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¿Sabe cuál es el superlativo de frío? ¿Y de pulcro? Aquí hay una lista para hablar súper bien

Su uso en castellano es muy común, pero algunos de ellos tienen una forma irregular que resulta complicada para los hablantes
Alvaro BarrientosAP

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El superlativo es el grado máximo de expresión al que pueden someterse los adjetivos y algunos adverbios en español para enfatizar su dimensión. Su uso es muy frecuente en castellano y, sin embargo, pocos utilizan bien las formas irregulares de algunos de los de uso más común. Por ejemplo, el grado máximo de frío es “frigidísimo” y el de pulcro es “pulquérrimo”. Aquí están algunos ejemplos para hacer un uso, más que bueno, óptimo del lenguaje.
La mayor parte de los superlativos se forman de la forma más sencilla, con el sufijo -ísimo. Ya saben, de guapa o de guapa, guapísima y guapísimo. De alto, altísimo; de gordo, gordísimo. Sin embargo, otros adjetivos más infrecuentes también tienen forma con ese sufijo. Por ejemplo, si quieren hablar súper bien, y quieren referirse a alguien de una crueldad extrema, digan de esa persona que “crudelísima”. Otro más difícil: de sagrado, debe decirse “sacratísimo”. El diccionario María Moliner admite ”parcísimo” y “espurcísimo” como superlativos absolutos de “parco” y de “sucio” respectivamente.
Otro segundo grupo de los más abundantes, pero de uso menos frecuente porque muchos hablantes no lo dominan, es el que se forma con el sufijo -érrimo. Si algo es mucho más que mísero, es “misérrimo”. De célebre, tenemos celebérrimo y de libre, libérrimo. De íntegro, uno difícil: integérrimo. La formación del superlativo de pobre era irregular, pero la Real Academia ha terminado por aceptar la fórmula más común entre los hablantes. La versión más correcta es “paupérrimo”, pero hoy en día ya se admite “pobrísimo”.
Ocurre algo similar con el superlativo de bueno, cuya forma culta y correcta es “óptimo”, pero también puede decirse “buenísimo”, al igual que de malo existe pésimo pero se utiliza habitualmente malísimo. Idéntica situalción se da con pequeño y mínimo (y el más común pequeñísimo), grande y máximo (grandísimo), bajo e ínfimo (bajísimo) y, finalmente, alto y supremo (altísimo). En una categoría superior de dificultad están las formas derivadas del latín, muchas de ellas, en desuso. Por ejemplo, si conocen a alguien que es mucho más que un enemigo, digan de esa persona que es su “inimicísimo”.
Otra forma de crear estos superlativos es mediante adverbios como “bien”, “muy”, “sumamente”, “súper” o “tan”, por ejemplo. También mediante prefijos como “archi-”, “requete-” o “extra”.

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