Literatura
Desmontando a los autores alemanes. Spoiler: sólo se salva Kafka
"El amor por la muerte en la cultura germana" propone un riguroso análisis sobre una cultura que, durante siglos, alternó una potente intelectualidad con una obsesión tendente al abismo
En 1774 Johann Wolfgang Goethe publicaba una novela epistolar que revolucionaría el panorama de la literatura europea; con «Las tribulaciones del joven Werther» el inmortal escritor alemán configuraba la estética del Romanticismo, dando paso a un arte de hondas pasiones, exaltados sentimientos, profundos dilemas morales y trágicos devenires íntimos. El protagonista que da título a esta obra se ha enamorado de una joven que se halla ya comprometida y, tras diversas vicisitudes personales, la imposibilidad de esa relación le llevará al suicidio. Con este impresionante argumento se evidenciaba la oposición al clasicismo y a la racionalidad de la Ilustración anterior, al tiempo que se reivindicaban los valores de la libre sentimentalidad, sin olvidar la leve pero significativa presencia de cierto nacionalismo pangermánico.
En los orígenes de la moderna literatura alemana encontramos así el amor y la muerte como potentes elementos de su identidad cultural. En los siglos posteriores unos agitados procesos históricos, y los duros claroscuros de la propia condición humana, se encargarán de incentivar esos elementos, que ha abordado magistralmente el crítico literario, ensayista, poeta y narrador Toni Montesinos (Barcelona, 1972) en «El amor por la muerte en la cultura germana», acertadamente subtitulado «De Goethe a Günter Grass y del antisemitismo al Muro de Berlín» (El Desvelo). Un libro que, en palabras de su autor, «constituye la culminación de los años en que, de una u otra manera, he acabado por ir conociendo una parte considerable de la cultura alemana y escribiendo sobre ella en diferentes libros ensayísticos, a lo que se suma una antigua investigación en torno al suicidio en el ámbito de las letras».
Cabe añadir en estas páginas temas tan interesantes como, entre otros, el espíritu sacrificial de la joven generación de entreguerras mundiales, su decadente fascinación por la muerte, la consecuente deshumanización de la realidad, y –con Nietzsche al fondo– la conciencia de un trágico destino colectivo. Con un exhaustivo y riguroso manejo de la bibliografía especializada, un irrenunciable espíritu crítico, una característica amenidad expositiva y un ingente acopio de obras minuciosamente estudiadas, se traza en este volumen un extenso y profundo panorama de una cultura alemana que, durante tres siglos, alternó la exultante y expansiva potencia intelectual con una compulsiva obsesión tendente al abismo histórico y el infortunio social.
Todo ello combinando el reconocimiento de la excelencia literaria con los claroscuros intelectuales de emblemáticos literatos y filósofos. Se aborda así, entre otras muchas cuestiones, la mentalidad misógina de Arthur Schopenhauer, para quien la principal misión social de la mujer era la de engendrar hijos, sin olvidar el racismo explícito de sus hirientes comentarios sobre la raza negra; y se estudia el egótico narcisismo de Thomas Mann, o sus limitaciones como comentarista literario, según se documenta citando al prestigioso crítico Marcel Reich-Ranicki.
Al abordar la vertiente civil del dramaturgo, novelista y ensayista Peter Handke se detalla su incondicional apoyo al dirigente serbio Slobodan Milosevic, imputado por el tribunal de La Haya como responsable de crímenes de guerra y genocidio étnico en la antigua Yugoslavia. De especial interés resulta el tratamiento aquí de la juvenil implicación de Günter Grass con el nazismo, o su tibia condena de la represión política existente en la República Democrática Alemana. Y, a propósito de este país, se analiza la importancia de un libro del máximo interés, acaso no suficientemente considerado: «Los túneles». La historia jamás contada de la huida bajo el Muro de Berlín, del periodista estadounidense Greg Mitchell; una obra esta que supone la emotiva y documentada radiografía del ansia de libertad de muchos ciudadanos de la Alemania del Este. Con documentada argumentación, se trata también la relativa originalidad del pensamiento de Immanuel Kant, cuyo «atrévete a pensar» provenía del sapere aude que se encuentra ya en la Epístola II de Horacio. Y no falta la figura de Richard Wagner como sugestivo emblema del nazismo, lo que no es de extrañar siendo autor del panfleto antisemita "El judaísmo en la música" (1850).
Testimonios y semblanzas
La presencia del nacionalsocialismo en la España franquista se rastrea comentando el libro del especialista Pablo del Hierro "Madrid, metrópolis (neo)fascista. Vidas secretas, rutas de escape, negocios oscuros y violencia política" (1939-1982), un soberbio estudio de esas intrigantes y sobrecogedoras circunstancias históricas. El universo concentracionario del Holocausto se ve representado por los escritos de Imre Kertész y Primo Levi; en relación a sus terribles experiencias de juventud posteriormente transformadas en excelente literatura, leemos que ambos «se transformarían en iconos de la dignidad y moralidad frente al salvajismo nazi, estandartes de un doloroso deber que afrontaron con coraje y firmeza, pero siempre serán recordados por sus miradas juveniles de Sin destino y Si esto es un hombre. Un tipo de mirada que tal vez sea la más certera y directa y fidedigna para rememorar lo que es tan difícil trasladar a palabras». De igual modo se abordan más positivos aspectos de toda esta temática, como la fecunda conexión intelectual entre el autor de Werther y el escritor romántico Johann Peter Eckermann, que daría lugar a las impresionantes Conversaciones con Goethe en los últimos años de su vida (1836, 1848), calificadas por Nietzsche, como aquí se detalla, como «el mejor libro alemán que existe».
Los compromisos sentimentales de Franz Kafka con Felice, Milena y Dora ocupan uno de los más sugestivos capítulos del libro, aunque lo más importante es el retrato literario que se traza sobre el autor de "La metamorfosis": «Creo que esa es justamente la sensación que despiertan los textos kafkianos, el culmen de la escritura precisa y magnética: no tienen límite, no acaban nunca; simbólicamente, porque el checo tiene en su haber obras inacabadas, o textos no literarios, como las páginas personales de sus cartas y diarios que él trascendió a prosa artística y maravillosamente intensa; y también en relación con su personalidad, que siempre resurge asombrándonos a través de testimonios, estudios, descubrimientos a partir de nuevas investigaciones».
La figura de Friedrich Nietzsche cobra un característico perfil en su consideración de la locura como un elemento generador de creación literaria, vinculando esta a una visión trágica de la vida y de la ficción; comentando aquí un reciente libro de Damon Young, Filosofía en el jardín, podemos leer «La demencia de Nietzsche pertenece a una mente privilegiada que no lleva nunca a cuestionar sus escritos o pensamientos, antes al contrario, lo idealiza y exalta más si cabe». Y resulta impresionantemente emotiva la semblanza de Stefan Zweig, representando este «el fin de la vieja Europa», como aquí se le caracteriza, evocando de paso aquel «mundo de ayer» de alta cultura y refinado espíritu liberal. No es este un libro complaciente con la materia estudiada, con las injusticias de un agitado vendaval histórico, aunque aparece claramente también la fascinación provocada por admirados libros y escritores.
El autor recupera el planteamiento de objetivos en las palabras finales de su ensayo: «He intentado en ‘‘El amor por la muerte en la cultura germana’’ hablar de aquellas obras que, cuando menos por su permanencia dentro de lo que podríamos llamar el canon clásico de las letras alemanas, han resistido el paso del tiempo –lo cual no excluye que las reinterpretemos para consolidar ese prestigio o cuestionarlo– y tal vez puedan ejercer ese poder en el lector: el que acaba comunicándonos que mereció la pena encararse con tal o cual lectura». Pretensión totalmente conseguida, porque Toni Montesinos ofrece el panorama cultural de una colectiva pulsión autodestructiva, mostrando el vértigo del amor a la inmolación y el sacrificio. Se atribuye a Otto von Bismark, el Canciller de Hierro que gobernó con mano dura la Alemania del II Reich, la frase de que «las grandes preguntas del día no se resolverán mediante discursos y decisiones mayoritarias, sino con hierro y sangre». Este libro, de ineludible lectura para el conocimiento de los temas abordados, fascina y sobrecoge por igual, marcado por el rigor analítico, la perspicacia crítica, el aliento desmitificador y la exhaustividad documental.