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Cornelia, la Escipión que era más que una matrona

Fue hija de uno de los héroes romanos de la segunda Guerra Púnica, pero ella quería que fuera reconocida por todos como madre de los hermanos Graco
Cornelia, hija de Escipión
Cornelia, hija de EscipiónWikipedia
La Razón

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En los anales de la antigua Roma, emerge Cornelia, matrona por excelencia y figura destacada en el mundo antiguo, aunque quizás el lector jamás haya escuchado de ella. Nacida alrededor del 189 a.C., Cornelia provenía de los Cornelio Escipión. Su linaje estaba marcado por ser hija de Emilia Tercia y de uno de los generales romanos destacados en la Segunda Guerra Púnica, Cornelio Escipión Africano.
De su infancia se conoce que fue probablemente la primera mujer romana bien instruida en literatura griega. Algunas mujeres de las clases superiores recibieron una educación literaria y filosófica, estrechamente relacionada con sus parientes masculinos eruditos (padres o maridos). En el caso de Cornelia, al ser sobrina de Lucio Emilio Paulo, apodado Macedónico por disputarse la tercera guerra macedónica contra el rey Perseo, probablemente leyese parte de los textos de la biblioteca real macedónica que se llevaron a Roma tras la victoria en Pidna. Aunque existen otros ejemplos de mujeres romanas doctas en la República, ninguna hasta entonces había ostentado tanto contacto con la educación y cultura griegas del momento.
La contribución de Cornelia como matrona ejemplar también merece atención. Era esencial la enseñanza de las mujeres que formaban parte de la élite romana, como ya se mencionado en otras ocasiones en esta sección (con Agripina la Menor y Helvia), sobre todo porque la educación también les permitía instruir a su prole. En el caso de Cornelia, cuenta la leyenda que ante una muestra de vanidad y glorificación de ropas y joyas por parte de una mujer de la élite, Cornelia mostró a sus dos hijos y exclamó con orgullo: “Estas son mis joyas”. Más que hija del Africano, deseaba ser nombrada la “madre de los Graco”, encarnando así el papel esencial en la formación de sus hijos, los tribunos Tiberio y Cayo Graco.
Los progenitores ideales de la élite tenían la responsabilidad de instruir a sus hijos en el comportamiento apropiado para que pudieran convertirse en futuros miembros de dicha élite. Esto implicaba establecer modelos de conducta para ellos. En particular, se esperaba que las madres romanas guiaran a sus hijos hacia una conducta moral adecuada, pero también se esperaba de ellas que supieran lo suficiente sobre los actos públicos de sus parientes masculinos y antepasados como para impartir este conocimiento a sus hijos. En el caso de Cornelia, se la considera como una madre que cuidó tanto de que sus hijos tuvieran los recursos necesarios, como una buena “virtus”. Se creía que las virtudes de sus hijos se debían más a la educación que a sus atributos innatos, ya que no se consideraba que ningún otro romano estuviera tan bien dotado por naturaleza.
Asimismo, la encarnación del ideal romano de la matrona se manifiesta en Cornelia, siendo la fecundidad un componente fundamental de este paradigma. Casada en el 175 a. C. con Tiberio Sempronio Graco, Cornelia dio a luz a doce hijos, aunque solo tres de ellos, los tribunos ya mencionados y su hija Sempronia, sobrevivieron a la edad adulta. Esta anécdota arroja luz sobre el ideal de la fecundidad como algo positivo para una madre romana, aunque también demuestra que el tamaño efectivo de las familias (el número de hijos vivos en un momento dado, en lugar de todos los hijos que habían nacido) era a menudo reducido, seguramente a causa de enfermedades, ya que la mortalidad infantil no era tan inusual. Esto llevó a la clase política romana a creer que las familias no se reproducían adecuadamente y motivó las famosas Leges Iuliae de Augusto sobre el matrimonio, que ofrecían incentivos a las familias con tres hijos y penalizaban a los solteros.
Junto a su descendencia, Cornelia queda viuda a una edad temprana. Esta situación planteaba habitualmente un desafío, ya que, en la práctica romana, a diferencia de lo estipulado por la ley (donde los hijos pasan estar a cargo de la familia y la mujer pierde todo), las viudas asumían la responsabilidad de sus hijos. Astutas estrategias legales aseguraban incluso que estas mujeres viudas mantuvieran el control sobre la propiedad que heredarían su prole. De este modo, las viudas y las mujeres divorciadas se encargaban de la crianza de los niños, con un “control nominal” a través de un tutor, al menos desde la época de Cornelia.
Por último, Cornelia representa el prototipo de matrona romana, un modelo que se establece como el ideal intemporal de mujer fuerte y virtuosa y se erige como un símbolo de la figura femenina en la antigüedad.

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