Racismo
El primer genocidio alemán ocurrió en Namibia treinta años antes de Hitler
Treinta años antes de la llegada de Hitler al poder, el Segundo Reich implementó una política de exterminio y estudio de raza en la colonia ubicada en la actual Namibia
Puede sorprender a muchos que los alemanes cometieran su primer genocidio treinta años antes de que Hitler llegase al poder. Décadas antes del comienzo del Tercer Reich, en los tiempos del Segundo Reich, cuando Alemania la gobernaba un káiser y todavía no habían perdido siquiera la Primera Guerra Mundial. Porque pocos saben que los primeros experimentos científicos con fines raciales que efectuó Alemania, la medición de cráneos, los trenes de la muerte, los campos de concentración, los abusos inhumanos por parte de soldados y científicos teutones ocurrieron por primera vez en un país muy lejos de Europa y, por consecuencia, ajeno al interés europeo: Namibia.
El espacio vital
Esta historia aterradora comienza en la década de 1890. Alemania vivía por entonces un boom demográfico con consecuencias catastróficas para una nación que no se veía capaz de ofrecer trabajo y alimento a la creciente población, y la crisis que comenzó a generarse obligó al Gobierno a buscar salidas al desastre. Más de un millón de alemanes habían escapado a Estados Unidos en busca de un futuro mejor, alemanes que pronto comenzaron a identificarse como norteamericanos y que dejaron su patria original atrás. Entonces, por un lado, Alemania no era capaz de aguantar en aquél momento tamaño número de habitantes; por el otro, nadie en Alemania quería que disminuyera el número de alemanes en el mundo. Se difundió entonces la idea de buscar territorios lejos de Alemania y donde los alemanes (rubios, arios, raza especial) pudieran extenderse sin necesidad de mezclarse con ciudadanos de otros países.
El geógrafo y político Friedrich Ratzel postuló entonces una nueva teoría imperialista que causó un gran impacto en Alemania y que seguiría causándolo hasta mediados de los años 40 del siglo siguiente. Según Ratzel, era necesario que los alemanes consiguieran un “espacio vital” donde poder desarrollar su raza y su cultura que, a su parecer y basándose en su propia concepción de la teoría evolutiva, eran una raza y una cultura, si no superiores, de las más superiores del mundo. En 1885 había ocurrido el reparto de África entre los países europeos y Alemania se había llevado una generosa porción: los actuales Togo, Camerún, Tanzania y Namibia. Tras meses de valoraciones en busca de una salida a la crisis demográfica, el Gobierno alemán aceptó las teorías de Ratzel sobre la expansión de la raza y decidieron establecer un programa de colonización en Namibia, que fue la colonia que consideraron más apta para el bienestar de los futuros colonos alemanes. Periódicos y marquesinas a pie de calle pusieron en marcha la maquinaria de la propaganda, animando a los alemanes a marchar a Namibia en busca de un futuro mejor.
Pero el programa fue un desastre. Llegados a 1903, tan solo 4.000 alemanes se habían trasladado como colonos a Namibia, si no contamos al grueso contingente militar que les acompañó en la aventura. El alivio demográfico en Alemania fue paupérrimo, aunque la aventura de Namibia (entonces llamada África del Sudoeste Alemana) comenzó a verse como una campaña integrada dentro de la “grandeza” del Imperio alemán, es decir, que comenzó a tomar carices de verdadero patriotismo.
Casus belli
Sin embargo, había algo que no cuadraba en Namibia. Los colonos y militares recién llegados a esta tierra se veían obligados a sentarse con las tribus locales para negociar este o aquél pozo de agua, aquella porción de tierra, etc. En la mentalidad alemana, ya creada, que decía que los alemanes eran infinitamente superiores a los negros, no cabía la idea de que el alemán tuviera que sentarse a negociar (que suena a suplicar) con un negro. Fue entonces cuando comenzaron los abusos, en especial por parte de algunas facciones militares. Abusos económicos, sexuales, en la propiedad... Abusos que llevaron en 1904 a un levantamiento de sujetos de la etnia herero contra los alemanes. En enero de 1904, aprovechando que el gobernador de la colonia se encontraba fuera de la capital, un importante grupo de herero asesinaron a unos 100 alemanes como castigo por los malos tratos que llevaban años recibiendo.
Alemania respondió. La población civil blanca, asustada, comenzó a fortificarse. Los militares se enfrentaron a los herero con enorme tesón, a sabiendas de que esta era su oportunidad para tomar el control definitivo sobre la colonia y no tener que volver a negociar con los jefes locales. Los medios conservadores en Berlín mostraron a los herero como bestias, salvajes, negros caníbales cuya falta de humanidad les convertía en poco menos que animales rabiosos; los partidos políticos imperialistas y de derechas apoyaron con entusiasmo la guerra contra los herero, hasta el punto en que enviaron miles de hombres de refuerzo y a un nuevo general que sustituyese al anterior gobernador de Namibia: el teniente general Lothar von Trotha.
Von Trotha llegó a Namibia unos seis meses después de que comenzara el conflicto, destituyó al gobernador y esperó siete meses más antes de disparar una sola bala. Dejó que los herero supervivientes a los primeros meses de conflicto se reunieran en el oasis de Otjahewita, a las puertas mismas del desierto del Kalahari, antes de rodearlos desde una posición elevada y tirotearlos con cañones y balas hasta obligarlos a una rendición incondicional. Los supervivientes a la masacre de Otjahewita fueron apresados y posteriormente se corrió la voz de que todos los herero de la colonia debían entregarse a las autoridades alemanas para su identificación. A estos se les concedió un número y se les encerró en campos de concentración.
Los nuevos campos de concentración
El detalle innovador en los campos alemanes es que esta era la primera vez que un campo de concentración se utilizaba, no solo para encerrar a los elementos más subversivos de una sociedad, sino a una sociedad al completo. Este cambio es determinante. Todos los herero sin excepción fueron encerrados en los campos de Swakopmund, Karibib, Windhoek y Okahandja, entre otros. Los militares alemanes que llevaban la gestión de estos campos ofrecían a los herero como mano de obra barata (y esclava) a las compañías alemanas que trabajaban en la región. Un ejemplo de estas prácticas lo encontramos con la empresa alemana Lenz Company, que entre 1906 y 1907 “compró” a poco más de 2.000 herero para su uso en el trabajo manual. Seis meses después, el 67,48% de los herero que trabajaban para Lenz Company habían fallecido, la mayoría de ellos a causa de la extenuación.
Cuando las empresas alemanas comprendieron lo sencillo que era extraer mano de obra barata en la colonia, una colonia que ahora estaba bajo su control total, la etnia nama entró en el punto de mira. En los periódicos coloniales que aún se conservan de aquella época puede observarse la campaña de deshumanización que se llevó a cabo con los nama. En estos periódicos se afirmaba categóricamente que los nama no tenían ninguna función en la sociedad, que estaban obsoletos: que era inservibles. Así se procedió a su internamiento en campos de concentración donde, ahora sí, comenzaron las técnicas de exterminio que más adelante cobrarían una fama macabra en Europa. Se estableció un nuevo campo en la Isla Shark, próxima a la localidad de Luderitz, un campo restringido a la población civil y donde fueron internados 1732 individuos nama. Siete meses después 1032 nama habían sido asesinados, mientras sus restos óseos fueron enviados a científicos y museos en Berlín para su posterior estudio de la raza.
El modus operandi del campo de la Isla de Shark era muy similar al de los campos de exterminio de la Alemania nazi: tomaban a sujetos de lugares lejanos que posteriormente eran trasladados en trenes al campo de concentración, un lugar alejado del ojo público y donde eran masacrados de manera sistemática. En torno a 778 cabezas fueron conservadas y analizadas entonces por los científicos alemanes. De esta manera se pretendía demostrar que los negros no sólo eran inferiores, sino que directamente no podían ser considerados como seres humanos.
Los campos de concentración en Namibia cerraron en 1908, cuando los colonos alemanes consideraron que ya tenían el espacio y el poder suficiente para llevar a cabo sus objetivos. Para entonces, tres cuartos de la población herero había sido asesinada, al igual que la mitad de los nama. Sesenta mil africanos fueron masacrados, frente a los 900 alemanes que murieron en los meses que duraron los combates.
Uno de los más importantes biólogos alemanes que se trasladaron a la colonia de Namibia a estudiar a las víctimas era Eugen Fischer. Eugen Fischer fue más adelante un miembro activo del partido nazi y sus estudios sobre la raza serían citados en repetidas ocasiones en la obra escrita de Adolf Hitler, Mi lucha. No cabe duda de que el primer genocidio alemán del siglo XX influyó irremediablemente en las doctrinas de raza posteriormente desarrolladas por el nazismo en Europa, de la misma manera que este episodio terrible de la humanidad debe conocerse para comprender mejor los sucesos de los años 30 y los años 40 del siglo pasado.
Alemania no reconoció el genocidio de forma oficial hasta mayo de 2021, más de cien años después de lo ocurrido. El Gobierno alemán hizo entonces entrega a Namibia de 1,1 mil millones de euros. Sin embargo, no quiso considerar el pago como una “reparación” o una “compensación” de los daños cometidos, sino que fue considerado desde Berlín como una forma de “reconciliación”.
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