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Tim Burton, perdido (y encontrado) dentro del laberinto: “Los monstruos nunca me han parecido malos”

El padre del Chico Ostra inaugura una exposición inmersiva que recorre las particularidades del universo de sus obras y exhibe más de doscientos bocetos originales propios
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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En el mapa de sombras, cementerios y bruma que lleva recubriendo desde principios de la década de los ochenta las aristas puntiagudas de todos los mundos imaginados por esa pajarería fascinante y barroca que es la cabeza de Tim Burton y, en contra de la voluntad natural de sus estéticas amenazantes y extrañas, existe un hueco bastante generoso para la consciente aparición de personajes espejo en todas sus películas, capaces de albergar afecto, amor, luz o cualquier sentimiento puro que se aleje de la oscuridad. Entre otras cosas, porque el padre del Chico Ostra siempre se refugió en el terror y la fantasía, pero nunca le dejaron de gustar las personas.
“Siempre me han gustado los monstruos, nunca me han parecido malos y siempre he sido capaz de encontrar en ellos una parte emocional muy potente, un reverso romántico. Eduardo Manostijeras por ejemplo es un personaje que yo cree justo cuando era adolescente y en ese momento me identificaba con sentimientos y personajes como los de Frankenstein, capaces de representar conceptos no excluyentes como la sombra y la ternura. Lo que me da miedo es la palabra normal. Mis grandes pesadillas creciendo fueron sobre mis padres, sobre colegio, es decir, sobre cosas normales”, comparte desprendido y gentil con los compañeros de Prensa que nos encontramos disfrutando de la intimidad matutina de un café con el de Burbank justo enfrente de la inmensa carpa (ilustrada con una figura achatada de enorme mandíbula y sonrisa descarada creada ad hoc por el director) que recubre la estructura expositiva de “Tim Burton. El laberinto”, una muestra inmersiva creada por el equipo de LESTGO en connivencia con la supervisión y aportaciones del propio cineasta que puede visitarse a partir de hoy y cuyo objetivo es profundizar en la diversidad temática del universo Burton, conduciendo aleatoriamente al visitante por las distintas estancias que reproducen las particularidades visuales de sus obras más destacadas.
De esta manera, en el interior del recinto de Ibercaja situado en el Paseo Delicias (lugar en el que se ubica la exposición) conviven varias salas distribuidas estratégicamente de forma laberíntica para propiciar un recorrido distinto que acentúa el tiempo de observación del objeto artístico: prepárense para estar como mínimo una hora trasteando por la psique de este artista personalísimo recientemente propuesto por Almeida como embajador de Madrid. “Dibujo las cosas tal y como las veo en mi mente, pero intentando que sean frescas. Por ejemplo, cada vez que regreso a Madrid me encuentro con gente distinta, con una energía diferente que me hace ver las cosas de otra manera. Es verdad también que a medida que te vas haciendo mayor adquieres una perspectiva renovada, por un lado, pero al mismo tiempo te das cuenta de que no todo es tan nuevo como cuando eras niño. Por eso intento mantener siempre mi mente abierta y procuro seguir descubriendo la frescura de las cosas, como cuando me fijo en árboles o en el cielo: intento seguir percibiendo en ellos las formas extrañas que tanto me gustan”, reconoce el cineasta mientras su cuerpo cubierto por un traje negro se tambalea por la risa y su cara parapetada por unas icónicas gafas negras polarizadas, de estas que dejan ver los ojos del otro sin necesidad de que se las quiten y un sombrero del mismo color, se expande.
En una suerte de juego de probabilidad especular, los títulos introductorios de cada espacio no coinciden con el nombre de sus películas, sino con una combinación abstracta de conceptos sobre los que gira la atmósfera de la obra en cuestión, pudiendo encontrar así el nombre de “Amor, fantasmas y cementerios” detrás de la puerta dedicada a “La novia cadáver”. Guardando coherencia con el mantenimiento de ese perfil outsider que siempre ha procurado salvar y potenciar, Burton se remonta a su época de desarrollo para reconocer que cuando “los perdedores no dominaban la conversación cultural, sufría. En el momento en el que de pequeño te has sentido alguna vez de una manera determinada, es muy difícil que ese sentimiento de extrañeza desaparezca, permanece contigo siempre. Aunque luego la cosa cambie y tengas éxito, siempre vas a tener sensación de aislamiento o de soledad”, explica.
La dinámica del proyecto, que parte esencialmente de los doscientos bocetos originales cedidos por el creador para la ocasión y que también se exponen conjuntamente con el resto de escenografías, aspectos lumínicos y musicales, vestuarios y esculturas de gran tamaño creadas por los maestros falleros de Santa Eulalia que integran los ambientes predominantemente escénicos de cada habitación se parece bastante, tal y como confiesa el creador de “Beetlejuice”, “Big Fish” o “Charlie y la fábrica de chocolate” entre otras tantas, al ordenamiento anárquico de su cabeza: “Toda la estructura de esta exposición representa fenomenal cómo funciona mi cabeza, algo que todavía ni siquiera yo mismo he conseguido descifrar. Abres una puerta y no sabes hacia dónde vas”. Parece que no va a quedar más remedio que atreverse a intentarlo con todas.