Arte

Milímetro por milímetro: la meticulosa "ducha" del David de Miguel Ángel

La icónica escultura, expuesta en la Galería de la Academia de Florencia, se somete cada dos meses a un delicado proceso de limpieza

El David de Miguel Ángel, durante su limpieza
El David de Miguel Ángel, durante su limpiezaAgencia EFE

Al fondo de un pasillo presidido por los inacabados esclavos de Miguel Ángel -conjunto escultórico que nunca llegó a terminar para la tumba del Papa Julio II-, se abre una sala en forma circular y, en su centro, una de las esculturas más bellas y conocidas del mundo: el David. Es, junto al Moisés y la Piedad, una de sus obras más relevantes, y representa a un joven y bíblico David preparado para enfrentarse a Goliat. Una imagen que fue acogida como símbolo de la República de Florencia, gracias a transmitir presencia y fortaleza, y que se ubicó inicialmente en la Piazza de la Signoria, atribuyéndole así un valor civil e incluso político. La escultura surgió de un bloque de mármol de 18 pies de altura, equivalente a 5 metros y medio, y fue ejecutada por la insuperable maestría y detallismo de Miguel Ángel. Dejó de exponerse en plena calle -ahora le suple una copia-, pues tal obra de arte debía protegerse de las inclemencias del paso del tiempo, y hoy día se erige como una de las joyas de la Galería de la Academia, donde la cuidan, la veneran y, por supuesto, la limpian.

De vez en cuando, el David de Miguel Ángel "se ducha". Cada dos meses, se quita el polvo que va reuniendo y que procede del ambiente. Algo imperceptible por parte del público, pues la escultura luce en un blanco mármol impoluto. Pero sí que debe cuidarse, como la joya escultórica que es. Y hay una persona privilegiada en tal labor, cuya delicadeza y meticulosidad le hacen apta para esta labor: es la conservadora Eleonora Pucci. Cada día que toca limpieza se cierra la Galería para tal fin, y al David le envuelve un andamio, por donde trabaja la experta. Es de las pocas, quizá la única de forma reciente, que tiene la oportunidad de mirar de frente y a los ojos al David, que se expone sobre un alto pedestal.

 

Explica Cecilie Hollberg, directora del museo, que "si uno la mira de abajo hacia arriba ve una especie de pelusa, y eso no es bonito y no es digno de la obra de arte que conservamos". Por ello, justifica que estas "duchas" son "una forma de respeto, de dignidad que queremos darle a cada obra de arte". El proceso es el siguiente: primero se observa de forma incisiva la escultura, para después realizarle fotografías. Con una máquina aspiradora, se elimina el polvo adherido a la piel del vencedor del Goliat, y sobre todo de aquellas zonas más complicadas, como pueden ser sus rizos. Y por último se realiza lo más tedioso: un cepillado milimétrico por cada parte de los 5,17 metros de altura que mide la obra. "Hay que tener mucho cuidado de no acercarse demasiado, pero sí lo suficiente para poder quitar el polvo", concluye Hollberg.