Rebeldía y pantalones: Katharine Hepburn, la gran feminista de Hollywood
Un 12 de mayo de hace 115 nacía en Estados Unidos una de las actrices con más personalidad, presencia y carácter de la historia del cine
Creada:
Última actualización:
No tenía pelos en la lengua, no atendía a normas, era tímida y al mismo tiempo imponente, no era una mujer al uso y aún se considera como una leyenda de Hollywood. Katharine Hepburn, que nació un día como hoy de 1907, además de un talento brillante ante la cámara, demostró tener un carácter único. Su vida estuvo repleta de anécdotas: desde los Premios Oscar de 1974, cuando acudió a entregar un premio en pijama, hasta las cuatro estatuillas de la Academia que ganó y nunca recogió, pues así protestaba frente a unos galardones que consideraba poco serios. Se trata de la única actriz en la historia en alzarse con cuatro Oscar -le sigue Meryl Streep con tres estatuillas-, así como es considerada una de las mejores intérpretes de la historia.
Rompedora, inteligente, rebelde, talentosa, divertida... A Katharine Hepburn poco le hizo falta para brillar con luz propia durante su carrera profesional, que abarcó gran parte del siglo XX. Una fama y reconocimiento que no se hacían menores por su condición de “anti estrella”, pues la actriz no firmaba autógrafos, se despegaba de todo lo relacionado con la industria hollywoodiense y se negaba a dar entrevistas a la Prensa. “Es un negocio en el que empiezas porque eres un egocéntrico”, decía sobre su propio oficio.
Hepburn tenía, por tanto, una gran filmografía, una personalidad única y, además, un estilo característico: distaba mucho de las actrices del Hollywood dorado, que lucían los mejores vestidos y peinados. Al contrario, Hepburn siempre aparecía en pantalones, con el pelo suelto o semi recogido, lo que fuera necesario para primar la comodidad ante el glamour. En una ocasión, la periodista Barbara Walters le preguntó si tenía alguna falda: “Tengo una, me la pondré para su funeral”, le respondió la actriz, descarada, directa, icono de Hollywood.
“Nunca fue tan bella como Greta Garbo o Grace Kelly, ni daba titulares como Liz Taylor, ni desnudaba su alma como Judy Garland y nunca tuvo el poder interpretativo de Bette Davis, -explicaba su último biógrafo, William J. Mann-, pero Hepburn es, junto con Marilyn Monroe, la leyenda femenina de Hollywood de mayor reconocimiento internacional. Se creó a sí misma para sobrevivir y prosperar en Hollywood. Y para ello tuvo que reinventarse no una, sino varias veces”.
“Veneno” en taquilla
No todo fue fama y reconocimiento en la vida de la actriz, pues una serie de fracasos en pantalla hicieron que se ganase el apodo de “Veneno para la taquilla”: a finales de los años 30, Hepburn perdió popularidad, lo que ella se tomó como una mala racha. Fue el caso, por ejemplo, de la cinta “La fiera de mi niña” (1938), de Howard Hawks, a día de hoy una de las más icónicas de la intérprete, pero un fracaso en taquilla en aquella época. No obstante, esto no le sirvió para tirar la toalla, sino que Hepburn continuó adelante y fue capaz de reinventarse y recuperar el ritmo de su carrera profesional.
Hizo grandes parejas cinematográficas con Cary Grant, Humphrey Bogart y Spencer Tracy. Este último, además, fue el amor de su vida, lo que se supo como se pudo, pues Hepburn mantenía su vida personal de la forma más privada posible. Una forma de reivindicar que la mujer en el cine no solo era estilo y romance, sino que como cualquier hombre la base residía en el talento, una actitud feminista que la convirtió en una de las actrices más activistas en este sentido de la historia del cine. De hecho, llegó a ser rechazada como protagonista de “Lo que el viento se llevó” (1939) por no tener suficiente atractivo sexual.
Hepburn brillaba en pantalla: era un terremoto interpretativo, invadía la escena con tan solo su presencia, y firmó varios de sus grandes trabajos -ante todo en su primera etapa- con el cineasta George Cukor. Ejemplo de ello fue uno de los títulos estrella de Hepburn: “Historias de Filadelfia” (1940), así como destacan “La reina de África” (1951), de John Huston, “La costilla de Adán” (1949), de Cukor, “Locuras de verano” (1955), de David Lean, “De repente, el últimio verano” (1959), de Joseph L. Mankiewicz, o “Adivina quién viene esta noche (1967), de Stanley Kramer.