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Pintura
Pepe Baena: el don de retratar la profundidad de lo cotidiano
El pintor gaditano Pepe Baena se encarga de la portada del nuevo disco de Antonio Orozco y de campañas con Cruzcampo o Font Vella, entre otras obras de arte
En una época donde el arte contemporáneo a menudo busca lo disruptivo y lo conceptual, Pepe Baena (Cádiz, 1979) ha encontrado su voz en lo cotidiano y lo íntimo. Desde su estudio en Cádiz, Baena captura escenas de la vida diaria —desayunos familiares, pescados frescos del mercado, momentos compartidos en torno a la mesa— y las transforma en obras que resuenan profundamente con el espectador. Su enfoque sincero y su habilidad para encontrar belleza en lo común le han valido reconocimiento tanto en exposiciones como en colaboraciones con marcas como Cruzcampo y Font Vella. Además, gracias a su trabajo y a la visibilidad que le han facilitado las redes sociales, es la mano que hay detrás del retrato que abre el nuevo disco de Antonio Orozco. Sin duda, el artista atraviesa unos años que marcan un antes y un después en su trayectoria profesional y a finales de año lo encontraremos, entre otras cosas, en las galerías David Bardía y María Porto de Madrid.

¿Cómo empezaste en el arte y cuándo supiste que querías dedicarte a esto profesionalmente?
Lejos de lo esperado, empecé tarde a pintar, a los 31 años. Estudié Imagen y Sonido y mucho después me interesé por el mundo de la pintura, di con un profesor y poco a poco fui aprendiendo e involucrándome más. Lo que se fraguó como un hobby se ha convertido en mi trabajo.
¿Qué temas o emociones atraviesan tu obra de forma recurrente?
Me gusta pintar mi vida, mis niños, mi familia, la comida propia de mi tierra… Me inspiro en lo que me rodea y sin buscarlo me he dado cuenta de que la gente hace de mis temas algo propio. Para mí, eso es el éxito, que vean un cuadro y piensen en su vida, esto engancha. Las galletas nos llevan a la infancia y despiertan cierta nostalgia. En general, las cosas normales de la vida conectan con mis cuadros.
Ocurre en el cine y en el arte en general, que la gente valora cada vez más ese costumbrismo el cual nos hace partícipes a todos y a todas. Y eso lo vemos también en tus cuadros.
Así es, lo veo en las impresiones de la gente cuando contempla los cuadros. Sentirse reflejado y ser parte de algo gusta, sobre todo si se trata de los recuerdos familiares, por ejemplo.
¿Cuál fue la inspiración que te llevó a tus bodegones?
Recuerdo el primer cuadro que pinté de este estilo, que fue algo tan común como un café con churros. Un pintor lo vio y me dijo: “¿tú para qué pintas esto?”, esa pregunta no la olvido, se me quedó grabada. Pensé que pintaba sobre temas que a mí me gustaban pero que no conectaban con la gente. Sin embargo, con el tiempo, eso ha cambiado. De hecho, he estado recientemente Edimburgo viendo a Velázquez, mi referente y mi pintor favorito, y ver a la “Vieja friendo huevos” demuestra que de toda la vida se ha pintado lo cotidiano. Este hombre, en el año 1600, ya hablaba de lo que era Sevilla y de su vida.

¿Cuál es el punto de partida de los vasos con Cola Cao, los pescados o las galletas que todos tenemos en nuestro imaginario común?
Pinto lo que me rodea y soy de Cádiz. Y eso significa el desayuno de un Cola Cao, las tostas de Inés Rosales, los churros, los pescaitos fritos o la Cruzcampo, con quienes he trabajado recientemente.
¿Qué papel han tenido las redes sociales en tu trayectoria profesional?
Le debo muchísimo a las redes sociales. Son una galería abierta al mundo. Yo uso principalmente Instagram y gracias a eso he podido dar a conocer mi trabajo y contactar con mucha gente. Ya me ha pasado muchas veces que me escriban desde Ámsterdam o Alemania, por ejemplo, para pedirme un cuadro. Igual que ahora, que estoy en estas galerías de Madrid (David Bardia y María Porto) gracias a las redes sociales.
¿Qué proyecto llamó a tu puerta para confirmarte que “la cosa iba en serio”?
Han sido varios. Que te llamen para exponer en Madrid siendo de Cádiz es un orgullo. 2024 fue un año muy bueno y 2025 desde luego que nunca lo olvidaré. En abril coincidieron los proyectos para Cruzcampo, Font Vella y la portada del disco del artista Antonio Orozco. Estoy muy contento.
¿Cómo fue el proceso creativo de tus últimos proyectos?
En el caso de Cruzcampo me pidieron incluir algunos cuadros míos en sus etiquetas para su campaña llamada “Patrimonio”. Para mí es fundamental hacer obras que me gusten y con las que conecte, si no, me sería imposible. Ser de Cádiz y ver en la Plaza de la Hispanidad una lona enorme instalada por la marca cervecera, de 27,8 metros de altura y 23 metros de anchura, conmi bodegón y acompañado de un lema muy carnavalero: “Esto es Cádiz y aquí…”, fue muy emocionante.
En Font Vella me llamaron por su 150 aniversario y reunieron a cuatro ilustradores y a mí. Me mandaron una botella, puse a mis niños en la mesa y me puse manos a la obra.
¿Cuál es el tiempo medio que tardas en hacer tus proyectos? ¿Tienes alguna rutina a la hora de ponerte a trabajar?
Depende de muchas cosas. Los retratos son lo más complicado para mí, puesto que tienen que gustar al sujeto, al público y a mí; con las figuras humanas tardo más. Esto me puede llevar casi un mes. Lo que tiene que ver con la cocina me lleva menos tiempo. No sigo ninguna rutina específica, trabajo desde mi estudio o desde mi casa y cuando estoy inspirado, no fuerzo, me escucho. Aunque es cierto que cada vez el cuerpo me pide más sentarme a pintar.

¿Y cómo te sentiste cuando supiste que ibas a hacerle la portada del disco a Antonio Orozco?
Fue todo a través de un amigo en común, nosotros no nos conocíamos. Le enseñaron mis cuadros y le gustaron. Y una noche, nos reunimos en un barco en San Felipe (Cádiz), se cerró todo. Escuché el disco con detenimiento, me explicó el proyecto y lo que quería era un retrato suyo con un fondo oscuro. Me gustó mucho la idea, pero un reto enorme para mí.
Hablas de tus tres hijos y los has pintado en vuestros momentos compartidos. Ejerciendo de padre y de artista, ¿cómo le inculcas que se adentren en el mundo cultural?
Esto tiene que salir de forma natural. Mis niños son del Real Madrid y yo del Atleti y lo llevo fatal (ríe). Creo que solo con que vean desde pequeños que su padre pinta, algo se les quedará. En mi caso, mis padres tenían pinturas en casa, a mí se me quedaron esas imágenes y me gustaban. Ellos coleccionaban y supongo que, en cierto modo, me influenciaron. Mis niños van a mi estudio, mi mujer es restauradora y están rodeados en este entorno. Además, los escucho decir en alto que su padre es pintor y les gusta verse reflejados en los cuadros.
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