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Jorge Juan, el James Bond español que “robó” a los ingleses los planos de sus barcos de guerra y a sus mejores constructores navales

El científico y marino viajó a Londres para copiar el sistema de construcción de la marina británica y “traerse” a sus profesionales y tuvo que huir escondido en un barco para no ser detenido
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Jorge Juan no es, para muchos, más que el nombre de una calle en Madrid y en otras tantas ciudades españoles. Sin embargo, estamos ante uno de los personajes más interesantes del siglo XVIII español, uno de los grandes artífices del resurgir de la Armada española en la segunda mitad de dicho siglo y que la colocó de nuevo en la élite del mundo hasta el desastre de Trafalgar, y, quizás sea ésta una de sus facetas menos conocidas, en el protagonista de uno de los mayores casos de espionaje industrial de la época con una rocambolesca historia que dejaría a James Bond como un mero aficionado.
Jorge Juan Santacilia, nacido en Novelda en 1713 en el seno de una familia de la pequeña nobleza ciudadana, ingresó a una temprana edad en la Orden de San Juan u Orden de Malta. Tras viajar a Malta, regresó a España en 1729 y solicitó su ingreso en la Real Compañía de Guardias Marinas que en 1717 se había creado en Cádiz. En 1730 pudo embarcarse en la primera salida de navíos, siendo destinado al Mediterráneo. Al tiempo que navegaba alternó las operaciones navales con los estudios en la Academia de Guardias Marinas, distinguiéndose por su nivel de conocimientos y siendo nombrado sub-brigadier de la Compañía.
Tras numerosas misiones, en 1734 y con tan sólo 21 años fue elegido, junto con Antonio de Ulloa, para formar parte de la expedición de científicos que, patrocinada por la Academia de Ciencias de París, debía dirigirse al virreinato del Perú y allí efectuar las observaciones y trabajos conducentes a la medición del grado de un arco de meridiano por debajo de la línea del ecuador; tarea que a la postre consagraría a los dos marinos españoles como científicos y les proporcionaría bien ganada fama.
El periplo americano marcó el resto de la trayectoria de Jorge Juan, al propiciar su entrada en contacto con el Marqués de la Ensenada. El vasto plan de reformas y de fomento naval auspiciado por el ministro precisaba para su desarrollo del conocimiento y aplicación de cuantas novedades y adelantos técnicos circulaban por Europa.
En España, los ministros de Fernando VI hicieron de Madrid una ciudad cosmopolita y abierta a las ideas ilustradas tras la Paz de Aquisgrán, pero en medio del ambiente pacifista el primer ministro, el Marqués de la Ensenada, preparaba lo que él consideraba una «paz armada», es decir, aprovechar la ocasión para volver a crear una estructura militar que permitiese a España estar entre las potencias continentales.
Para ello era clave tener una Marina poderosa para lo que se necesitaban los mejores especialistas y las mejores instalaciones y el marqués de la Ensenaba estaba convencido de que si la paz durase ocho años podrían construirse 50 navíos de línea, pertrechados y debidamente armados.
Jorge Juan, enviado de espía a Londres
Es ahí donde aparece la figura de Jorge Juan, que fue enviado a Londres en 1748, por expreso deseo del ministro, para el desempeño de una misión de auténtico espionaje industrial.
Es en este punto donde empieza la aventura que mencionábamos al principio. Según explican los doctores en Historia Diego Valor Bravo y Antonio Serrano Ruiz-Calderón en un artículo publicado en el centro virtual del Instituto Cervantes, “el Marqués de la Ensenada y Jorge Juan conocían de primera mano los problemas que tenían los buques españoles, sobre todo por su mala maniobrabilidad en la guerra marítima, por ser muy pesados. Los dos pensaban que el modelo inglés era mejor que el español y por eso se encargaron de la aventura de traer al reino español expertos en la construcción de buques de ese modelo”.
Previamente los ingleses ya habían copiado el denominado “sistema español”, tras capturar el navío español “Princesa” en 1740, de tal modo que el conocido modelo inglés, en cierto sentido, era una adaptación del modelo español.
Según escribe José María Sánchez Carrión, Ingeniero Naval y Presidente de la Fundación ingeniero Jorge Juan, para su viaje a Londres eligió a sus ayudantes que “deberían pertenecer a la Orden de San Juan, ser bien parecidos y deberían pasar desapercibidos en Inglaterra”. Así, escoge al alférez de fragata José Solano, y al subrigadier Pedro Mora. Ambos son “sujetos (de) los más sobresalientes en matemáticas, aplicados, de entendimiento, viveza, buenos modales y distinguido nacimiento”. Solano era oscuro de piel, demasiado para ser inglés, pero sus conocimientos matemáticos y de construcción naval estaban muy por encima de los de sus compañeros”.
La tapadera de la misión de espionaje, explica Sánchez Carrión, era la de ampliar sus conocimientos matemáticos, aunque la realidad era ejecutar o ayudar en los objetivos señalados en la Instrucción Reservada. Todas las misiones eran delicadas, pero tal vez la que más era la contratación de constructores, pero también operarios de jarcia y velamen, y sujetos diestros en el manejo de los instrumentos náuticos.
Estos profesionales, ante su escasez, estaban bajo una supervisión y control constante, pero el objetivo era buscar a esos individuos, sin reparar en si con ello trasgredían o no los monopolios, derechos gremiales o acuerdos internacionales.
Identidades falsas
Una vez en Londres, Jorge Juan se metió de lleno en el ambiente científico e intelectual de la ciudad. “Aparte de su propia identidad como Capitán de Navío y luego miembro de la Royal Society, emplea tres personalidades distintas, la de Mr. Joseus, con el que sería conocido en los astilleros, aunque su contrato con Bryant lo firmaría, en nombre del Rey de España, como Mr. Fougues, como un librero extranjero, no necesariamente español y de nombre Mr. Sublevant y cuando huye para Francia lo hace como un marinero llamado Montmor”.
Tenía orden de utilizar la “maña y secreto” para conseguir sus objetivos. De hecho, para no ser descubierto disponía de un código cifrado para enviar mensajes, Aparecería con su verdadero nombre en la Embajada y recepciones y lo ocultaría en las misiones de espionaje. En los actos oficiales era el elegante Capitán de Navío español o el científico e investigador que realmente era, mientras que cuando se trataba de visitar los oscuros y sucios astilleros o contactar con quienes debían ponerle en contacto con los profesionales que buscaba era, según las circunstancias, Mr. Joseus, Mr. Fougues o Mr. Sublevant.
Fue visitando a los fabricantes existentes en los márgenes del Támesis, al sureste de Londres y flanqueando Greenwich, Chatham a orillas del río Midway en el condado de Kent, próximo a Rochester, Cherry-Tree Gardens, Rotherhithe en el condado de Surrey y Porstsmouth, en Hampshire ya en el Canal de la Mancha.
No hay que olvidar que la instrucción que recibió del marqués de la Ensenada también le ordenaba específicamente, entre otras, visitar los arsenales de mayor nombre de Inglaterra y remitir plano de ellos y de sus puertos; examinar las obras que se estuviesen realizando (muelles, diques, almacenes…); remitir planos de un navío de cada clase de las que se compone la Armada inglesa, con expresión de todas sus medidas y las de sus arboladuras; recabar información sobre lo referente a fletes, aranceles y contrabando; comprar libros e instrumentos para los guardiamarinas, así como para los colegios de artillería de Barcelona y Cádiz; investigar las máquinas y procedimientos existentes para la limpieza de las aguas de los puertos y estudiar las fábricas de paños.
En ese contexto Jorge Juan prestó mucha atención a la contratación de ingenieros navales y sus auxiliares para la construcción naval. Esta labor llegaría a oídos de las autoridades, lo que motivaría la precipitada huida a Francia de Jorge Juan y sus dos acompañantes, para evitar su detención.
En ese momento, cuando ya estaba el trabajo de recluta de los técnicos conseguido, Jorge Juan tuvo que ocultarse de las autoridades, y de su penosa situación hablaba en una carta desde Londres, de 12 de abril de 1750. Aunque todavía tuvo que seguir escondido más días, como da cuenta en otra carta de 13 de mayo en la que indica que el propio primer ministro británico John Russell, duque de Bedford, al que Jorge Juan había llegado a conocer personalmente durante su estancia, dirigía su persecución.
La huida de Londres
Jorge Juan, que veía estrecharse el cerco en torno a él, volvió a Londres desde Canterbury, donde se encontraba, y se ocultó en casa del transitario que había realizado el embarque del personal. Ante lo peligroso de la situación, el científico español tranquiliza al marqués de la Ensenada: “En cuanto a guardar secreto, y llevar con disfraz todas estas cosas puede estar seguro, pues aquellos de que me valgo los tengo tan interesados como yo propio”.
Finalmente, logra embarcar con éxito como marinero en el buque Nuestra María de Santoña en Calais, donde está del 12 al 25 de abril, hasta que por fin llega a Boulogne-sur-mer, desde donde escribe a Ensenada y le cuenta su salida precipitada y cómo logra burlar a los secuaces del duque de Bedford.
En el resumen que el propio Jorge Juan presenta al marqués de la Ensenada de su huida, cuenta que “informado el duque de Bedford [de la situación], dio órdenes para prender al clérigo de quien se había servido don Jorge y a todos los que se creyeron cómplices, y entre ellos el que estaba construyendo los modelos, que se le habían pedido para sacar lodos, y también al capitán del navío que debía llevar a las familias a Ferrol. Que la fortuna de no haberse dado al mismo tiempo orden de asegurar las mujeres que aún no había sacado del río, le dio tiempo a conseguirlo al día siguiente, y con nombres diferentes [desconocidos hasta el momento] dispuso se fuesen a Francia, tomando él el disfraz de marinero, y embarcándose en un navío bilbaíno del capitán Antonio del Hoyo. Que a la salida del río fue examinado tres veces este navío por los guardas, y estando ya fuera se vio obligado a aparentar otro rumbo del que debía llevar, por no dar cuidado a un navío de guerra que encontró”.
Cuando Jorge Juan regresó tras dos semanas a España se encontró con que todos los técnicos reclutados en su misión se encontraban ya en los astilleros españoles: cuatro de los mejores constructores ingleses, medio centenar de técnicos y decenas de obreros cualificados.
Los británicos se alarmarían con la noticia aunque, en un principio, llegaron a pensar que España nunca podría construir una flota que les pudiese hacer frente. Pronto los hechos demostrarían su equivocación. Tras las primeras pruebas con los primeros navíos, los proyectos se llevaron a una Junta convocada en Madrid, en 1752, por Jorge Juan y los ingenieros ingleses.
Buena parte del secreto del éxito del nuevo modelo consistió en trabajar con un moderno método de división del trabajo, en el que miles de obreros se repartían las labores en los diques y las fábricas.
Las conclusiones adoptadas se pusieron por escrito en un curioso memorial llamado Principals dimentions proper for a ship of each class on de Royal navy, prepared by his Majestic Builders, according to the dimentions resolved on by the King order. Con ello quedaría fijado el conocido como modelo inglés que sería adoptado por la Armada española.
Tras la llegada de los primeros oficiales y constructores, y dado el éxito conseguido con su presencia, apenas dos años después se produce una nueva venida de extranjeros a los astilleros españoles, en lo que sin duda fue un reforzamiento de la política comentada. Entre la oleada de 1753 aparecen, además, algunos de los más importantes nombres, con unos constructores verdaderamente geniales, cuya labor contribuyó decisivamente a la reforma de la Marina.
Balance de la misión de Jorge Juan
Vistas las cosas con la perspectiva que dan los siglos, hoy hay mucho expertos que consideran que el denominado modelo inglés y su forma de trabajar no aportó grandes innovaciones, hasta el punto de que con el tiempo se abandonaría en favor de la construcción española. De hecho, a partir de 1765, bajo la dirección del constructor de navíos Gautier, se introdujo un nuevo modelo híbrido entre la tecnología francesa y la española que acabaría imponiéndose durante el resto del siglo.
Sin embargo, son también muchas las voces que creen que la misión de Jorge Juan en Londres fue un verdadero éxito ya que, más allá de si el sistema constructivo inglés era mejor o peor que el español, la presencia de los ingenieros ingleses en España fue fundamental para dos aspectos: por un lado, la construcción de las instalaciones de los astilleros, como es el caso La Carraca, Guarnizo, Cartagena, Ferrol y La Habana, instalaciones construidas por estos ingenieros, y por otro, por la aplicación de un sistema de abastecimiento y funcionamiento industrial de los astilleros, promoviendo los ingenieros ingleses acertadas medidas en cuanto al suministro de madera, la gestión de los bosques y, en general, el de todos los pertrechos necesarios para la construcción naval.

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