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Bienal de Venecia: El «pabellón de Cataluña»

El Institut Ramon Llull participa en el certamen por décimo año consecutivo sin espacio propio (reservado solo a los estados) con una muestra con estatuas vejadas, retiradas y otras admiradas en espacios públicos catalanes y una «performance» en la que se «decapita» a una artista que recrea ser un monumento a Franco.
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El Institut Ramon Llull participa en el certamen por décimo año consecutivo sin espacio propio con una muestra con estatuas vejadas, retiradas y otras admiradas en espacios públicos catalanes y una «performance» en la que se «decapita» a una artista que recrea ser un monumento a Franco.
Paseando por las calles menos transitadas de Venecia, si es que éstas existen, uno se da de bruces con el castillo de Montjuic. «¿Pero esto qué es, una procesión?», protesta una vecina a la que han venido a alterar la poca calma que existe en la ciudad. Y en cierto modo lleva razón. Delante de su casa le acaban de romper un huevo en la cabeza a una estatua de Franco, la han tirado por los suelos y han terminado decapitándola.
Cambien al caudillo esculpido en bronce por Marta Aguilar –la artista que sufre la performance– y olviden lo de cortar cabezas, que el resto es todo verdad. Un grupo de personas con paraguas desafían al mal tiempo para seguir un recorrido por una Venecia transfigurada en las calles de Barcelona, donde distintos símbolos fueron ultrajados. Los hechos reales ocurrieron en un almacén de la Ciudad Condal en 2013, cuando alguien robó la cabeza de la estatua del dictador que había estado expuesta en el Museo Militar en Montjuic, y los figurados son parte de la actuación de la delegación de Cataluña en la inauguración de la Bienal de Venecia. No es que Franco haya venido a Italia, pero sí la idea que suscita.
La actuación lleva por título «To lose your head» (perder la cabeza) y es parte de los Eventos Colaterales en los que Cataluña lleva participando desde hace una década en la Bienal. «No se trata de transmitir ningún mensaje político ni de división, sino de mostrar las reacciones apasionadas de la gente contra seres inertes, las estatuas, en las que se vuelcan nuestras pulsiones más humanas. Estamos acostumbrados a verlo en los países árabes, como con la estatua de Sadam Husein en Irak, pero también lo tenemos mucho más cerca», asegura Pedro Azara, comisario de la muestra y profesor de Estética en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Barcelona. Porque realmente ese es su mensaje, el estético, en el que se pide tomar distancias para no expresar nuestras rabias contra cualquier forma de arte. Es decir, no olvidemos que lo único que hay dentro de esa ira somos nosotros mismos.
Para contrarrestar tenemos el paso del Santo Entierro del Gremio de Mareantes de Tarragona, que después de desfilar por su tierra cada Viernes Santo se ha venido a Venecia. Es una parte de las obras adoradas (y reales), porque lo interesante es mostrar las imágenes que provocan reacciones apasionadas en las masas, para bien o mal.
Volviendo al terreno de lo imaginario, otra de las estatuas representadas por la artista Marta Aguilar es la de Johan Cruyff, convertida en una especie de altar a las puertas del Camp Nou. Si las demás son vilipendiadas, ésta recibe flores y homenajes en formas de camisetas del Barça. Solo faltaba también un abucheo aquí después de lo de Liverpool. La actuación termina con un recuerdo al monumento de Jordi Pujol, que fue derribado y pintarrajeado, después de destaparse el dinero sin regularizar que la familia tuvo en Andorra durante 30 años. En este caso, también a la artista la rocían con una pintura blanca por el pelo, ante lo que una de las asistentes grita: «Basta».
El trabajo del pabellón de Cataluña corre a cargo del Institut Ramon Llul, la principal institución cultural catalana. Desde hace años la Generalitat pide un pabellón propio en la Bienal, pero solo los estados –y no todos– lo tienen. El presupuesto de la delegación catalana es de 480.000 euros.