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Asesinos en serie (V): Margarita Sánchez Gutiérrez, la viuda negra de Málaga

La infame criminal era conocida como «La tuerta» y utilizaba el veneno para matar
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La Razón
  • César Alcalá

    César Alcalá

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Como consecuencia de un problema en un ojo se la conocía como «La Tuerta». También fue apodada como «la viuda negra». Nació en Málaga el 26 de diciembre de 1953. Los crímenes que cometió no se alejaron de su círculo próximo: su familia y sus vecinos. El sistema era fácil y eficaz: el veneno. De Málaga se trasladó a Barcelona. Allí conoció a Luis Navarro Nuez, conductor del Metro, que le pidió matrimonio. Se instalaron en la calle Riera Blanca. El matrimonio tuvo dos hijos. Al poco tiempo cambiaron de domicilio. El motivo era que el padre de Luis estaba enfermo y decidieron ir a la calle Caballero para cuidarlo. Las cosas no iban bien. Luis era alcohólico y necesitaba calmantes para poder contraer el sueño. Ese medicamento sería la base del veneno que Margarita utilizó para todas sus víctimas. El padre de Luis no sobrevivió mucho tiempo a la operación y, cuando murió, decidieron quedarse para cuidar a la madre de éste, Carmen Nuez. Margarita y su suegra no se llevaban muy bien. Se peleaban diariamente, pudiéndose decir que aquella casa era un infierno.
Para que en la casa entrara más dinero empezó a cuidar ancianos. Mientras tanto continuaban las peleas matrimoniales. Margarita quería acabar con aquella situación. El 3 de agosto de 1992 ingresó en un hospital barcelonés una anciana de 70 años llamada Rosa. Era amiga y vecina de Margarita y vivía en la calle Condes de Bell·lloc. Al cabo de unos días murió. La investigación policial comprobó enseguida que en la cuenta bancaria faltaba un millón de pesetas y que varios objetos de la casa habían desaparecido.
El 26 de octubre de 1992 fallecía en la Clínica Provenza Luis Navarro Nuez. Según los médicos de muerte natural. Lo cierto es que un mes antes de morir había sido ingresado en la misma clínica aquejado de intoxicación. No le dieron importancia debido a que tomaba medicamentos para dormir y a su cuadro alcohólico. Al poco tiempo cayó enferma su suegra. Gracias a ser una mujer fuerte se salvó de las cinco intoxicaciones que sufrió. La anciana estaba sorprendida de una cosa: cuando estaba con ella enfermaba y, en cambio, sanaba cuando estaba lejos de ella.
En mayo de 1993, cambió de domicilio. Se fue a vivir a casa de su hermana Josefa Sánchez y su cuñado José Aracil, en la calle Riera Blanca número 95. Al poco tiempo Manuel Díaz Rojas, de 57 años es encontrado en coma, muriendo pocos días después. Tampoco el cuñado se salvó. Este tenía 50 años y el 14 de agosto de 1993 murió. Lo curioso del caso es que la cuenta corriente no tenía dinero. La siguiente víctima fue José Antonio Cerqueira, de 69 años. Mientras estaba agonizando desapareció de su cuenta bancaria medio millón de pesetas. Como los otros también falleció.
En septiembre de 1993 consigue entablar amistad con Piedad Hinojo, de 67 años. Pocos días después Margarita llamó a la hija de esta y le explicó que desde ya hacía varios días no sabía nada sobre su madre. Al abrir la puerta la encontró inconsciente. Por suerte Pilar Hinojo pudo sobrevivir a la intoxicación de Margarita. Eso sí, durante el tiempo que estuvo en el hospital, Margarita le robó el dinero y las joyas.
Las investigaciones policiales finalizaron en el año 1996. En aquel momento fue detenida y acusada, inicialmente, de cuatro asesinatos y tres tentativas de asesinato por envenenamiento. También detuvieron a su hija Sonia, como cómplice, aunque posteriormente fue puesta en libertad. Hemos dicho que fue acusada inicialmente. Las investigaciones policiales averiguaron que el medicamento que se tomaba el marido, ingerido y mezclado con otros fármacos, podía provocar el envenenamiento de una persona. El medicamento en cuestión se llama Colme. Teniendo en cuenta lo que acabamos de leer, cualquier persona puede ser capaz de envenenar a una persona utilizando el Colme. Todo el mundo menos Margarita. ¿Por qué? Era una analfabeta y difícilmente podía haber leído el prospecto y maquinar todas las muertes con una combinación de fármacos.
El tribunal terminó condenándola por tres delitos de lesiones, robos con violencia y delito de falsedad. Al final, quedó absuelta de los asesinatos al considerarse que solamente quería dormir a sus víctimas y nunca asesinarlas. Fue condenada a 34 años de prisión. Su hija, Sonia Navarro, fue condenada a cuatro años de cárcel como cómplice principal de su madre. Perdió la custodia de su hijo, el cual fue dado en adopción a una familia de acogida.