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Bob Dylan inicia en Madrid una larga gira española con sabor a despedida

El músico no acepta prensa acreditada ni fotógrafos y requisa los móviles antes del concierto
Bob Dylan arranca su gira por Españalarazon
La Razón
  • Alberto Bravo

    Alberto Bravo

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A sus 82 años recién cumplidos, Bob Dylan inició anoche en Madrid una larga gira que le tendrá durante dos semanas por la península con conciertos también en Sevilla, Granada, Alicante, Huesca, San Sebastián, Logroño y Barcelona. Un largo tour con sabor a despedida, aunque quién sabe. Su amor por la carretera es tan infinito que parece hasta un desafío a la mortalidad.
Pocas sorpresas caben para sus nuevos conciertos. Hace años que apenas varía su repertorio, centrado en los últimos tiempos en su último disco, “Rough and Rowdy Ways”, el núcleo de todos sus bolos. Así, una tras otra van cayendo canciones como “I contain multitudes”, “False prophet”, “My own version of you”, “Crossing the Rubicon”, “Doodby Jimmy Reed” o “Key West”, probablemente su pieza más destacada.
Hace tiempo que Dylan también renunció a recuperar clásicos inmortales como “Like a rolling Stone”, “Blowin’ in the wind”, “Just like a woman”, “Knockin’ on heaven’s door” y demás. Incluso descarta recuperar piezas de su aclamado “Time out of mind”, de 1997, que se sometió recientemente a una exhaustiva revisión con la caja “Fragments”, de sus “Bootleg Series”. Nadie debe esperar himnos por los que una vez fue proclamado como “portavoz de una generación”.
Si acaso, una buena referencia de lo que ofrece actualmente Bob Dylan se puede encontrar en el reciente lanzamiento del álbum “Kingdon Shadow”, la recuperación de un especial de televisión de hace dos años en el que hizo sorprendentes versiones de temas como “Watching the river flow”, “Most likely you go your way”, “When I Paint my masterpiece” o “To be alone with you”. Canciones que de ningún modo se pueden considerar clásicas, y mucho menos con sus irreconocibles (aunque deliciosos) arreglos para la ocasión.
No es un show para todos los gustos porque remite a conceptos añejos, estructuras de pretérito folk y blues que Dylan interpreta con gusto, más allá de que la edad y los excesos hayan pasado factura en sus debilitadas cuerdas vocales. Dylan no ofrece concesiones ni fuegos de artificios, es música a la antigua usanza, casi minimalista, ejecutada con clase y una banda extraordinaria comandada por su fiel Tony Garnier al contrabajo, con quien lleva tocando desde hace más de cuatro décadas.
Bob Dylan, de riguroso traje, interpreta todas las canciones parapetado tras su piano, que le acompaña desde hace muchos años, y ocasionalmente toca la armónica. Nada de guitarra. Y lo hace con una voz cálida y estilo, variando las melodías originales en un show reposado y lleno de gusto, alejado de cualquier cliché. Ni un guiño a la nostalgia. El pasado no parece existir para esta leyenda.
Lo importante es la música, algo que deja claro con su novedosa imposición: nada de móviles en los conciertos, requisados antes del inicio. Toda una declaración de intenciones para frustración de aquellos que acuden a los conciertos con ganas de proclamar en las redes sociales ese “aquí estoy yo”. Esperemos que el ejemplo cunda.
Este es Bob Dylan en el invierno de su vida, un músico que parece huir de su leyenda dejando claro que es el aquí y el ahora lo importante en la carrera de un artista. El mito nunca debe opacar al creador de canciones. Y Bob Dylan en esto es el Zeus de la música.