarano escribió un libreto un tanto deslavazado, pero al que Verdi añadió una música de extraordinario poder.
Ese poder verdiano junto con el de las voces principales fue el aliciente que hizo disfrutar y entusiasmarse al público, que aplaudió tras muchas escenas de la velada. Y eso le hizo olvidarse de la penuria de la producción escénica proveniente de la ópera de Zagreb y de la en muchos aspectos absurda dirección escénica de Arnaud Bernard. Los cuatro actos se desarrollan en el inicio del siglo XIX. Con el cuadro de Goya de los fusilamientos de Príncipe Pío del 3 de mayo se inicia la acción y también la termina cuando el Conde de Luna dispara a Manrico a modo de fusilamiento, simulando la célebre pintura, mientras que el libreto pone en palabras del Conde “Manrico, a la muerte va”, pero ya está muerto y no precisamente en el patíbulo. En fin, son muchos los detalles incoherentes o incomprensibles, al menos para un humilde crítico, como el busto o un figurante omnipresente que acaba suicidándose. Toda la acción tiene lugar en el patio de un palacio, en el que una vez están los soldados y otra vez los gitanos o las monjas del convento. ¡Ay que ver a lo que las puestas en escena pueden llegar!
A la Filarmónica de Málaga, dirigida por Carlos Aragón, le faltó empuje, languideciendo en muchos momentos, desde el relato inicial de Ferrando a los soldados hasta los acordes graves del “Miserere”. Por su lado, el Coro de la Ópera de Málaga no tuvo su mejor día en cuanto al empaste.
Pero, como se decía al inicio, lo valioso de estas funciones fue el poder de la música de Verdi y de las voces principales. Tanto las virtudes y defectos de Jorge de León como Juan José Rodríguez son ya conocidas. Comparten voces que llenan las salas, bien timbradas en sus respectivas cuerdas, extensión de registros, seguridad en las notas altas, etc. Son, en definitiva, dos artistas en plenitud que cantan por todo el mundo. No hay muchos como ellos. Otra cosa es que fuesen de desear más sutilezas en el fraseo, más delicadeza en el canto. Aplaudidísimas su “Balen”, “Ah si ben mio” o la famosa “Pira”. Voz también muy importante la de la rumana Carmen Topciu como Azucena, en la misma línea de características de los anteriores. Notable la intervención de Laura Sánchez Naranjo y a menor nivel que los anteriores el Ferrando de José Antonio García.
Dejo expresamente para el final a Ignacio Rocío, una soprano en clarísima carrera ascendente, que debería figurar en carteles de muchos más teatros de fuera. Ha evolucionado enormemente desde sus inicios, tanto en técnica como vocalmente. El caudal ha crecido lo que no se podía imaginar. Posee homogeneidad y, lo más destacable en estas funciones, es que fue quien sí supo apianar, utilizar las medias voces y aportar sutileza en un papel de grandes exigencias, desde las agilidades de la cabaleta del primer aria a la fortaleza del “Tu vedrai”, pasando por las sutilezas del “Amor sull’ali rosee” o la rotundidad de sus frases en el “Miserere”. Una gran y muy positiva sorpresa.
En fin, una representación a la antigua usanza, con una pobre escenografía y la primacía de los cantantes. Con esto último nos quedamos todos los asistentes. Una petición: que por favor vuelvan los programas en condiciones al Cervantes.