Historia
La vida laboral en Roma: dime en qué trabajas y te diré quién eres
Fue Cicerón quien generalizó la idea de que el trabajo era “un castigo” y la distinción entre “profesiones manuales”, poco valoradas, y las más reconocidas “intelectuales o liberales”
El trabajo es subsistencia, o supervivencia, una labor que emprendemos por derecho, por necesidad o por vocación. La vida laboral es algo intrínseco al ser humano, pues a lo largo de la historia ha estado presente, ajustándose a cada contexto histórico y evolucionando con la propia sociedad. Pero no siempre ha existido el trabajo digno, pues conocemos la vida del esclavo o las grandes diferencias entre nobles y plebeyos en épocas como la del Imperio Romano. Imaginamos aquella época como una de esplendor, de avance y grandiosidad, pero que también tuvo su vida cotidiana. Una mirada hacia lo laboral que fue ampliamente negativa, en especial hacia el manual y retribuido. Y es que en la Antigua Roma, se trabajaba en lo que correspondía. Es decir, según la clase social de la persona, su destino o reconocimiento estaba marcado.
Platón, Sócrates y Cicerón generalizaron la idea de que el trabajo era “un castigo”. Y fue este último pensador quien llevó a la realidad laboral romana la distinción griega entre “profesiones manuales” y “profesiones intelectuales o liberales”. Una clasificación que rechazaba la labor de comerciantes, artesanos o todo aquel que trabajaba por esfuerzo o talento, mientras que destacaba aquellas profesiones “sabias” o “liberales”, como la enseñanza, la medicina o la arquitectura. Los esclavos, por tanto, realizaban aquellas labores de mayor esfuerzo físico, lo manual, seña del desprecio hacia ellos, aunque también hubo quienes fueron obligados a desempeñar tareas intelectuales.
No obstante, no fue así durante toda la época romana, sino que, como se mencionaba anteriormente, el paso del tiempo iba alterando la perspectiva laboral. Los trabajos considerados indignos se fueron convirtiendo en unos más reconocidos y, por tanto, positivos en la sociedad. De esta manera, la agricultura, esa profesión tan antigua como imprescindible, era considerada la más digna, algo que no extrañaría teniendo en cuenta que en Roma la actividad económica principal residía en este gremio. De hecho, según escribía Catón el Viejo en “De Agri Cultura”, llamar a alguien “buen agricultor” era el mayor elogio que una persona podría recibir.
Otra labor indispensable es la de la medicina, pero quienes la desempeñaban no fueron reconocidos en todas las épocas romanas (sí en algunas). Si bien podían despertar rechazo -Plinio llegó a prohibir a sus hijos el contacto con cualquier médico-, Cicerón sí era firme defensor de este oficio, asegurando que se trataba de servicios bastante valorados y remunerados en la sociedad romana. Y lo mismo ocurría con la educación, actividad poco agradecida, pues también se confió principalmente a esclavos o libertos. No obstante, la principal labor de enseñanza se realizaba en el ámbito doméstico.
Asimismo, baja consideración tuvieron los artesanos y, por tanto, pescadores, sastres, cocineros, usureros, alfareros, orfebres... así como los artistas. Eran considerados simples trabajos manuales, hasta que Constantino decidió dictar una ley por la que 40 profesiones quedaban libres de pagar ciertos impuestos, lo cual significó una dignificación de estas labores. Pero no todo era negativo, pues, por ejemplo, el ámbito jurídico era el de los más valorados de la Antigua Roma. En él se distinguía la profesión del jurista, que impulsó la jurisprudencia romana, y la de los abogados, iniciadores del Derecho romano.
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