Así era el hotel de la muerte: un laberinto de 100 habitaciones diseñado para torturar y asesinar
HH Holmes, considerado el primer asesino en serie de EE UU, diseñó de forma minuciosa las estancias en las que pudo acabar con la vida 200 personas
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El World’s Fair Hotel revolucionó el Chicago de finales del siglo XIX. Tenía aspecto de fortaleza medieval y estaba concebido para alojar a los visitantes de la feria Mundial de Chicago de 1893 que conmemoraba el 400 aniversario de la llegada de Cristóbal Colón a América. La enorme exposición contó con numerosas exhibiciones, entre ellas la del primer automóvil a gasolina de Estados Unidos, el cuadriciclo Daimler y una estatua de la Venus de Milo hecha de chocolate.
Más de 27 millones de personas de 40 países visitaron la ciudad esos días. Pero lo que parecía un lugar emblemático y que llegó a ser uno de los símbolos de la ciudad, era en realidad un lugar de sufrimiento y muerte.
HH Holmes, con el dinero de una serie de estafas, levantó el edificio con un centenar de habitaciones llenas de trampas, salas de tortura, pasillos laberínticos y paredes falsas. Allí cometió más de 200 crímenes atroces, sobre todo de mujeres y sólo fue descubierto por un error típico de las personas que se consideran invencibles.
HH Holmes se llamaba en realidad Herman Webster Mudgett y nació en New Hampshire en 1861. Su infancia no fue fácil. Su padre era alcohólico y no le prestaba demasiada atención. Es más, cuando lo hacía era para maltratarlo. Su día a día no era mejor fuera de casa porque el colegio era una tortura. Allí los matones le acosaban sin descanso. Uno de los peores días fue cuando le encerraron en un armario junto a un esqueleto y le pusieron las manos en la cara.
Ese episodio pudo suponer el punto de inflexión que lo convertiría en un asesino frío, despiadado, psicópata, sin escrúpulos. Comenzó a mostrar una fascinación obsesiva por la disección y la biología. A los 18 años se casó por primera vez para conseguir que la familia de su mujer le pagara los estudios en la Universidad de Michigan, donde se licenció en 1884.
Su facilidad de palabra y su porte de caballero los aprovechó para estafar a diestro y siniestro. Se fue a vivir con una viuda adinerada y ejerció como médico durante un año en Nueva York antes de tener que mudarse a Chicago para huir de sus acreedores. Ahí cambió de nombre por el de Henry Howard Holmes -en honor al Sherlock Holmes de Sir Arthur Conan Doyle- y comenzó a tramar lo que sería para él su “obra maestra”. Sus aventuras con las mujeres eran constantes, todas ellas adineradas o de familias de la alta sociedad. En poco tiempo lograba despojarlas de todos sus bienes gracias a su habilidad con la ingeniería contable y la falsificación de documentos.
En 1889, con 27 años, construyó el imponente World’s Fair Hotel para acoger los huéspedes que acudirían a la feria Mundial de Chicago en 1893. Era la excusa perfecta. Llegarían a la ciudad millones de personas de otros estados y países, que nadie echaría en falta. Su plan era dar rienda suelta a sus instintos asesinos y desarrollar sus enfermiza obsesión por la disección de los cuerpos, a los que llamaba “material”. y el World’s Fair Hotel estaba diseñado para eso.
El edificio era un enorme laberinto de 100 habitaciones, con salas de tortura, escaleras ciegas, trampillas secretas y tabiques ocultos. Podía observar a los clientes sin que se dieran cuenta. Instaló bajo el suelo una red eléctrica que le permitía controlar sus movimientos. Además, colocó un sistema de canalización de gas, que podía activar de forma remota en cualquier instancia y acabar con sus vidas de forma rápida.
Así, asesinó a golpes, gaseó, torturó y descuartizó los cadáveres de mujeres, niños, clientes del hotel e incluso de sus propios trabajadores. De los 200 asesinatos, sólo se pudieron documentar 27.
Obsesionado con las mujeres
La mayoría de las víctimas era mujeres -su verdadera obsesión-, que viajaban solas y sin compañía por primera vez desde zonas rurales de de Tennessee o Kentucky. El cebo era perfecto, sus víctimas llegaban a la gran ciudad y querían alojarse en un hotel imponente cuyo dueño era una persona encantadora a primera vista. Guapo, agradable, con don de gentes y un magnetismo que hacía que todos los huéspedes confiaran en él.
Una vez dentro del World’s Fair Hotel quedaban a merced del sadismo de Holmes, que elegía la forma en la que moriría cada uno. Unos lo hicieron ahorcados, otros gaseados, otros golpeados salvajemente hasta la muerte y otros torturados con terribles máquinas medievales. Después se deshacía de los cuerpos a través de un tobogán similar al colocado en otros hoteles para lanzar la ropa sucia directamente a la lavandería. Pero en este caso, los cuerpos acababan en el sótano, donde los desollaba, les extraía los órganos y el esqueleto y los vendía a las facultades de Medicina. Los restos de los cuerpos los quemaba en una incineradora o bien los deshacía en cubetas de ácido sulfúrico o en fosas de cal viva para que no quedara resto alguno.
En el caso de que alguna de las víctimas no estuviera muerta en el momento de diseccionarla, nadie podría haber oído ni sus súplicas ni sus gritos de dolor porque el edificio estaba perfectamente insonorizado. Nadie nunca supo ni pudo intuir lo que allí ocurrió durante esos 7 sangrientos años.
En la mayoría de las ocasiones las víctimas eran escogidas al azar. Pero en otras eran claramente seleccionadas. En el caso de sus empleados, les obligaba a contratar un seguro de vida que él mismo pagaba para figurar como último beneficiario. Para poder cobrar la prima, acababa con su vida y con la de su familia. La estafa la ´nica forma de poder seguir llevando el alto tren de vida que llegaba. De hecho, llegó a provocar un incendio de la parte superior del hotel para poder cobrar el seguro.
Precisamente una de estas estafas hizo que acabara en prisión. Allí coincidió con un ladrón de trenes llamado Marion Hedgepeth y le confesó que ésa era su forma de vida. Hedgepeth avisó a la policía, que comenzó a investigar a Holmes. Cuando acudieron al hotel a entrevistar a los empleados, descubrieron el laberinto de pasillos, habitaciones, falsos muros y dispositivos ocultos. En el registro encontraron restos de ropa, huesos y pelo repartidos por las cuatro alturas del edificio.
Dentro de la investigación, descubrieron que su mano derecha Benjamin Pitezel y toda su familia habían desaparecido. Holmes era el principal sospechoso y fue llevado a juicio. Pitezel había contratado un seguro de vida por 100.000 dólares, pero desapareció con toda su familia y lo cobró Holmes.
Por este crimen fue condenado a muerte y tras la sentencia confesó el crimen de Pitezel, sus tres hijos y el de 27 personas más. El 7 de mayo de 1896, Holmes fue ahorcado en la prisión de Moyamensing en Filadelfia. Su última voluntad fue que rellenaran de cemento su ataúd antes de ser enterrado para evitar ser asaltado por los ladrones de tumbas.
A pesar de ello, algunas de las leyenda sobre la figura de Holmes apuntaban a que logró escapar porque sobornó a los guardias de prisión para que lo liberaran y que en su lugar fue ahorcado otro hombre. Por ello, sus descendientes solicitaron la exhumación del cadáver en 2017 para someterlo a una prueba de ADN, que determinó que el cuerpo sí correspondía a Holmes.
Como no podía ser de otra manera, la vida de Holmes ha acabado llamando la atención de los directores de cine. Así, Martin Scorsese decidió cambiar el cine por la pequeña pantalla para adaptar en una miniserie la novela de Erik Larson “Devil in the White City”, en la que el cineasta eligió a Leonardo DiCaprio para encarnar a Holmes.
¿Qué pasó con el “Castillo de la muerte”?
Tras conocerse las atrocidades cometidas por Holmes, el World’s Fair Hotel se convirtió en el “Castillo de los asesinatos” para los habitantes de Chicago y HH Holmes comenzó a ser conocido como el “Jack el destripador” de Chicago.
Antes de la ejecución del Holmes, el edificio sufrió un extraño incendio que lo destruyó por completo. Los testigos afirmaron que habían visto a dos personas entrar en el hotel a altas horas de la madrugada, poco antes de que se iniciaran las llamas.
A pesar de ello, el edificio se mantuvo en pie hasta que fue derribado en 1938. Ahora, en su lugar está la sucursal de la oficina de Correos de Englewood.