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El «flower power» ante la verdad de la guerra

Podemos dice que la guerra no debería existir, pero, ¿y si otro decide que tú eres su enemigo?

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IlustraciónPlatónLa Razón

Desde el mes de noviembre del pasado año se anunciaba que una guerra iba a estallar en Ucrania hacia el 20 de enero. Y hay que confesar que tal profecía se ha revelado sorprendentemente acertada. Certera porque aquellos que saben de qué va este asunto han sabido leer la información y extraer sus derivadas geopolíticas. Porque de saber leer y entender correctamente la realidad va siempre el tema. Y más aún en aquello que respecta a las relaciones internacionales, a la guerra y a la paz.

Y sí, no se avance el lector, la obra más conocida de nuestro ruso favorito León Tolstoi es, por supuesto, «Guerra y paz». Está escrita por alguien que sabía de qué iba la siempre cambiante, nunca estática, historia. Y otro ruso que conocía también la naturaleza frecuentemente inquietante del ser humano, Fiodor Dostoyevski, escribió igualmente la fabulosa «Los hermanos Karamazov» (en turco «kara» significa negro, y esto no es casual). Dostoiesvki fue un hombre lúcido y pragmático, como siempre ha sido también prágmatica la política de Rusia. El país no tiene fronteras naturales claras y por eso se ha extendido tanto: para prevenir ataques en el entorno de Moscovia, el corazón del país.

Nada nuevo bajo el sol

Ahora, sin embargo, y de nuevo en su historia, Rusia se siente amenazada. Otra vez por la OTAN, una organización que quiere instalarse en Ucrania y que airea en las mismísmas narices de Moscú la potencia del mundo occidental y anglosajón. Y es que el Gran Juego (gran métafora inventada por Rudyard Kipling), protagonizado por Inglaterra y Rusia durante el siglo XIX nunca ha desaparecido de la escena durante los siglos XX y XXI. Fue interrumpido por el ascenso de Alemania entre 1870 y 1945, pero solo temporalmente. Ha sido retomada por la OTAN y el oso ruso le ha respondido desde 2008 en el Caúcaso. Ha visto también con satisfacción su reciente retirada en Afganistán, de igual manera que ha apoyado a Bielorrusia contra Polonia hace nada. Porque sí, efectivamente, todo forma parte de un mismo juego en un mismo tablero, y para proteger los intereses propios Rusia y la OTAN saben que tienen que pringar en el exterior. Nada nuevo bajo el sol porque los antiguos romanos lo tenían clarísimo: toda su politica giraba en torno a la pareja «domi militiaque». Esto es, a la vida en casa, donde se podía hablar y ser civilizado y a las acciones en el exterior, donde se requería ser más egoísta y recurrir, si era necesario, a la fuerza.

En el Occidente actual la utopía, el «flower power» y el buenismo tienen muy buena Prensa. El pragmatismo, muy mala. Y la verdad es que si hay que elegir entre una utopía a lo Tomás Moro o un Principe a lo Maquiavelo, yo me quedo con Tomás Moro. Pero Maquiavelo nunca nos dijo que escribiese sobre cómo tenía que ser el mundo, sino sobre cómo observaba él que era realmente, que es muy distinto. Y ciertamente, llevamos a este respecto los españoles, y los europeos en general (perdón por omitir a los yugoslavos) viviendo más o menos tranquilos, desde 1939/1945. Pero ésta es una situación totalmente anómala en la historia de la humanidad. Heráclito decía al respecto que la guerra –en griego esta palabra es masculina, con perdón–, era el origen de todo y lo decía porque, así como un niño ordena el mundo a partir del desorden (Jean Piaget dixit), así las naciones estructuran también a partir de caos. El caos y la guerra, se siente mucho, no se pueden obviar, simplemente están ahí.

En España, dice no obstante Podemos que la diplomacia es suficiente para resolver los conflictos y que la guerra no debería existir bajo ningún concepto. Yes, we can. Pero, ¿y si, como señala Carl Schmitt, tan apreciado por los comunistas alemanes tras la Segunda Guerra Mundial, otro decide que no… que tú eres su enemigo? ¿Entonces qué? Otra cuestión diferente, y en esto Podemos o Pio Moa piensan igual, es que a España le convenga involucrarse en el Mar Negro, porque son otros los escenarios geográficos que le conciernen. Estaría por ver ciertamente si la OTAN sostendría a España en caso de un hipotético conflicto en el Mediterráneo (adivinen con quién). Pero en este caso, se supone, el país contaría con el apoyo de la misma organización a la que ahora presta asistencia. De todas maneras, sólo aquellos que no cuentan pueden permitirse el lujo de quedarse en casa. ¿Podemos?

  • Fernando López-Sánchez es profesor de Historia Antigua en la UCM.