Durmiendo a bordo del Juan Sebastián de Elcano
El historiador y periodista Gonzalo Jiménez Tapia irá embarcado en el buque escuela de la Armada para difundir la historia de esa primera vuelta al mundo y escribir un diario en LA RAZÓN de cómo es la vida a bordo
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El pasado sábado, 250 marinos partían de Cádiz a bordo del “Juan Sebastián de Elcano” para iniciar un nuevo crucero de instrucción. Pero no es una travesía más, ya que será la última de las tres que el buque escuela de la Armada está realizando en el marco de los actos conmemorativos del V Centenario de la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano (1519-1522).
En esta travesía, el buque y sus 250 efectivos, entre ellos 73 guardiamarinas, navegarán durante seis meses (hasta julio) y recalarán en 13 puertos relacionados de alguna manera con la primera expedición. Pero a este número hay que sumar uno más, el historiador y periodista Gonzalo Jiménez Tapia, quien permanecerá embarcado todo el crucero para difundir la historia de esa primera vuelta al mundo y dar a conocer cómo es la vida a bordo del buque escuela. Para ello, publicará en LA RAZÓN un diario de a bordo, cuya primera entrega es la que sigue a continuación:
Durmiendo a bordo del Juan Sebastián de Elcano
“Me pensaba que dormir en un barco sería muy difícil para alguien que no está acostumbrado al vaivén que provoca el oleaje. Sin embargo, desde que salimos de Cádiz he descansado fenomenal a bordo del Juan Sebastián de Elcano. El bergantín apenas se mueve, y el balanceo ayuda mucho a coger rápidamente el sueño.
Yo duermo en la proa en una habitación de seis literas, que en leguaje marinero se llama sollado de civiles, porque comparto el espacio con el peluquero, el carpintero y el maestro velero. Antes de entrar al dormitorio tenemos una pequeña sala con mesa y televisión donde hacemos vida, vemos las películas grabadas y comen mis tres compañeros de cuarto. Yo hago vida (arrancho, en jerga militar) con los oficiales: comidas, descansos, lavandería. La otra habitación es el dormitorio, donde cada uno ocupa una litera. A mí me tocó la de arriba, pero no tiene escalera y tengo que auparme con cuidado para no darme con la mampara del techo. Pero ese es el único inconveniente, el colchón y la almohada son muy cómodos, las sábanas llevan el logo de la Armada. Además, tengo un espacio en la cabecera donde enchufo el móvil y guardo algunos libros de historia, mi gorra oficial del Juan Sebastián Elcano y el neceser.
Todas las mañanas, lo primero que miro es un pequeño calendario con los cumpleaños de mis familiares y amigos, que he colgado de una de las paredes de madera que rodean mi cama. Después fijo la mirada en el oleaje del mediterráneo que veo a través del ojo de buey de acero y pintura blanca algo desgastada, muestra de los 94 años que lleva Elcano surcando los mares de todo el mundo. La poca intimidad que puede haber conviviendo en un sollado de cuatro personas se suple con una cortinilla gris colgada de mi cama.
Pegadas a las literas tengo dos armarios donde guardo todo mi equipaje: esmoquin, el traje y el resto de ropa de diario; todo tiene su sitio y el orden es imprescindible en un barco tan pequeño. Además, somos de los pocos afortunados del barco que tienen baño propio, incluso los oficiales tienen que salir de sus camarotes para ir al baño común del pasillo. Una suerte que se suma al privilegio de escribir estas líneas desde la cubierta de popa, en la toldilla, mientras el sol se sumerge en las profundidades del mediterráneo”.