Goethe, el científico ignorado
Un libro de Henri Bortoft, “La naturaleza como totalidad”, recupera la visión como hombre de ciencia que tenía el escritor y pone de relieve los debates y teorías que trató
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La ciencia sigue planteándose los viejos problemas de siempre pero, afortunadamente, se ha demostrado que una perspectiva exclusivamente positivista –sin una visión filosófica– no proporciona la solución global a la comprensión de la naturaleza como totalidad. El dilema es antiguo –lo uno y lo múltiple– y viene sucediéndose desde la filosofía griega hasta la física cuántica actual. El problema de la totalidad implica la relación de la unidad con sus partes, la relación entre el todo y sus partes, el individuo y lo colectivo, lo universal y lo particular. Lo que los antiguos enunciaban como el dilema de “lo uno y lo múltiple” causó el inicio de la especulación científica de los llamados presocráticos: es decir, cómo conjugar la multiplicidad de los fenómenos con la unidad total y cómo comprender las reglas que pudieran regir su relación. Platón y Aristóteles luego se ocuparon de ello. Lo uno y lo múltiple alcanzará una teorización compleja durante el neoplatonismo, mientras que las categorías de universal y particular se desarrollaron en el aristotelismo y condicionaron toda la filosofía medieval. La ciencia positivista a partir de Newton tendió a obviar el debate, o darle una salida parcial, prescindiendo de los fenómenos en pos de la norma abstracta y general. Pero esa no es la única ciencia y Einstein o la teoría cuántica se ocuparon de subrayar que había que emprender otros caminos.
A menudo se olvida que un precursor de la visión holística e integradora de la ciencia fue el famoso poeta y dramaturgo alemán Johann Wolfgang von Goethe, quien tuvo una vertiente científica muy destacada y a menudo pasada por alto. La obra de Henri Bortoft se propone rehabilitar la visión goetheana de la ciencia, que fue adoptada en su día con estribaciones algo místicas por Rudolf Steiner, pero que, comparada con las teorías del físico David Bohm, ofrece un resultado apasionante y revelador para una nueva visión de la naturaleza. Bortoft, deslumbrado por el holismo de Bohm, se especializó en el estudio serio de la ciencia de Goethe desde la física cuántica y propuso una reivindicación global de los escritos científicos del genio alemán. Se da la paradoja de que estos fueron desdeñados en su momento pero hoy es la ciencia “seria” de su época la que ha quedado obsoleta. Sobre la base de la teoría del color (“Farbenlehre”) goetheana, opuesta a la de Newton, y sus consideraciones sobre botánica, Bortoft aplica la holokinesis de Bohm –el orden explicado múltiple y el orden implicado único–, a los conceptos de Goethe de los fenómenos que proporcionan o contienen en sí los arquetipos de la totalidad.
Qué tienen en común todas las virtudes
En realidad, todo se remonta a la ciencia platónica y la necesidad de encontrar la unidad en lo múltiple, como se ve en los primeros diálogos de Platón y especialmente en el “Menón”, que constituye un punto central de la obra del filósofo –psicología, epistemología, teoría de las formas–, lo que Bortoft llama “la búsqueda del uno sobre muchos”. En el “Menón”, el Sócrates platónico pregunta qué tienen en común todas las virtudes e intenta ir definiendo lo que se llamaría “la unidad en la multiplicidad”. El paso a través de la Antigüedad tardía, con Plotino y la teoría hipostática, y luego la recepción de Spinoza, que también influyó grandemente en Goethe, va configurando una alternativa teórica del modo de unidad que, sin excluir la diferencia, incluye dentro de sí la diversidad. Así se pasa del concepto antiguo de “unidad en la multiplicidad” al concepto goetheano de “multiplicidad en la unidad”, que es la clave de la ciencia del sabio alemán a la hora de estudiar los organismos vivos, como por ejemplo en la “Urpflanze” o planta primordial.
Varias son las interesantes analogías que usa Bortoft para hacernos comprender por qué hemos de volver a Goethe para entender la totalidad en el mundo natural y, a la par, en el pensamiento. Una es la analogía con el holograma, que contiene dentro de cada parte el todo: cuando se fragmenta una placa de holografía la imagen se mantiene indivisa. Otro ejemplo interesante tiene que ver con la lectura y la hermenéutica fundada por Ast y Schleiermacher, a la sazón intérprete de Platón: leer y comprender el significado trasciende las palabras individuales y se busca una unidad que va más allá de ellas y a la par no precisa de la totalidad del texto para entender el sentido. En suma, esta obra nos ayudará a entender el concepto de totalidad en la naturaleza y en la mente, y a valorar la visión científica de Goethe como precursor de una forma de pensar que supera las estrecheces de una ciencia puramente positivista por no decir fundamentalista. “La naturaleza como totalidad” defiende la validez del trabajo de Goethe para el desarrollo de la ciencia moderna y su carácter pionero e incomprendido en su momento, que hoy ya se acierta a justipreciar. Un libro original y necesario sobre la ciencia en estos tiempos, que apasionará a todo tipo de lectores.