Crítica de "Los niños de Winton": ¿quién fue el Oskar Schindler británico? ★★

Los que no sepan quién es Nicholas Winton, más conocido como el Oskar Schindler británico, podrían interesarse por su hazaña si la película de James Hawes fuera más hábil al contar su historia. Aquí se trata de reivindicar lo que este banquero hizo durante la guerra, organizando un operativo de salvación para sacar a 669 niños judíos de Checoslovaquia cuando los nazis empezaban a invadir territorio europeo y a imponer su ley del terror.

Hawes mezcla dos líneas temporales -la del Winton anciano, que ha archivado en el anonimato de un álbum de recortes su heroicidad sintiéndose culpable por no poder ampliar en su día su labor humanitaria, y la del Winton joven, con sus peripecias para sacar adelante lo que parece imposible sin conocer el idioma y con los nazis pisándole los talones- pero, a los pocos minutos de metraje, es obvio que el final feliz está escrito.

En un plano dramático, la película parece apostarlo todo al clímax en que Winton, en el programa “That’s Life”, descubre que sus esfuerzos sirvieron para asegurar el futuro de un buen puñado de vidas, aunque, para entonces, la indolente, funcional puesta en escena de Hawes ha perdido nuestra atención emocional. Eso ocurrió en los años ochenta, durante el mandato de Margaret Thatcher. La existencia de “Los niños de Winton” en el 2023 solo puede leerse como una estrategia de lavado de imagen del Reino Unido en tiempos del Brexit, ese país que percibe la figura del refugiado como una agresión a la patria.

Lo mejor:

Anthony Hopkins, en una interpretación rebosante de humildad.

Lo peor:

Que la realización sea tan plana y funcional, y la estructura dramática, tan poco eficaz.