Sección patrocinada por sección patrocinada
Libros

España

Blanca Marsillach: «Quizá un día digan que Adolfo Marsillach fue mi padre»

Blanca Marsillach
Blanca Marsillachlarazon

Hace tiempo que Blanca Marsillach quiso quitarse la losa de «hija de». Haciendo teatro convencional resultaba bastante complicado, pues Adolfo fue el padre del teatro público e hizo avances significativos en la escuela española de actuación, pero ahora, gracias a Varela Producciones y a la Fundación Repsol intenta ser pionera en algo: el teatro social.

–¿Qué es «Enamórate de Lope de Vega»?

–Es un pasaje por todos los estados musicales y sentimentales para dar vida al autor, que además es su año, y, de paso, acercar los clásicos a los alumnos de secundaria y a gentes con capacidades diferentes para irles preparando para obras de integración total en un futuro.

–Hay versos a ritmo de rap, pop... ¿Cómo le suena mejor Lope de Vega?

–Me suena bien de todas formas, es mi escritor favorito. Aunque, pensándolo bien, quizá con la ópera.

–¿Qué ha descubierto durante este tiempo dedicándose al teatro social?

–Es una asignatura pendiente para los alumnos. Creo que sienten que nunca les han dado la oportunidad para dedicarse a ello. Cualquier persona con todas sus capacidades duda si seguir con su vocación estética por miedo a morir de hambre, imagínate si eres alguien especial, sienten que es aún más un privilegio poder dedicarse a su pasión. Cuando convocamos a la gente sentimos que vibran, que sienten que la vida les trata bien, lo notas en sus ojos.

–Los versos de Lope de Vega, a pesar de la complejidad lingüística para alguien del siglo XXI, ¿también les llegan?

–Les llega todo: el amor profundo que transmiten los versos, el aplauso, los focos, el reconocimiento, el hecho de creer que tú eres uno más.

–¿Qué pasó en su vida para aparcar el teatro tradicional por estos gestos de solidaridad?

–Pasó que tuve una mala etapa y me ayudaron incondicionalmente. Además, siempre he sentido debilidad por la gente más vulnerable. Quería ser pionera en algo y por lo menos servir de vehículo aprovechando mi nombre y todo lo que yo he mamado desde pequeña para todos aquellos que también sienten esa pasión.

–Y en los colegios convencionales, ¿cómo les reciben cuando acuden con versos del Siglo de Oro?

–Cuando les pones la música de rap, les hablas de tú, ven cómo hablan del amor, del sexo de la lujuria, se dan cuenta de que eran los raperos de antes. Con sus palabras, les resultan muy cañeros y no señores aburridos con barba. Aprenden lecciones importantes como que: «Poderoso caballero es don dinero», cosa que ya ocurría entonces, pero también ahora en este sistema capitalista. La idea es que puedan leer un libro de texto y les resulte familiar porque ya hayan visto «La vida es sueño», en definitiva, que no tengamos miedo al teatro ni a la cultura.

–¿Y cuál cree que será su siguiente paso?

–Estoy descubriendo mi faceta como directora, pero esto no asunto mío sólo, hay gente como mi socia, Elise Varela, y todo un equipo de chicas detrás. Sólo soy una pieza más para que todo suceda, una atrezzista, ni mucho menos me considero la estrella de la función.

–Eso significa renunciar al ego, con lo que les cuesta a muchos artistas...

-Sí cuesta y, sobre todo, no únicamente por el ego, sino porque detrás hay una vocación actoral y se echa de menos enfrentarse al público.

–¿No tiene mono?

–Tengo un poquito, pero afortunadamente participo en los programas de educación de la Comunidad de Madrid y La Caixa y he podido recuperar la función de mi padre «Una noche con los clásicos» y me quito la espinita.

–Por fin ha podido compartir escenario con su progenitor, aunque sea de forma simbólica, ¿cómo se siente?

–Es mejor así, de esta forma no me puede decir que lo hago mal. Ya en serio, es una maravilla poder observarle como hombre y como actor.

–Siempre se refieren a su padre, pero es hija de una casi finalista de Miss Unierso, ¿se lo pusieron difícil por ambas partes?

-Sí, mi madre además de guapa, fue una mujer muy moderna. Cada uno fue grande en su estilo. Ambos me ayudaron mucho a poder hacer lo que me gusta.

–¿Ha sentido la necesidad de "matar a los padres"?

-Pues es complicado, me he salvado del síndrome por los pelos. Ya no cargo con esos complejos, lo tengo asumido. Quién sabe si algun día dirán que Adolfo Marsillach fue el padre de Blanca...

–Usted se formó fuera de España, ¿qué le diría a todos aquellos que ahora tienen que hacer las maletas y salir de nuestro país?

–Que hay que hacerlo, que es importante viajar y aprender idiomas y saber lo que hay para apreciar lo que tienes. Si eres actor de teatro, como yo, hay que partir de que se hace mejor en tu idioma, es decir, nunca vas a poder interpretar a Shakespeare como un actor inglés. Yo lo he hecho, pero reconozco que me sale mejor Calderón porque es mi idioma. Aun así vivir fuera me ayudó mucho.

–¿Cree que ya hemos despejado el pesimismo que nos ha rodeado estos años a causa de la crisis?

–No, seguimos en lo mismo, no se percibe un cambio, aunque yo voy repartiéndolo, me chuto cada día varias dosis de optimismo.