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Entrevista

Cuando Agnieszka Holland tumbó al gobierno polaco con una película sobre refugiados

La directora polaca, tildada de "nazi" por el ultra-derechista gobierno de Duda, inaugura la competición oficial de la Seminci de Valladolid con "Green Border"

Escena del filme con Jalal Altawil (de rodillas), que da vida a un refugiado que intenta pasar de la frontera bielorrusa a la polaca junto a su familia
Escena del filme con Jalal Altawil (de rodillas), que da vida a un refugiado que intenta pasar de la frontera bielorrusa a la polaca junto a su familiaMETRO FILMS

Si su padre, como el de Agnieszka Holland (Polonia, 1948), hubiera sobrevivido al Holocausto y ustedes, como Agnieszka Holland, hubieran dedicado la mitad de su filmografía a uno de los crímenes más flagrantes de la historia de la Humanidad, probablemente reaccionarían bastante peor que cuando la directora fue tachada de nazi. La afirmación venía de la boca de Zbigniew Ziobro, ministro de Justicia de Polonia y altavoz de las barbaridades y ocurrencias del gabinete dirigido por el ultra-derechista presidenteAndrzej Duda, y se hicieron antes del último Festival de Venecia, donde Holland presentó «Green Border».

Según Ziobro, que no había visto aún la película, la descarnada descripción del proceso migratorio y, sobre todo, la comparativa entre refugiados sirios (repudiados) y ucranianos (recibidos a puertas abiertas) que hace la película, alineaba a la realizadora con Putin y con todo lo que está mal en su reducido y racista universo. La mera duda razonable de Holland, que en su filme denuncia en blanco y negro las atrocidades no solo de su gobierno, sino también del de Bielorrusia comandado por Lukashenko, se tradujo en una campaña voraz contra la realizadora en plenas elecciones legislativas, celebradas el pasado domingo.

"Green Border" le valió a Agnieszka Holland el León de Oro a la Mejor Dirección en el Festival de Venecia
"Green Border" le valió a Agnieszka Holland el León de Oro a la Mejor Dirección en el Festival de VeneciaMETRO FILMS

[[H3:«Han usado mi película para volcar sus odios. Han sido víctimas de su propio clima de paranoia»]]

«El Gobierno se pasó de frenada. Durante años, solo se han servido del recurso del odio. Odio al diferente, al migrante y a cualquiera que no comulgara con sus ideas. Estamos hablando de una gente que dice que el líder de la oposición, Donald Tusk, es poco menos que satanás, y le insultan, le dicen incluso que no es polaco de verdad porque sabe hablar alemán. Hay una parte de la población que no es que le de igual, es que incluso les cree», explica a LA RAZÓN la directora, que abrió ayer la competición oficial en la Seminci de Valladolid ya habiéndose hecho con el León de Oro a la Mejor Dirección en el Lido y con la victoria, también moral, de haberle ganado la demanda por difamación a Ziobro y ver cómo va a perder su puesto tras la derrota de su partido en los comicios.

«Es una propaganda primitiva. A mí, sus altavoces mediáticos me han llamado nazi y estalinista. Ni siquiera se aclaran. Pero consiguen el ruido, alienar a la población», completa Holland, que en «Green Border» nos cuenta la historia completa: desde una familia de refugiados sirios, hasta un militar fronterizo, pasando por una psicóloga de una ONG, la directora es capaz de imprimirle humanidad a un proceso en el que nunca la hubo, captando la tristeza y la violencia del control migratorio en una de las zonas calientes del continente. «El germen totalitario no murió en la Segunda Guerra Mundial, solo lo pusimos a dormir. El horror del Holocausto fue una vacuna contra el fascismo, pero nos hemos vuelto inmunes de nuevo», apunta.

Seminci en Valladolid
Seminci en ValladolidNACHO GALLEGOAgencia EFE

Clima de paranoia

«El Gobierno usó mi película, y mi persona, para volcar todos los odios. En cierto modo, lo esperaba, que fuera una guerra abierta, pero no hasta el punto de tener que llevar escolta en mi propio país», revela Holland, decepcionada con la Prensa polaca, pero feliz con el resultado final de la agria polémica: «Han sido víctimas de su propio clima de paranoia. Si todo el mundo es el enemigo, no te quedan enemigos contra los que pelear», añade.

[[H3:«Me han llamado nazi y estalinista, ni siquiera ellos se aclaran» - Agnieszka Holland]]

Rota de dolor, con violencia explícita y momentos que invitan a evadirse por lo gráfico y sangrante de las situaciones, «Green Border» bien puede entenderse como una antítesis de «lo necesario» para con las hechuras habituales del cine social. Argumento vacío durante décadas y discusión dentro y fuera de la progresía más «mainstream», a Agnieszka Holland le interesa más bien poco la sensibilidad moderna del cinismo y prefiere siempre mostrar para que la denuncia sea inapelable: «Nada de lo que contamos, ni siquiera lo más duro, es inventado. Todo está documentado. Lo único que hemos hecho es darle la forma del infierno de Dante, para que sea imposible apartar la mirada», se despide trascendental.

Ni cineasta ni activista, sino todo lo contrario

Nominada dos veces al Oscar, una de ellas por la estremecedora «Europa, Europa» (1991) y triunfadora en Venecia y Berlín (además de haber trabajado en varias de las mejores series de la historia, como «The Wire» o «The Killing»), a Agnieszka Holland (en la imagen) le cuesta definirse más como cineasta o activista: «Hago lo creo que es natural en mí. Hago cine de lo real, porque es lo que me sale. Después de tantos años, soy incapaz de saber si el cine puede sacudir o no conciencias, pero lo voy a seguir intentando. Ver aplaudir a gente que pensaba que yo era el demonio sigue teniendo mucha fuerza»,