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Agradecidos a Rosendo

El legendario rockero pone «puntos suspensivos» a su carrera después de 45 años de oficio con una gira que hace sus últimas paradas en Madrid, su casa, y Barcelona

Rosendo podría seguir sacando discos, pero retirado de las grandes giras / Efe
Rosendo podría seguir sacando discos, pero retirado de las grandes giras / Efelarazon

El legendario rockero pone «puntos suspensivos» a su carrera después de 45 años de oficio con una gira que hace sus últimas paradas en Madrid, su casa, y Barcelona.

La carrera de Rosendo Mercado (Madrid, 1954) se define por sus canciones, como debe ser en un músico aunque nos hayan querido hacer pensar otra cosa con algunos supuestos artistas. Y el de Carabanchel ha inscrito algunas de las suyas en la historia de España: «Maneras de vivir», «Este Madrid», «El tren», «¡Corre, corre!» o «¡Qué desilusión!» con Leño ya son temas inmortales, pero menos que los que firmó depués en solitario: «Agradecido», «Flojos de pantalón», «Loco por incordiar», «Pan de higo» y tantas otras que a lo largo de 45 años de carrera el músico ha ido labrando desde la humildad y la discreción. Ahora, Rosendo ha decidido poner puntos suspensivos (nunca digas de este agua no beberé) a su carrera con una gira, que, no lo oculta, puede ser de despedida. «Ni quemarse ni desvanecerse, dejarlo en lo más alto», dice el comunicado de su gira, que deja abierta la puerta a que ésta no sea una retirada absoluta: «Rosendo se toma un respiro en un camino que no conoce el punto y aparte y queda en puntos suspensivos», indica. Se va, si así lo quiere, un héroe de la música popular española, un enorme letrista de la escuela de la calle que plasmó con lenguaje y estilo verdadero una forma de hablar de un tiempo y una manera de vivir huyendo del ego y la autoconciencia.

Un castellano madrileño

Mención expresa merece su manejo de un castellano sonoro, de chulas palabras como impertinente, p’alante, cosita y desilusión, y también de otros sintagmas rarunos como «disparando pan de higo», así como palabras bizarras en la letra de un tema de rock como berbiquí, picaporte o berberecho. Rosendo ha ido labrando un universo léxico que le ha otorgado un puesto en la historia de los letristas de rock en español. Están a tiempo de escucharle en Coruña (hoy), Barakaldo (mañana), Madrid (20 de diciembre) y Barcelona (22 y 23).

Como recuerdan los biógrafos de Leño Kike Turrón y Kike Babas en el libreto de la caja recopilatoria que acaba de aparecer («Ni presunto ni confeso», Warner), Mercado era un chaval «de transgresores pelos largos en tiempos tardofranquistas que se esforzaba en aprender los solos de Black Sabbath, Led Zeppelin y Deep Purple, que sería santo y seña de una manera de hacer rock: guitarrero, contundente, inteligente y deslenguado». A eso añádesele el casticismo más carabanchelero y la mezcla se denominó en España con la deficiente etiqueta de «rock urbano», como si se pudiera concebir algún rock fuera de los confines de la ciudad. Con Leño, desde el emblemático año de 1978, publicaría tres discos con temas emblemáticos como «El tren», «Corre, corre» y especialmente «Maneras de vivir», pero su estilo quedará fuera de los focos ante el empuje de la «new wave» y su versión local, la Movida. Para mayor degracia, como recuerdan los autores, «tras un via crucis discográfico para poder iniciar su carrera en solitario, (en la negociación, Rosendo perderá los derechos de las canciones de Leño por 25 años), se lanza su primera referencia con un elocuente título: ''Loco por incordiar (1985)''». El madrileño formará un cuarteto con teclista pero, sobre todo, deberá conformar un discurso propio y nuevo en el contexto de los 80 en la capital, estrafalario y desmesurado. Frente a los tiempos de Leño, que vestía monos de mecánico o paracaidista, Rosendo hizo del atuendo del currela, pantalón vaquero y camiseta, una declaración de intenciones.

Aislamiento y mamoneo

En esa etapa, edita otras dos referencias con RCA que muestran a un Rosendo algo desnortado, poco afilado, seguramente debido a su voluntario aislamiento, a su negativa a entrar en el mamoneo de la industria musical. Se estaba formando una personalidad que dio frutos en «Jugar al gua» (1988) y muy especialmente en el «Directo» del año siguiente, un álbum perfecto para los no iniciados por la selección que hace el músico de un repertorio que ya ha dado la mayoría de sus mejores frutos y una banda, formada por Miguel Jiménez (batería), Rafa J. Vegas (bajo) y Gustavo di Nobile (Teclados) en perfecto funcionamiento. Después llegará el Rosendo filosófico, no huraño pero sí esquivo, aunque con algunos chispazos de rabia, en dos décadas en las que seguirá entregando discos con regularidad y recibiendo homenajes a regañadientes (institucionales, callejeros y hasta proyectos de estatuas). Y así incluso pudo resarcirse y celebrar a Leño de nuevo y mantenerse fiel a su oficio y a sus principios lanzando dardos y denunciando la hipocresía y la desvergüenza. Hasta llegar al presente, en el que casi parece que de manera dulce llega adonde quería.