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cine
Crítica de "Aún estoy aquí": elogio de la madre coraje ★★★ 1/2
Dirección: Walter Salles. Guion: Murilo Hauser y Heitor Lorega, según el libro de Marcelo Rubens Paiva. Intérpretes: Fernanda Torres, Valentina Herszage, Selton Mello, Luisa Kosovski. Brasil, 2024. Duración: 137 minutos. Drama.

Series como la británica “Years and Years” o novelas como “El cantar del profeta”, con la que Paul Lynch ganó el Booker en 2023, han imaginado recientemente un futuro muy próximo, casi conjugado en presente, donde el terrorismo de Estado funciona como documento nacional de identidad de los totalitarismos, oficiales o enmascarados bajo el disfraz de la democracia con las urnas trucadas. Aunque la acción de “Aún estoy aquí” transcurra durante la dictadura militar que gobernó Brasil desde 1970 hasta 1985, es obvio que Walter Salles está utilizando el caso del arresto y desaparición del político de izquierdas Rubens Paiva para hablar del régimen de Bolsonaro y, por extensión, de los peligros de la expansión de la extrema derecha en la geopolítica de la aldea global.
Ese es su objetivo: hacer memoria para alertarnos de que la Historia está condenada a repetir sus errores distópicos, conjugar el presente con las declinaciones del pasado. Sin embargo, no creemos que la virtud más llamativa de la película de Salles sea avisarnos de una amenaza que ya monopoliza los telediarios sino demostrar que la eficacia de la política y sus estrategias de control se mide en función de su capacidad para desestabilizar la vida doméstica. Y en la película la vida doméstica es Eunice Paiva, que, de un día para otro, se queda a cargo de sus cinco hijos, después de que la policía haya arrestado a su marido, al que nunca volverá a ver.
Salles se pega a Eunice, el espectador sabrá lo que ella sabe. En ella, en esa madre coraje, está el miedo, la incertidumbre, la impotencia, el miedo otra vez. El director de “Estación Central de Brasil” es consciente de que necesita contener el tono, tanto como esa mujer contiene lo que siente para no contagiar de preocupación a sus hijos. Esa contención, ese control de los afectos, atraviesa el rostro y el cuerpo de Fernanda Torres delicadamente: su interpretación es de una extrema sutileza, porque se sabe en el centro, sostén vertebral del punto de vista, pero tiene que actuar en relación a los demás, atenta a todo lo que la rodea, escapándose un poco de sí misma.
En el suave equilibrio que sustenta su trabajo está el corazón de una película que capta la vibración de la evolución dramática de su heroína, que pasa de ese primer desconcierto, y el pánico por su vida (Eunice también es interrogada y torturada) y la necesidad de proteger a los suyos, a la lucha por hacer justicia y cerrar heridas, una lucha que dura décadas.
Podría decirse entonces que Salles ha conseguido que lo político nos importe convirtiéndolo en materia prima de un drama intimista, un poco siguiendo los pasos de Costa-Gavras en la magnífica “Desaparecido”, pero da la impresión de que lo ha logrado forzando la idealización del retrato de la familia Paiva en la primera parte de la película -con esas filmaciones caseras en super 8 como imágenes-cliché de la felicidad familiar- para contrastar con la segunda. Incluso el filme más correcto guarda trucos en la manga.
Lo mejor:
Imposible imaginársela sin Fernanda Torres, prodigio de sutileza en un papel cuya fuerza es contener el drama.
Lo peor:
Algo plana en lo visual, la película es todo lo que se espera de ella, nunca sorprende en su pulida corrección.
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