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"Bel canto": Secuestro desafinado

"Bel canto": Secuestro desafinado
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Director: Paul Weitz. Guión: P. Weitz y Anthony Weintraub, según el libro de A. Patchett. Intérpretes: Julianne Moore, Ken Watanabe, Sebastian Koch, Ryo Kase. EE. UU., 2018. Duración: 100 min. Drama.

Nunca el síndrome de Estocolmo había sido retratado de forma tan benéfica como en «Bel canto». Tal y como Paul Weitz enfoca el secuestro de un grupo de rehenes en la embajada japonesa de un país suramericano aquello parece un fin de semana en un club de campo donde, felizmente, pudientes y revolucionarios han perdido su conciencia de clase para amar a los que fueron ancestrales antagonistas. Así las cosas, en «Bel canto» el famoso síndrome no se percibe como síntoma inequívoco de estrés postraumático, que atraviesa distintas fases de extrañamiento y apego a lo largo del cautiverio, principalmente porque Weitz es incapaz de transmitir ninguna sensación de paso del tiempo y porque la comprensión mutua entre rehenes y secuestradores aparece al poco de arrancar el metraje, con la consiguiente y repentina humanización de la prepotente diva de la ópera (una desafortunada Julianne Moore) y el «capo» revolucionario que lideran bandos opuestos en liza. Si la película es entrañable en su ridiculez, es porque ni siquiera se da cuenta de lo bizarro que resulta que su antipática heroína se ponga a cantar un aria a pie de balcón para convencer al gobierno de que devuelva el agua corriente a la embajada, o que guerrilleros y burgueses acaben jugando al corre que te pillo en el jardín para escenificar una artificial reconciliación entre opresores y oprimidos.