Bob Dylan inunda de clase las Noches del Botánico
La leyenda de Minnesota entrega en Madrid un extraordinario recital en el inicio de su larga gira española
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Es esto de se tiene o no se tiene. Y eso es precisamente lo que le sobra a Bob Dylan. Esa cosa, ese pellizco, esa sabiduría, ese talento, esa autenticidad, esa clase. Tiene 82 años y, claro, quién a esa edad no ha vivido tiempos mejores, y más cuando te dedicas al mundo del espectáculo. Pero lo que hay sigue siendo tremendamente bueno y con ciertos momentos que nadie más puede ofrecer. Es lo que se vio en Madrid en el inicio de su amplia gira española de dos semanas.
Bob Dylan es un músico y lleva al límite su profesión. Hay que tener mucho amor a las canciones y a los conciertos para seguir de gira a su edad. Bob Dylan también es un artista, y de los mejores. Cree en el momento, no en lo ya vivido o lo ya cantado. Por eso entrega un concierto sin concesiones, sin uno solo de sus grandes clásicos, desde “Blowin’ in the wind” a “Like a rolling Stone” o “Knockin’ on heaven’s door”. Y, por supuesto, Bob Dylan es una leyenda, probablemente lo que más haya pesado en el inusitado fervor que ha generado su nueva gira por estos lares, quizá la última.
Estamos ante un extravagante hombre de otro tiempo que hace años que viene ofreciendo conciertos casi anacrónicos. Vivimos tiempos en los que basta una presencia y una máquina para facturar una canción de éxito. A cambio, Dylan propone un show de hace un siglo: la verdad de las canciones, un grupo de cinco músicos excelentes y pura crudeza en escena. También son tiempos en los que se estila acudir a un evento con el único propósito de llevar a las redes la inmortalización de una presencia para provocar envidias y elevar insulsos egos. A cambio, Dylan prohíbe el uso de los móviles en los conciertos, que ojalá cunda el ejemplo. Y sí, vivimos tiempos en los que la gente valora más un “buenas noches Madrid” que una interpretación realmente auténtica. Una silenciosa rebeldía más de Dylan.
Y sí, pasan los años. Hace tiempo que este hombre no sorprende en sus conciertos con elecciones enrevesadas y cambios de repertorio fulminantes que hacían de cada show una experiencia única. Ahora no solo centra su conciertos en su último trabajo, el crudo “Rough and Rowdy Ways”, sino que apenas hay cambios de una gira a otra. Pero Dylan no parece aburrido en absoluto. Y su voz resultó sorprendente y hermosa. Realmente es un show muy bien estructurado en el que sus canciones más antiguas casan muy bien con las nuevas gracias a sus sorprendentes arreglos. Son los casos de “Watching the river flow” o “Most likely you go your way”, con los que inició el bolo. Luego llegarían las excelentes “When I paint my masterpiece”, “To be alone with you” o especialmente la religiosa “Gotta serve somebody”, uno de los grandes trallazos de la noche. Como “Key West”, que se puede considerar su último clásico y fue maravillosa. O su homenaje al gran Buddy Holly con la apasionada recreación de su mítico “Not fade away”. Y cómo olvidar también el cierre de su show en el Botánico con la delicadísima “Every grain of sand”. Y así se marchó en la romántica y húmeda noche madrileña, con sus andares desgarbados y su imaginaria corona de rey, el músico, el artista y la leyenda.