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«El diccionario de la RAE no será preso de la corrección política»

Darío Villanueva defiende los logros y la pujanza de la cultura española y reclama que se dé un «do de pecho de Estado» para conmemorar a Cervantes en su centenario

Darío Villanueva, ayer, tras su discurso, junto a Alfonso Ussía (derecha) y Gloria Lomana, Julián Cabrera y Francisco Marhuenda
Darío Villanueva, ayer, tras su discurso, junto a Alfonso Ussía (derecha) y Gloria Lomana, Julián Cabrera y Francisco Marhuendalarazon

Tras su intervención inicial, el directo de la Real Academia Española, Darío Villanueva, respondió a las preguntas de tres periodistas: Gloria Lomana, directora de Informativos de Antena 3; Julián Cabrera, director de los Servicios Informativos de Onda Cero, y Francisco Marhuenda, director de LA RAZÓN. Entre otros asuntos, fue preguntado por el sexismo en el lenguaje, la corrección política, el centenario de Cervantes y el cuidado del castellano en las redes sociales.

–Gloria Lomana:

Hace poco más de un mes que se ha cumplido el 400 aniversario del fallecimiento del escritor más importante en nuestra lengua. Y se lleva a cabo sin actos de Estado, pasando un poco sin pena ni gloria. ¿Cree que a los españoles nos falta ambición para reconocer nuestras grandes gestas históricas y los personajes, o simplemente es que no tenemos ni idea de lo que ha significado Cervantes en la literatura universal?

–Darío Villanueva:

Lo primero es cierto. Me asombra la capacidad que tenemos de zurriagarnos continuamente con nuestros defectos y no destacar los valores que nos acompañan desde hace siglos, y que son muchos. Es la curiosa manifestación de un complejo que no sabría definir, que es lo contrario de lo que los ingleses llaman chovinismo, que nosotros hacemos al revés: tenemos un desdén hacia todo lo valioso que hemos hecho que es mucho y me desespera que eso ocurra. En relación con el centenario de Cervantes, el único problema que veo es que coincide con el de Shakespeare y entonces puede llegar a ser extraordinariamente visible la diferencia en el tratamiento de ambos. Y eso me preocupa, cuando son dos figuras universalmente reconocidas como las cumbres de la literatura moderna. Hay una extraordinaria exposición en la Biblioteca Nacional, y también actividades dispersas, pero espero que a finales de año hayamos podido dar un do de pecho de conmemoración de Estado. Que el centenario cervantino se sitúe a la par del reconocimiento de Shakespeare.

–Gloria Lomana:

Desde hace poco, utilizamos de manera reiterada el masculino y el femenino para hablar de miembros y «miembras» y ciudadanos y ciudadanas... No sé si es lo correcto porque el español es un idioma machista o una sandez. Quiero que me dé su opinión y si sobre ello habría que actualizar el diccionario para que las autoridades de aquí sean las autoridades o «autoridados» o como corresponda.

–Darío Villanueva:

El problema está en confundir el lenguaje sexista con la gramática española. La gramática tiene unas reglas que obedecen al espíritu de la lengua, que es un ecosistema, y hay que tener mucho cuidado, porque si se altera un elemento de la lengua, esto provoca una cadena de reacciones que vienen detrás. Por ejemplo, si se dice miembros y «miembras» en una asamblea y se quiere ser coherente, a partir de ese momento, un brazo es un miembro y una pierna será una «miembra». Y esto desencadena una auténtica cascada de modificaciones antiecológicas y antieconómicas. En todo caso, la gramática no es sexista. El lenguaje sexista depende de que las personas utilicen términos ofensivos, que, por otra parte, tienen que estar recogidos en el diccionario. Nosotros somos contrarios a un Diccionario de palabras bienpensantes o censurado, sometido a esa forma sutil y perversa de censura que es la corrección política. Porque la lengua es para enamorar y también para insultar y en el diccionario tiene que haber lo uno y lo otro. Las palabras que indican machismo deben estar en el diccionario, pero es el ciudadano el que elige. Hablar es adoptar una postura. Cada uno es responsable en la manera en que se manifiesta, pero con la gramática no se puede andar haciendo juegos, porque al final será imposible hablar y mantener la coherencia.

–Julián Cabrera:

–¿Cómo se puede preservar el castellano ante patentes complejos del idioma, como el splanglish o su uso en las redes sociales?

–Darío Villanueva:

Son dos cosas distintas. Acabamos de tener una reunión con la Academia de la Publicidad para denunciar que están creciendo cada vez más los términos ingleses en los anuncios, como si fueran mejores por ello. Está asociado a una moda, al prestigio que la lengua tiene, que nos lleva al papanatismo, y a que siempre ha habido préstamos entre los idiomas, y más entre países que han producido tecnología, de forma que el producto va asociado a la palabra. En el siglo XIX surgen los ferrocarriles y ahora el español está lleno de ejemplos que sentimos propios: como vagón y tren. La tecnología lleva las palabras consigo. Ejemplos como la aparición de «tablet», que trae problemas con su género y con el plural. Al final, llegamos a la conclusión de que la mejor traducción es tableta, aprovechando que el termino inglés viene del latín. Y lo otro no debería preocuparnos, ya los manuscritos medievales llevaban docenas de abreviaturas y los telegramas se escribían únicamente con sustantivos y verbos y no deterioró nuestro idioma. Hay determinadas prácticas discursivas que permiten licencias, el problema sería escribir telegramáticamente una oda. Además, hay cosas favorables, como la concisión del tuit, que además es como un soneto, una composición poética cerrada. Me preocupa el papanatismo del inglés, pero no las prácticas de los jóvenes, porque están referidas a circunstancias comunicativas específicas.

–Julián Cabrera:

–El informe Pisa sitúa a los alumnos españoles a la cola en lectura y a los adultos en comprensión literaria. Me gustaría saber su opinión sobre el sistema educativo que cambia con el color del que gobierne.

–Darío Villanueva:

Me remito al Instituto de España, que hace mes y medio proclamó un manifiesto a favor de un pacto de Estado. La Educación no puede ser objeto de tejemanejes ideológicos y partidistas, tiene que ser estable. Cualquier cosa que se haga mal o bien va a durar generaciones. Hay que buscar un currículo equilibrado de ciencias y letras y mantenerlo. Para la especialización siempre habrá tiempo, no para aquello que no se aprendió en el momento adecuado.

–Francisco Marhuenda:

–¿Cómo están la situación y los recursos de la Academia?

–Darío Villanueva:

–Tenemos un presupuesto de unos 7,2 millones de euros al año y hemos llegado a alcanzar un déficit de 2 millones, pero por suerte no está endeudada gracias a la época de las vacas gordas, que han permitido atender a este periodo de crisis. Nuestras tres fuentes de financiación fundamental son: el Estado, que ha mermado hasta un 60% en los últimos años, las fuentes propias y la Fundación Pro RAE, que tiene un capital que produce unos rendimientos financieros. Al final hemos experimentado tres crisis. Para superarlas creamos una sociedad de gestión, 100% de la Academia, que está abriendo cauces para la rentabilización de productos y servicios. Y otro medio es el diccionario en línea, que ha tenido 73.200.000 consultas el último mes, en el que hemos llegado a un acuerdo con la Fundación de laCaixa. Este año, creo, vamos a presentar un presupuesto equilibrado.

–Francisco Marhuenda:

Por la unidad del idioma, ¿cómo es la situación con las academias hermanas? ¿Cuentan con el apoyo de esos países? Y, como curiosidad, ¿se podría abrir un centro en Israel a largo plazo?

–Darío Villanueva:

El Tratado de Bogotá que suscribieron todos los países hispanoamericanos estipula que cada Estado firmante tiene la obligación de dotar de recursos al funcionamiento ordinario de la academia, pero dicho esto, el país que cumple es España, el resto es muy irregular. Incluso hay actitudes hostiles hacia la española por considerarnos el enemigo. Y respecto a Israel, ya hemos nombrado nueve académicos correspondientes expertos en ladino o judeoespañol, de los que siete residen en el estado de Israel. Con lo cual, están los mimbres para crear el germen de una academia.