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Teatro

Crítica de "La vida es juego": Calderón para pequeños... y mayores ★★★☆☆

Los retos que asume esta troupe de Guadalajara renunciando a cualquier tipo de tontorrona condescendencia son ya, antes de ver los frutos, para quitarse el sombrero

Una escena de "La vida es juego"
Una escena de "La vida es juego"Archivo

Versión: "Ultramarinos de Lucas", a partir de textos clásicos. Dirección: Juan Berzal. Intérpretes: Juan Berzal, Marta Hurtado, Juam Modedero, Jorge Padín y Gemma Viguera. Teatro de la Comedia (Sala Tirso de Molina). Desde el 22 de diciembre de 2023 al 7 de enero de 2024.

Cada vez está más extendida entre los creadores, y teatreros en general, esa idea de que a los espectadores más jovencitos hay que tratarlos como lo que son, es decir, como a niños, no como a tontos; porque de esto último suelen tener más bien poco. En efecto, son el público más exigente y más objetivo; no hay manera de darles gato por liebre. Con ellos no valen los nombres de famosos en el reparto ni el marketing promocional de las supuestas bondades de la obra: si se aburren, todo lo demás les importa bien poco; y ese estado de aburrimiento lo van exteriorizar pese a quien pese.

En este sentido, es gratificante ver cómo los espectáculos de teatro familiar han mejorado en los últimos tiempos, porque han ido complejizando los temas y los conflictos que abordan sin dejar de lado la inmediatez con la que tiene que llegar, a nivel cognoscitivo, al patio de butacas. No obstante, de todas las compañías que hacen hoy lo que podríamos llamar ‘gran teatro para gente pequeña’, Ultramarinos de Lucas se lleva la palma. Los retos que asume esta troupe de Guadalajara renunciando a cualquier tipo de tontorrona condescendencia son ya, antes de ver los frutos, para quitarse el sombrero. Y eso es lo que ocurre con La vida es juego, “una fiesta de entremeses del Siglo de Oro” -como ellos lo han subtitulado- en la que la intervención literaria y dramatúrgica, obviamente prolija, no tiene como objetivo maquilar o suprimir las ideas de los grandes autores del Barroco, sino clarificarlas, hacerlas accesibles -e incluso atractivas, en la representación escénica- para cualquier espectador con independencia de su edad.

La condición del prisionero mental y el prisionero físico, el teatro dentro del teatro del mundo, la libertad para imaginar, la soledad, el paso del tiempo, las fronteras de la razón y la locura, el amor al prójimo… son temas inspirados en obras de Calderón, Cervantes, Lope de Vega y Lope de Rueda que salen a colación -en unas ocasiones con resultados más sugerentes que en otras, pero con impecable rigor artístico de principio a fin- en una función que carece, eso sí, de la belleza plástica que tenía, por ejemplo, “Cuando viene Samuel”, y que puede ser un aliciente importante para ganarse a unos espectadores más abiertos a estímulos sensoriales que racionales.

  • Lo mejor: El trabajo tan serio que hace siempre la compañía y el respeto con el que trata al público infantil.
  • Lo peor: El ritmo interior de la función es demasiado monocorde; falta un poquito más de chispa en algunas escenas.